4/23/2021

una vacuna aplicada difícilmente pueda compensar la pérdida de poder adquisitivo


ENFOQUE
¡Es la vacunación (de la economía), estúpido!




LUCAS ROMERO
Politólogo. Director Synopsis Consultores.

El acercamiento de un nuevo proceso electoral repone la habitual pregunta que todo analista se hace en estos tiempos: ¿cuál será el factor determinante del comportamiento electoral en estas elecciones? Una pregunta que también se hacen quienes diseñan las estrategias electorales. Como James Carville, quien trabajando para la campaña de Bill Clinton en 1992, volcó las respuestas a esa pregunta en un recordado cartel que pegó en las oficinas centrales de campaña, destacando los tres ejes centrales sobre los que versaría la estrategia electoral: 1) Cambio versus más de lo mismo; 2) La economía, estúpido; y 3) No olvidar el sistema de salud. Curiosa la mención a la salud, propia de estos tiempos, pero aquel segundo punto, fue central para explicar cómo Clinton logró imponerse sobre George Bush (padre), enfocándose sobre las cuestiones más relacionadas con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas.

El contexto pandémico le pone a la próxima elección legislativa un marco muy particular. Y no son pocos los que se preguntan con insistencia si la cuestión sanitaria, para bien o para mal, puede ser un factor decisivo en el resultado electoral. ¿Es posible pensar que cada vacuna representará un voto para el Gobierno? ¿Puede la vacunación ser la llave para ganar la elección como creen no pocos en el Gobierno? Carville se preguntaría: ¿es la vacunación, estúpido?

Para responderse esa pregunta, lo primero que hay que aclarar, es que la incertidumbre electoral se circunscribe al 40% o 45% del electorado que aún no tiene definido la orientación de su voto: 1) porque está ligeramente inclinado a votar por algún espacio, pero sin tenerlo decidido; o 2) porque directamente está indeciso. De este modo, la pregunta más específica sería: ¿puede la vacunación mover el amperímetro en la porción del voto blando o voto indeciso que aún queda sin definirse?

Una respuesta afirmativa a esa pregunta supondría que hay una preocupación dominante en la opinión pública por el coronavirus. Pero lo curioso, por ser contra intuitivo, es que no estamos registrando eso. Este mes le preguntamos a la gente si le preocupaba más su situación económica o el coronavirus, y el 64% nos dijo que le preocupaba más su situación económica, mientras que solo el 34% señaló el Coronavirus. Incluso, entre los que se reconocen indecisos frente a la escena electoral, la diferencia fue más amplia, con un 67% más preocupado por su situación económica y un 31% más preocupado por el virus.

Esos resultados asombran viendo la gravedad de la situación sanitaria de estos días. Pero Eduardo Keegan, director de la Carrera de Especialización en Psicología Clínica de la UBA, aportó en una reciente entrevista un ejemplo que no ayuda a conocer cómo a veces funciona la cabeza de la gente: si te apuntan con una pistola en la cabeza, comentaba Keegan, la primera hora vas a estar aterrado de miedo, pero a las nueve horas de que te sigan apuntando, quizá por tu cabeza se te cruce la posibilidad de pedir una pizza. Es decir, puede estar habiendo en la sociedad un proceso de asimilación de la pandemia, diría Jean Piaget, de adaptación a un nuevo contexto, donde las personas ingresan nuevos elementos a sus esquemas mentales preexistentes, y vuelven a enfocarse en sus preocupaciones cotidianas.

Otra forma de respondernos la pregunta sobre si la vacunación será decisiva, es observar directamente qué responde la gente cuando uno le pregunta: ¿qué motivo será el más determinante para definir su voto? Lo hicimos en un reciente estudio en la provincia de Buenos Aires, y entre múltiples motivaciones propuestas, solo el 7,8% señaló que "conseguir la vacuna contra el Covid-19 rápido" será determinante para definir su voto. Y si nos remitimos solo a los indecisos, el porcentaje desciende al 1%.

Es decir, el drama sanitario es real, probablemente a la mayoría de la ciudadanía le preocupe la pandemia, pero no pareciera haber evidencia para concluir que la aplicación de la vacuna pueda ser un factor determinante del comportamiento electoral. Los datos nos invitan a pensar que una vacuna aplicada difícilmente pueda compensar la pérdida de poder adquisitivo sufrida, la pérdida del empleo ocurrida o, lo que es lo mismo, el incumplimiento del mandato económico recogido por el Gobierno en 2019 de poner en marcha la economía. Y todo esto sin mencionar el daño ocasionado por episodios como el Vacunatorio VIP que afectaron la credibilidad del plan de vacunación. Una confianza que se gana con el tiempo aplicando muchas vacunas, pero se destruye en un instante, adelantando a los amigos en la fila.

Finalmente, no todos los segmentos etarios valoran la vacuna de la misma manera. Está claro que el segmento de mayor riesgo (más de 65 años) valora mucho más la vacunación que el segmento de menor edad. Allí sí se pudiera estar produciendo un impacto positivo para el oficialismo. De hecho, hemos venido viendo una mejora en los indicadores de imagen del Gobierno en el segmento de adultos mayores. Pero la pregunta es si ese efecto compensa lo que la Casa Rosada está perdiendo en el segmento más joven, donde su imagen cayó más que proporcionalmente a la caída general sufrida por el Gobierno en el último año.

En definitiva, la realidad pareciera estar mostrando que, si el Gobierno piensa hablarles con las vacunas en la mano a la gente, es probable que la mayoría le conteste con el bolsillo en las urnas. Pero es esta misma conclusión la que nos lleva a pensar que la vacunación podría ser determinante, no como factor directamente determinante del comportamiento electoral sino por sus consecuencias positivas sobre la economía: si el proceso de vacunación avanza rápidamente, y eso permite recuperar nuevamente cierta normalidad en la actividad económica, más rápido se podrá verificar la, sí más determinante, recuperación económica. Parafraseando a Carville podríamos decir: ¡Es la vacunación (de la economía), estúpido!

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin vacunación la economía va camino al desastre.
SIN CIERRE VAMOS AL HIPERCONTAGIO.