Rebelión, desobediencia, revolución, sedición, la apuesta es fuerte. Sobre todo, la de vaciar de contenido a las palabras – o hacerlas volar bajo y de manera conservadora – que siempre fueron el horizonte esperanzado de los actos más grandiosos, comunales, desprendidos, arrojados, sacrificiales.
Por Sebastián Russo Bautista*
(para La Tecl@ Eñe)
I – La insurrección estetizada
En días de rememoración de una revuelta canónica del mundo moderno como la Comuna de París, hay una nueva forma de rebelión que recorre el mundo, un Casper twittero tan risible y absurdo, como peligroso y banal: su banalidad anómica en medio de una catástrofe humanitaria de hecho es no solo su máxima expresión de peligro sino de alucinación criminal.
“Rebelde way” era una tira adolescente sobre un grupo adolescente de la adolescente clase acomodada de nuestro país. Grupo/clase que hacía/hace pasar su capricho y prepotencia por rebeldía e insurrección. Aquella no fue más que una telenovela teen que incluso en su propio nombre se permitía cierta ironía al respecto. Aquel que se nombra rebelde no puede no hacerlo o con arrogancia, con ignorancia o con ironía: Cris Morena evidentemente no era el problema, solo que quizás no explicitó del todo su matiz juguetón y algunos se la creyeron. Como el equipo PRO de rugbiers/polistas de colegio bien y sus envidiosos y sobones acólitos, que creyeron que con testosterona, mano dura y cinismo Heidi empresarial (de Bullrich a Vidal y Acuña, por mentar la línea femenina, lo mismo o peor en la masculina) se manejaba un país. Otra cosa a manejar es conducir, entre ambos significantes de liderazgo: un mundo, una General Paz de distancia. Caminos de cintura por los lados salvajes -anti Martín-Ciccioli- de la patria.
El rebeldismo way vuelto afán de gobierno, oposición política, periodismo berreta y/o resentimiento de clase, es el mismo que curiosamente puede criticar de adolescente a un país que detesta: véase sino las notas periodísticas «de color» casi diarias de gente que se fue y aunque la pase mal celebra haber partido de ésta grasada de país. La irresponsabilidad aniñada se basa en un afán de poder ensimismado. No sé lo que quiero pero lo quiero ya. Obtuso. Quiero, quiero, quiero. De bases coloniales. Arrasando una tierra de la que solo buscan extirpar réditos. Son felices «afuera». Quieren viajar y vivir «afuera». Con qué razón cuidarían los adentros, interiores, las normas, costumbres de un país, sino como fuente extractivista de sus ingresos (para viajar, viajar, o soñar, soñar, siempre entre blancos: Monzón traéme la cuenta) He allí un ethos, que se enviste políticamente de moral. Creyéndose y haciendo creer que sus refunfuñes dirigenciales con aspiraciones de cargos ejecutivos y contratos millonarios son una causa nacional/moral.
Rebeldes con causas (penales), que no por aniñadxs son poco peligrosos, por el contrario, máximo cuidado con el que no asume la responsabilidad de los hechos o el que puede irse después de incendiar todo, estando al frente de un proceso: gorilas con navajas. La neo derecha, o como se llame a la expresión derechosa de estos tiempos, y la ola de mamis/papis a los que excitan y otorgan un sentido no tan mercantil y de sueños disney para sus vidas, asumen con gracilidad el gesto sedicioso. De la toma del capitolio y la quema de barbijos a las marchas anti veneno y la «revolución de las escuelas». Así titula Clarín al affaire de la presencialidad escolar, habiendo abjurado de las tomas de escuelas, donde hubo una formación política tal que llevo a ser legisladora a una de las referentes. Pero no, aquí sí lo que se vive es un giro copernicano, este twiteo y wasapeo de madres y padres porteñxs o aporteñadxs, y carteles sostenidos por niñxs q de repente lloran por no ir a la escuela -Florencia de la V se pregunta con razón, desde cuando un niño llora x ir la escuela, el que llora es su padre/madre, el mismo que con circunspección Nelson-Castro puede decir: con los chicos no. A esto sí se lo puede llamar revolución.
La insurrección ya había sido estetizada (como el golpe a Chávez televisado y la noticias/novicias rebeldes). El campo del arte también tendría que dar cuenta de ello. Del Museo a las redes, pedagogías y contagios insospechados, de sublevaciones curadas para Julianas y chicas Hola. Que quede claro, la rebelión es negra y embarrada sino no es. Es impostura, puesta en escena, un ropaje intercambiable que por caso hasta el menos carismático de los gobernantes, expresión de normalidad capitalista por excelencia, se lo puede poner. Rebelión, desobediencia, revolución, sedición, la apuesta es fuerte. Sobre todo, la de vaciar de contenido, o hacerlas volar bajo y conservadoramente, a las palabras que siempre fueron el horizonte esperanzado de los actos más grandiosos, comunales, desprendidos, arrojados, sacrificiales. “Ni los muertos quedarán en paz si ellos vencen, y no han dejado de hacerlo”, decía uno, preocupado y perseguido por el fascismo modernizador de entreguerras, como algún otro, en la segunda Comuna, la española republicana. Avisos de incendios. Tan lejos tan cerca.
Foto: Erich Salomon
II – (En) rebeldía
En estado de rebeldía estuvo el fiscal Stornelli. Escapando de una normativa que lo delataba. Lo sabemos, los ricos crean las leyes, el sentido común. Lo dice Marx, el Estado es una construcción que defiende y justifica un saqueo y acumulación originaria y la mantención de la desigualdad allí creada (a sangre y lodo). En ese sentido no es lo mismo la rebelión que el estado de rebeldía. La primera es la ruptura de la norma. Lo segundo es no acatar una norma, contumacia en jerga jurídica (falta de comparecencia en juicio). Un «preferir no hacerlo». Ahora, ¿son Rodríguez Larreta, Stornelli, los millonarios que no quieren realizar el aporte solidario, Bartlebys 2.0? En estos casos es más un “conmigo no”. Soberanía oligárquica (hay allí garabateado a fuego, sangre, lodo un nosotros). La fórmula de Beatriz Sarlo, que con audacia, arrogancia y prepotencia esgrimió en un terreno apenas incómodo. Paréntesis: territorio incómodo más no “enemigo”, la progresía no mata, el neoliberalismo sí, la progresía humaniza el neoliberalismo, no lo pone en jaque, el neoliberalismo jaquea a las clases populares, por ello sí deviene en enemigo. Preferiría “yo” no hacerlo. Eso (cumplir la normativa) es para otros, es para que los otros no sean como yo. Los ricos no piden permiso fue una continuación transparentizada y cada vez menos irónica de Rebelde Way. De hecho el propio concepto de (sociedad de la) transparencia alude a ello, a abjurar de la retórica: ironía, sarcasmo, metáfora, ¿para qué? Al pan pan y champagne en las tetas.
La secesión de los ricos (libro de unos tales Ariño y Romero) fue citado por Iñigo Errejón para hablar de la Superliga europea. Los (clubes) ricos escindiéndose de la esfera pública, del esférico de y para el pueblo. Pelota manchada, apropiada, los dueños de la pelota y de la tierra (Maradona con Viñas) como expresión de un proceso de expansión capitalista que el neoliberalismo exacerba. Y la pandemia transparentiza: le dimos respiradores a las clínicas privadas, che, Estado (malo) me das unos más que tengo que reponer la desigualdad que cometí, me legitimás la desigualdad, dale (bobo) No pedir permiso, es no tener respeto, o cara, o tener cara de piedra. ¿Rebelde yo? Cuando quiero, lo que quiero (y ya, la noche del domingo corto la manzana y la cena de los papis y las mamis, les pibis a dormirse temprano, el Guasón cara de It nos invita a dormir…) Si podemos definir al neoliberalismo como el sistema que para funcionar ya no incluye, como el Estado Benefactor, la forma Estado que viene a derrocar, vigente desde el crack de 29 y la Segunda Guerra Mundial. Sino como un sistema que excluye sistemáticamente a una parte de la población dejándola “fuera del sistema”, laboral, económico, social: el plan que el propio Walsh avizoró en su Carta a las Juntas, en 1977 -lo asesinaron horas más tarde, también por eso, por ver lo que se venía-. El neoliberalismo 2.0 da un paso más, auto excluyendo a los beneficiarios de tal exclusión originaria (el origen de un otro origen/momento fundante de acumulación, en nuestro país: la “campaña del desierto”) Excluir al otro, y excluirme yo. La sociedad gueto que construye el neoliberalismo desatado, sin los matices y contenciones progresistas, propician alucinaciones rebeldosas. Los papis/mamis de un country, de un barrio cerrado, de un grupo de wasap lanatiano/larretoso, inventan mundos posibles, donde todos sean Marleys y Susanes y al negro murra. Los medios fogonean. Dos, cuatro, 80 cacerolas porteñas (gueto unitario, cabeza de covid) son la expresión del hartazgo de la gente. La alucinación se expande. La ciudad de Buenos Aires no es el país, dice la ministra. Conmigo no.
La oligocracia cultural de la derecha argentina se contonea y frota las manos. Pedir permiso es de indio sumiso (a sus órdenes), los ricos somos rebeldes, quemamos los barbijos. Y que la negrada se curta. Pero mancita. Conmigo no. Rebelde el fiscal de la Nación, rebelde Galperín y Tevez (negro asimilado), rebelde y sedicioso (vamoo) nuestro jefe de gobierno. Rebeldía autonómica, ciudad segregada y segregadora. La secesión de Buenos Aires no advino, ya que la capi nunca fue parte. Con nosotros no cuenten. Muralla a la General Paz (salvo conducto a Ezeiza o aeroisla y a la bosta) El proyecto federalista (Vicentín, “Hidrovía” mediante) es inaceptable para las élites, para los ricos. Que hasta juguetean con el mote: sedicioso yo. Una pequeña historia de la rebeldía way se necesita, para salvar sobre todo a la palabra: rebelión. Sino la vara nos quedará demasiado baja, y el consenso se medirá en soberanías agujereadas, como la que se juega en estos días en la renovación de la concesión privada del río Paraná, que como con la fabricación argenta de la vacuna, expresa el dilema sobre el país que queremos, a qué y a quiénes nos rebelamos, a quién seguimos excluyendo o ya no. Con nosotrxs no.
Pero quiénes somos nosotrxs.
Nota:
Agradezco a Camila Newton, Rosario Blanco, Natalia Torrado y Leando Stortoni por la interlocución, sin la cual no hay texto que pueda escribirse.
*Sociólogo UBA. Docente UNPAZ/UNGS/UBA.
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