El intelectual revolucionario y el líder popular argentino coincidieron en Inglaterra en el año 1871. Rumores de un encuentro que da mucho de qué hablar.
Por Pablo A. Vázquez
Un artículo de hace un tiempo, Exilios, firmado por Mario Toer, reflexionó sobre un supuesto encuentro entre Carlos Marx y Juan Manuel de Rosas en el Londres del convulsionado 1871.
Dicha nota planteó que el encuentro entre ambos hombres se dio de forma fortuita cuando don Juan Manuel leía detenidamente el Time y que al ser requerido el periódico por don Karl para leer los sucesos de París intercambiaron opiniones de ocasión y el propio autor de El Capital “pispeó” algunas anotaciones del Restaurador.
¿Fue verdad ese encuentro? El autor lo afirmó. No tengo la fuente ni los testimonios. Como todo puede ser, la idea del cruce fortuito no es descabellada ni que hayan emitido un par de palabras de compromiso
¿Sabía cada uno de la existencia del otro? Según el articulista Marx sabía de Rosas y, por supuesto, Juan Manuel conocía del accionar del alemán. Si, efectivamente, se hubiesen cruzado, Rosas hubiese arreglado alguna reunión donde, mate de por medio, le diría sus verdades al líder comunista. Si Marx se inspiró en Rosas lo dudo, aún con la cita del pensamiento rosista, pues sería poco probable insertarla en el planteo marxista.
Hombre de consulta, que debería haber sido escuchado con más atención por su larga experiencia en Las Pampas, no perdía la oportunidad de analizar la situación política europea y los cambios ideológicos que se avecinaban. La opinión de Rosas sobre el socialismo, englobando con este concepto desde la socialdemocracia, el anarquismo y el comunismo, fue lapidariamente negativa.
José María Rosa afirmó en Rosas nuestro contemporáneo (1972) que el gobierno del Restaurador fue bien visto por diputados franceses de su época: “Lo que hay de cierto – afirmó el diputado socialista francés I’ Archéche el 8 de enero de 1850 – es que el poder de Rosas se apoya efectivamente en el elemento democrático… la guerra de los gauchos del Plata contra los unitarios de Montevideo representa en el fondo la lucha del trabajo indígena contra el capital y el monopolio extranjero, y encierra para los federales una noble cuestión: de nacionalidad y de socialismo. (La Gaceta Mercantil del 20 – IV – 50, tomada de La Republique de París del 9-1-50)”. Y, más aún, que Rosas era un “socialista avant la lettre”, siendo un precursor del meneado “socialismo nacional” de fines de los ’60.
La exageración del Pepe, justificada como estrategia política en lo histórico puede hacer agua. José Raed, que no lo quería a José M. Rosa, en Rosas: cartas confidenciales a su embajadora Josefa Gómez 1853 – 1875 (1972) retruca esa afirmación. El contenido de estas cartas es fundamental para saber del pensamiento de Juan Manuel en su exilio, más en 1871, año de la Comuna de Paris, donde no ahorra comentarios sobre el movimiento socialista y de la Internacional, tomando a Julio Fravre, como “una sociedad de guerra, y de odios, que tiene por basa el ateísmo, y el comunismo; por objeto la destrucción del capital; y el aniquilamiento de los que poseen: por medio de la fuerza bruta del gran número, que aplastará todo…”.
Sin nombrar al Pepe, refiere Raed la equivocación de “algunos revisionistas locales… no caracterizados por su seriedad”, pues Laurent era “republicano” francés, ergo, antisocialista; que la traducción fue errónea; y que “Laurent critica a los unitarios del Uruguay, porque a ojos de éstos Rosas sería un revolucionario y un socialista… y Rosas, para desvirtuar tamaño error, dio cabida en La Gaceta mercantil al discurso del republicano francés”.
Más allá de alguna confusión en Rosas por los errores de la Circular de Favre sobre las reuniones de la Asociación Internacional del Trabajo con la anarquista Alianza Internacional de la Democracia Socialista, lo cierto que tuvo muy presente su repulsa a cualquier cuestión sobre el socialismo.
“Rosas estaba al tanto de las condiciones de la clase trabajadora, se compadecía de los pobres y de los que pagaban alquileres e impuestos con bajos ingresos y, personalmente, no era despiadado. Pero – según John Lynch en Juan Manuel de Rosas (1984) – dejaba librado a la caridad y al gobierno paternal el remedio de la pobreza. Se oponía terminantemente al movimiento de la clase obrera, que consideraba un insulto para la sociedad y una amenaza a la autoridad”. De socialismo nada, pues para eso estaba don Juan Manuel que conocía las necesidades de su pueblo y lo podía asistir de forma humanista y cristiana, sin necesidad de “inauditos escándalos” y “funestas pasiones” de la izquierda política.
Si existió ese encuentro entre los dos exiliados en Inglaterra, insisto, no lo sé. Hubiese sido interesante, ya que Rosas, con cordialidad y firmeza le hubiese dicho sus verdades, y Marx las suyas. Un hipotético entrevero entre Marx y Rosas que hubiese dado mucho que hablar.
* Politólogo; secretario del Instituto Juan Manuel de Rosas
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Rosas el marxista
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