10/30/2020

la peste macrista


¿Cuál fue la peor crisis de la historia argentina?

Cabe preguntarse también si es peor la generada por el coronavirus o por el gobierno de Macri.





Por Julián Zícari

Desde que irrumpió la pandemia mundial, producto del coronavirus, todas las economías del planeta no han parado de sufrir estragos. Y la Argentina no fue excepción a eso. Dadas las trágicas consecuencias que ha traído al país por el derrumbe producido, se ha despertado el debate por saber si esta situación implica (o no) la peor crisis económica de la historia nacional.

Algunos dicen que la situación actual es peor que la del 2001, otros la igualan a la crisis de 1930, otros tantos la comparan al final del macrismo, mientras que otros terminan por relativizar la magnitud del impacto.

Para zanjar la cuestión y ponderar los distintos aspectos que implican las crisis hemos creado un índice general para medir y comparar todas las crisis económicas argentinas, con elementos tanto cualitativos como cuantitativos. De esta manera, nos será útil observar algunos elementos que se puedan repetir a lo largo del tiempo, como también evaluar la profundidad de las distintas crisis y saber si la actual es la peor. Así podremos poner el presente en perspectiva histórica.

Un índice para medir las crisis


Los elementos cualitativos del índice para medir las crisis son diez: 1) Si se ha interrumpido la expansión del ciclo económico; 2) Si existió una caída de los precios externos; 3) Si ocurrió un salto cambiario (una fuerte devaluación); 4) Si se comprobó la existencia de una marcada aceleración inflacionaria, la cual sea sostenida durante al menos tres meses seguidos; 5) Si se produjo deterioro social agudo, considerando esto en sentido amplio y multidimensional (como por ejemplo caída de salarios, aumento de la pobreza, suba del desempleo, etc.); 6) Si cayeron las reservas internacionales del Banco Central (o en su defecto, los recursos de la Caja de Conversión o de la Caja de Cambios); 7) Si hubo corridas bancarias (caídas sistemáticas de los depósitos durante varios meses o quiebra de bancos); 8) Si se dejó de pagar la deuda externa por parte del gobierno central (default); 9) Si existió algún tipo de crisis social o política antes, durante o después de la tribulación económica (golpe de Estado, rebelión popular, intento revolucionario, saqueos masivos, planteos militares o revuelta al interior de los grupos de elite); 10) Si el peso del endeudamiento fue central en la crisis.

Estos elementos mencionados no serán medidos o evaluados según los distintos grados o valores que hayan adquirido, ya que resulta muy difícil encontrar un indicador común que nos permita evaluarlos a todos ellos de modo homogéneo. Por ejemplo, no es fácil encontrar un único indicador homogéneo a lo largo de 160 años que nos permita medir el nivel de deterioro social (cuánto fue en cada caso), aunque sí es más fácil afirmar si existió o no dicho deterioro.

Lo mismo ocurre con otras de las variables consideradas: resulta difícil ponderar de manera cierta el grado de inflación en las crisis y poder hacerlo comparativamente sin que esto represente un gran desbalanceo del indicador, pues si se evaluara lo sucedido con ese elemento en la hiperinflación de 1989 o en el Rodrigazo de 1975, serían –solo por considerar ese tema– las que más puntos sumaran y, por ende, se las calificaría como las peores crisis. No obstante, considerando más elementos y tratando de evaluar cualitativamente ello, buscando tener una perspectiva más equilibrada, la cuestión no resulta tan clara.

En consecuencia se considerará simplemente si la presencia de estos atributos ha sido comprobada o no, evitando tales desniveles (lo que significará un criterio dicotómico simple, de presencia o ausencia). A su vez, de comprobarse la existencia de cada uno de estos elementos en las diferentes crisis analizadas, sumarán un punto, con lo que los elementos cualitativos como máximo podrán sumar hasta diez puntos en total.

Por su parte, los elementos cuantitativos se sumarán según su valor absoluto. Estos últimos serán solo dos: 1) la cantidad de puntos que cayó el PBI durante cada crisis; 2) los años de duración de la misma.
La evaluación de las crisis

Las perspectivas que nos otorga el índice de crisis expresado en el cuadro son muy ricas, ya que nos habilitan a notar varios elementos que a veces suelen pasar desapercibidos. Avancemos por el lado de las ocurrencias y repeticiones. Evaluemos primero lo que pasó previamente en nuestra historia para luego poner en perspectiva la situación actual.





El primer punto a considerar no agrega ninguna novedad ya que la única variable que se repite en todas las crisis es que el ciclo económico se ve interrumpido cuando las debacles económicas llegan, lo cual, si se quiere, hasta cierto punto es un enunciado circular: no hay crisis económica que no afecte a la economía. Sin embargo, no toda interrupción de un ciclo expansivo es sinónimo de crisis. Por eso vale la pena seguir indagando.

El segundo elemento cualitativo que más se repite y que se observa en todas las crisis (con la sola excepción de la del lanar de 1866) es la caída de las reservas. Y esto no es algo menor. Eso quiere decir que en todas las crisis las autoridades de diverso color político, con diferentes ideologías y en modelos económicos muy distintos, siempre han tendido a perder reservas, siendo por lo tanto esto un indicador casi absoluto de las crisis en nuestro país.

Esto ha ocurrido básicamente por dos motivos: o bien porque han buscado utilizar las reservas para defender un tipo de cambio (y querer evitar una devaluación) o bien por la existencia de corridas cambiarias y desconfianzas de los agentes económicos contra la moneda doméstica, no siendo ambos motivos excluyentes sino incluso pudieron haber sido complementarios.

Esto a su vez se relaciona con los otros dos elementos que le siguen en mayor cantidad de ocurrencia en las crisis (12 en cada caso). Nos referimos a las devaluaciones y al deterioro social. En un grado de repetición más bajo, aparecen dos elementos más (con 11 casos cada uno) que terminan de conjugar la forma típica de la crisis argentina: la caída de los precios externos y la aceleración inflacionaria.

Hasta aquí se podría establecer la siguiente secuencia clásica: en todas las crisis argentinas cae el producto (el 100% de las veces) y también lo hacen las reservas (93,75% de las veces), lo cual termina por provocar una devaluación (en el 75% de los casos) y ella, un deterioro social (otro 75% de los casos). A su vez, podemos ver que las crisis suelen estar fuertemente relacionadas a la caída de los precios externos (68,75% de las veces) y que el deterioro social es responsabilidad de la devaluación porque genera una aceleración inflacionaria (en 11 de los 16 casos).

Por su parte, en el 56,25% de las crisis hubo algún tipo de conflicto social o político de envergadura, mientras que en la mitad de ellas (8 casos) el sobreendeudamiento ocupó un papel central. El elemento cualitativo que menos incidencia ha tenido de todos fue el default, que ocurrió solo en 5 casos.

Saquemos otras conclusiones: las crisis han generado una caída promedio del PBI del 7,18% y han durado poco más de dos años y medio. Así, la media general de profundidad de las crisis argentinas según nuestro índice es de 16,43 puntos.

Del mismo modo, si se consideran los extremos, notaremos que la crisis que más puntos sumó, y por ende la peor de todas las sufridas en la historia argentina, fue la de la Primera Guerra Mundial (1913-1917), con 32 en total (casi el doble del promedio). La segunda crisis en nivel de gravedad fue la del final de la convertibilidad (1998-2002), que obtuvo 27 puntos. En la otra punta, la crisis más leve de todas fue la del lanar (en 1866-69, con apenas 8 puntos), seguidas por tres con un nivel de gravedad muy bajo, 1885, 1995 y 2008, con 9 puntos cada una de ellas.

Si bien como dijimos recién, la crisis de la Primera Guerra Mundial fue la peor crisis de la Argentina, ella no tuvo todos los componentes cualitativos. Solo tres crisis tuvieron la totalidad de estos puntos, por lo que se puede afirmar que en términos de calidad, fueron las más graves. Por eso las crisis de 1890, 1981 y 2001 pueden ser denominadas como “crisis totales”, pues tuvieron todos los componente para ser llamadas “tormentas perfectas”, solo diferenciándose entre sí –y su nivel de gravedad en nuestro índice– por los niveles de caída del PBI que tuvieron y sus años de duración.
¿En qué lugar queda la crisis del coronavirus?Si consideramos el índice de crisis veremos que la situación actual suma 15 puntos. Es decir, apenas por debajo de la media histórica y muy lejos de estar entre la peores.

De las diez variables cualitativas, sólo posee dos: interrupción del ciclo económico y el fuerte deterioro social. Todo lo demás puntos no se registran: no han caído los precios externos, no hubo una fuerte devaluación del tipo de cambio oficial ni una aceleración inflacionaria (sino más bien hubo desaceleración). Las reservas no cayeron aunque tampoco crecieron. No hubo crisis bancaria ni cese de pagos, al contrario se acaba de salir del default, y hasta ahora no hubo una crisis social ni política, como tampoco el exceso de endeudamiento fue responsable de la crisis sino una cuestión sanitaria.

Si bien todavía esta crisis no terminó, las proyecciones de las variables cuantitativas sugieren que la crisis sólo durará un año (aparentemente únicamente 2020 ya que el próximo año habrá recuperación) y la caída económica, según el FMI, será del 12%.

Al sumar 15 puntos en el índice de profundidad, la crisis despertada por el coronavirus le da la razón al kirchnerismo, ya que sacó un punto menos que la crisis que generó el macrismo sin tener pandemia alguna.

Finalmente, vemos entonces que la situación actual es grave y difícil pero que está muy lejos de ser otro 2001 o de ubicarse entre las peores crisis de la historia argentina. Ni por el nivel de profundidad del derrumbe ni por la cantidad de aspectos cualitativos el país parece que vivirá su momento más trágico. En todo caso, lo verdaderamente trágico es que sigamos sufriendo crisis y que lo hagamos de manera tan seguida, llegando al punto de tener que diseñar índices para medirlas y compararlas. Ojalá algún día fueran estudiadas con más seriedad para así dejar de repetirlas en el futuro.

Economista. Doctor en Ciencias Sociales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Guernica por Guillermo Saccomanno en Página 12.
Una magnifica crónica literaria donde Saccomanno emplea el recurso estilistico que utilizó García Márquez en su novela «El otoño del patriarca» : el párrafo largo, sin puntuación, que no da respiro, que describe toda la carga extenuante y opresiva de la situación.
Brillante.