10/12/2020

distracción



Por Mariano Beristain

En el seno del espacio del Frente de Todos existe una gran contradicción. Pese a que la mayoría de sus votantes engrosan las filas del kirchnerismo, hasta ahora, después de nueve meses del inicio del nuevo gobierno, no ha existido un operativo clamor para que se limpien las causas armadas contra CFK. 

La ex presidenta lleva más de cinco años siendo investigada por un grupo de jueces amigos de Mauricio Macri, sin que le encuentren ni le prueben absolutamente nada. 

Hasta Claudio Bonadio, el magistrado de la servilleta que calcó en la Argentina el diseño jurídico de la persecución contra CFK, murió, sin pena ni gloria.

Quién sabe cuánto dinero y propiedades habrá dejado Bonadío a sus descendientes, producto del trabajo sucio, pero bien pago, que le ordenó el establishment desde que Menem lo puso en ese lugar. 
A nadie se le ocurrió investigar su patrimonio mientras a Néstor Kirchner todavía le cuentan las costillas, más de una década después de su deceso. 

A algunos muertos se los respeta mientras a otros, como le ocurrió a Evita, a Juan Domingo o a Ernesto Guevara se los manosea, se los amputa y se los desprecia. 

Las causas contra CFK continúan intactas y las heridas se abren una y otra vez porque los medios de encargan de machacar y machacar para recordarle a la gente una condena inexistente. 
Quieren que un grupo de enajenados repitan, casi sin darse cuenta: "hay que meter en cana a la vieja chorra". 

Los medios han logrado èso, que un grupo importante de fantasmas desangelados coree un slogan vacío, como si fuera un dogma o una revelación de Dios.

No importa que carezca de sentido, ni lógica, y que no haya ningún argumento jurídico que sustente esa condena social orquestada por la derecha. 

En los años de Macri era comprensible que este fusilamiento judicial tuviera lugar. 

Cambiemos la necesitaba presa o aislada para que el pueblo no le preste atención al mayor latrocinio de la historia, que se estaba perpetrando en silencio, por un canal que nadie documentaba. 

Las interminables historias alrededor de Cristina Fernández de Kirchner y su familia sólo debían servirle al resto de los dirigentes y a sus sucesores como una muestra de lo que les ocurriría si osaban repetir el camino populista (léase Popular) de CFK, la sensibilidad social de Evita o la arrogancia nacionalista de Perón. Hay que romper cuánto antes con este influjo. 

En todo este menjunje, extraña como no hay un reconocimiento explicito de los 8 años de la gestión de CFK, por parte de los beneficiarios de sus políticas y de la militancia. 

No se puede vivir en campaña permanente.

Es curioso, no? CFK puso mucho énfasis en la participación de la juventud en la política, que se reflejó, por ejemplo, en los patios militantes y en cada uno de los gestos que prodigaba en las convocatorias multitudinarias que encabezó. 

Muchos de èsos jóvenes (y no tan jóvenes), que aupó y empoderó CFK, hoy tienen cargos políticos.
No obstante, esa militancia no recuerda y, por ende, no evoca a la administración de CFK, tampoco la de Néstor Kirchner.

Sin embargo, no hay que perder de vista, que si continúa el asedio judicial contra CFK no sólo se condiciona el accionar político de la expresidenta y del partido de gobierno sino a la democracia misma, pues mientras se mantenga el chantaje y haya presos políticos, en la Argentina no habrá un Estado de Derecho pleno. 

Desde que se reinstauró la democracia, la Justicia ha demostrado, fallo tras fallo, sus límites a la hora de tocar los intereses económicos de los poderosos. 

La corte automática de Carlos Menem acompañó cada decisión política que habilitó el diseño económico de la mayor estafa de la historia: el neoliberalismo. 

Desde la reforma del Estado privatizador hasta la desregulación económica, que le cedió en bandeja a las mutinacionales el mercado argentino, contaron con el apoyo silencioso o activo de la Justicia, que encabeza la Corte. 

Pero el delito mas grave fue el que garantizo la impunidad a los promotores civiles y beneficiarios finales de la peor dictadura argentina.
 
Históricamente, la Justicia ha demostrado su servilismo con los procesos autoritarios que, por ejemplo, avalaron, mediante una nefasta acordada, el golpe de Estado de 1930. Nada ha cambiado desde entonces. 

A la familia Macri, la Corte menemista, lo salvó de una condena casi segura. 

El presidente de la corte, el juez clarinista, Carlos Rosenkrantz se animó incluso a blandir la teoría del 2X1 para agilizar la salida de los militares homicidas y torturadores. Y ahora esconde en su escritorio un fallo que pondría en el tapete el rol que jugó la familia Blaquier como corresponsable de la Noche del Apagón, una muestra más de la relación intrínseca que existió entre el poder económico y sus esbirros de la dictadura, con el silencio aterrador de la Justicia.

Ahora, en democracia, CFK sufre en carne propia las consecuencias de esta alianza promiscua y oscura que protagonizan Juntos por el Cambio, los grandes grupos mediáticos y la misma Justicia. 
Tuvieron un lustro para criminalizarla y encerrarla pero las pruebas son tan dèbiles, que no pudieron hacerlo. 

Sin embargo, el chantaje se mantiene. 

No le encontraron nada y la oposición puede tratarla como ladrona porque la Justicia macrista sigue intacta y no la ha exonerado. 

Cuando, en realidad, el mismo camino que se utilizó para inventar le causas truchas se debería desandar, aunque rápidamente, porque CFK ya sufrió un lustro de escarnio. 

La contracara de ello es que el expresidente, Mauricio Macri todavía no conoce las escalinatas de los tribunales, cuando existen varias causas que lo pondrían contra las cuerdas si hubiera una Justicia justa. 
Qué pasa? Qué ocurre que sigue la misma política judicial de Macri? Cambiemos supo utilizar la mesa judicial para encarcelar, condicionar y atormentar a los principales dirigentes de la oposición.

Sin embargo, no se observa la misma presión organizada para demostrar la persecución a Cristina ni tampoco ha habido mucho interés en utilizar la memoria reciente del Estado para presentar las pruebas del daño que le hizo Macri a la administración pública y a todos los argentinos. 
Es tiempo de desatarle las manos a CFK, de liberar a los presos políticos y de terminar con la immunidad judicial que protege a Mauricio Macri y a los responsables civiles de la dictadura, del vaciamiento del país..

Lo que está en juego es la recuperación de la democracia perdida. 

Nadie puede hacerse el distraído.

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