Competencia en el laboratorioEntrevista a Johannes Varwick
¿Rusia, China o Estados Unidos? La búsqueda de una vacuna contra el covid-19 se está convirtiendo en un campo de batalla geoestratégico. Johannes Varwick, analista especializado, explica los riesgos y los efectos colaterales de esta competencia.
En la actualidad estamos viviendo una carrera global por producir una vacuna contra el coronavirus. Rusia es el primer país que ha aprobado una. Al mismo tiempo, se multiplican las advertencias sobre los efectos de esta competencia. ¿Qué rol cumple la preocupación por la propia reputación en las reacciones críticas a la vacuna de Rusia que se suscitaron en Estados Unidos y Europa?
Por supuesto que estamos ante una carrera por la vacuna y que es una cuestión de prestigio nacional, pero también están en juego intereses nacionales bien concretos. Por lo que sabemos, Rusia ha aprobado la vacuna sin haberse atenido a los estándares establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Usar la vacuna a gran escala sin esperar los resultados de los estudios clínicos suena a experimento con humanos. Solo puede permitírselo un sistema autoritario como el de Rusia, sería inconcebible en las democracias occidentales. Con estos antecedentes, no es posible predecir aún si la vacuna rusa –que los rusos probablemente llamarán «Sputnik V»– es efectiva o, por el contrario, dañina.
Queda por ver si el procedimiento nada convencional de los rusos tendrá éxito. Si Rusia se convierte en el primer país con una protección efectiva contra el covid-19 y la pone a disposición de su población, en realidad tendrá algo de «Sputnik», como en la década de 1950, cuando la Unión Soviética lanzó el primer satélite artificial terrestre. Rusia dispondría entonces de una ventaja en una carrera tecnológica que le aportaría prestigio y beneficios económicos. En el caso de no lograrlo, el daño sería igualmente grande. No puedo imaginarme a Rusia asumiendo tamaño riesgo a sabiendas y, en ese sentido, supongo que está convencida de que va por el camino correcto. Pero esta autopercepción podría ser engañosa.
¿Por qué la investigación de una vacuna contra el coronavirus se convirtió en el nuevo campo de batalla de la geopolítica?
El desarrollo de vacunas, una cuestión estratégica para superar esta crisis del siglo, es en verdad lo que llamábamos antes «bienes colectivos mundiales». O sea, la producción de bienes materiales o inmateriales que son fundamentales para gran parte del mundo, como la seguridad internacional, las rutas de libre comercio o un medio ambiente intacto. Aquellos que fueron líderes en la fabricación de estos productos tradicionalmente determinaron la política internacional también en otras áreas. Esas eran, en cierto modo, las herramientas de los países hegemónicos.
Si las vacunas son los nuevos bienes colectivos mundiales, no es de extrañar que haya comenzado una carrera por ellas. Sin embargo, hay dos argumentos que deben mantenerse separados. Algunos dicen que esta pandemia nos hace ver que necesariamente debemos pensar globalmente, que necesitamos, en cierto modo, una política estructural global sobre estas cuestiones de salud mundial. El contraargumento dice que ahora cada país se preocupa principalmente por sí mismo. No creo esté definido qué argumento triunfará. Pero si gana el segundo, entonces realmente tenemos una confrontación entre países, con todas las consecuencias resultantes. Es probable que esto no beneficie a nadie en el largo plazo.
Los grandes jugadores actualmente parecen ser Rusia, Estados Unidos y China. ¿Dónde se encuentra la Unión Europea en esta competencia?
Los más de 150 desarrollos prometedores para una vacuna que se enumeran en la OMS prueban que actualmente hay un esfuerzo enorme en diferentes niveles. De modo que, tarde o temprano, habrá una vacuna eficaz. Por cierto, en cualquier otro momento de la historia esto habría sido imposible. Pero la pregunta crucial es: ¿quién tendrá acceso a la vacuna y quién sacará provecho de ella? En estos últimos meses, todos los países grandes con capacidad económica se han asegurado los derechos de uso de vacunas o están promoviendo la investigación con empresas estatales o participaciones estatales. La entrada del Estado alemán en la empresa CureVac, con sede en Tubinga, no es, por cierto, una excepción. El hecho de que CureVac empiece ahora a cotizar en la Bolsa de Estados Unidos muestra también la interconexión transnacional en esta área.
Estados Unidos tiene, además, acuerdos con la empresa alemana BioNTech, pero también con Johnson & Johnson, Sanofi y varias otras. Australia, Canadá, Japón y muchos otros países han firmado contratos similares. También hay numerosos esfuerzos en este sentido: en Europa, por ejemplo, una alianza de Alemania, Francia, Italia y los Países Bajos ha acordado con el grupo británico AstraZeneca el suministro de 400 millones de dosis. La Unión Europea quiere participar en la iniciativa COVAX, creada por la OMS junto con la alianza mundial para vacunas GAVI, que tiene como objetivo hacer una compra colectiva de 2.000 millones de dosis para 2021 y distribuirlas de manera equitativa en todo el mundo.
¿Tiene sentido que los Estados europeos se pronuncien a favor de la disponibilidad universal de la vacuna? Al fin y al cabo, países como Alemania y Francia vacunarán primero a sus propios habitantes antes de que sean tenidos en cuenta los países del Sur global.
Si la filosofía básica de esta pandemia global es: «Nadie está a salvo mientras no todos estén a salvo», entonces es importante hacer popular esta idea al distribuir la vacuna. Por otro lado, es claro que la tarea de cada gobierno es cuidar en primer lugar a su propia gente. Resulta que en estos tiempos uno de los parámetros más importantes para medir el éxito o el fracaso de un gobierno es la cuestión de cómo se maneja el país durante la pandemia. Un liderazgo político inteligente no hace de esto una contradicción. Por tanto, necesitamos un equilibrio entre los intereses a corto plazo, puramente nacionales, y los intereses mundiales a mediano plazo, que, si se los observa correctamente, también son intereses nacionales.
¿La vacuna, como lubricante de alianzas globales, allanará el camino para un nuevo orden mundial? ¿Qué países es probable que se beneficien con esto?
Creo que eso es una exageración. Veo más bien el problema en el largo plazo, por el hecho de que en el futuro la solidaridad internacional les parecerá a muchos un bien suntuario. En los próximos años, los famosos «deberes más allá de las fronteras», las obligaciones más allá del propio país, se verán sometidos a una intensa presión. Es probable que cada país se ocupe lo mejor que pueda de sus propios problemas, y la idea de la solidaridad internacional se verá sometida a una intensa presión, por así decirlo. Es de suponer que esto se manifestará en disminución de los presupuestos de ayuda al desarrollo, reducción de los presupuestos para la estabilización internacional, retirada de las misiones internacionales para el mantenimiento de la paz y recortes en los presupuestos de defensa. El cosmopolitismo, la solidaridad internacional y la responsabilidad global amenazan con quedar rezagados, primero en el discurso, pero también en la acción.
¿Cómo puede garantizarse que organizaciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no terminen siendo víctimas de esta compulsa geopolítica?
Por desgracia, la ONU es irrelevante en este momento. Si bien el Consejo de Seguridad se reunió, está paralizado por los derechos de veto de China, Rusia y los Estados Unidos. Hay algunas agencias especializadas de la ONU, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo o en el área de ayuda humanitaria, que son bastante efectivas. Esto también se aplica a la OMS, que continúa haciendo un buen trabajo, pero que simultáneamente es víctima de la política. Se ha llegado a un punto tal que Estados Unidos ha anunciado su salida de esa organización. La creciente pugna por el poder entre Estados Unidos y China también se refleja claramente en la OMS.
De modo que el sistema de la ONU no es completamente ineficaz, pero el multilateralismo tal como lo conocemos está verdaderamente bajo presión. El público no sabe en absoluto qué está sucediendo en los países en desarrollo porque aún no conocemos las cifras. Esto tiene que ver con el hecho de que allí se testea poco, pero sería un verdadero milagro que una buena parte de África o las regiones en conflicto, desde Siria hasta Libia o Afganistán, sobrelleven mejor esta pandemia. Los números también aumentarán allí, lo cual producirá inestabilidad. En tal sentido, los famosos agujeros negros en la política mundial probablemente aumentarán y esto puede ser para preocuparse.
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Johannes Varwick es politólogo y catedrático de Relaciones Internacionales y Política Europea en la Universidad Martín Lutero de Halle-Wittenberg. Desde mayo de 2019 es presidente de la Sociedad de Políticas de Seguridad (GSP, por sus siglas en alemán).
Fuente: IPG
Traducción: Carlos Díaz Rocca
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