A veces optamos por alianzas que, a la vista de otros, resultan incomprensibles, pero que nos abren puertas que seríamos incapaces de abrir solos.
Cuando Joe Biden anunció que Kamala Harris será su compañera de fórmula en la campaña presidencial, algunos se preguntaron cómo podrían asociarse después de que Harris criticó a Biden durante las primarias por haber trabajado con políticos segregacionistas en el pasado. Pero en Harris, una mujer negra de ascendencia india de 55 años, Biden encuentra un modo de atraer a votantes diversas que anhelan verse representadas en el gobierno de Estados Unidos.
Cuando Donald Trump ganó las elecciones de 2016, muchos se preguntaron porqué los cristianos evangélicos más piadosos votaron por un candidato que “se divorció dos veces. Hizo carrera en el negocio de las apuestas. Se rodeó de amigos racistas. Rara vez iba a la iglesia. Se negó a pedir perdón por sus pecados”.
Pero en Trump, escribió Elizabeth Dias en un estupendo y extenso reportaje, los conservadores religiosos vieron una promesa: “El cristianismo tendrá poder”, aseguró. “Si llego ahí, ustedes van a tener mucho poder, no necesitarán a nadie más”.
— Elda Cantú
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