7/14/2020

el politólogo embiste: car one

Miguel Wiñasco: la marcha de los gandhianos, la odiadora que nos suscita odio, y una dulce horca.


Car One| Bienvenido a la nueva era de los planes de ahorro
La sacerdotiza del odio extremo, la abominable mamba negra de Toloza, no habla. Su silencio, lejos de apaciguar la destemplanza de una sociedad harta de ella, atiza las llamas de un inextinguible fuego, como un inclemente ventarrón. Es un mutismo provocador, desafiante, ensoberbecido. Una ausencia de aire y palabras que enardece y exalta hasta los más calmos ciudadanos. Los que quisiéramos despedazar de imprecaciones e improperios, hasta el más monosilabico de sus fraseos, pues nos exacerba la paradoja de no soportar que hable, pero tampoco toleramos su actitud silente. La aborrecemos con todas las fuerzas de nuestras bellas almas.

Fantaseamos poéticamente con verla mecida en una dulce horca en Plaza de Mayo, para solaz de nuestras familias. Y que luego de varios días de ser exhibidos cómicamente pendulantes, sus profanados y descoyuntados restos sean paseados y arrastrados por una festiva multitud, por las calles más elegantes de la parte más culta de la ciudad. Y por fin, ya irreconocible en tanto guiñapo sanguinolento, sea arrojado desde un avión a las insondables profundidades del Río de la Plata, para que ninguno de sus inauditos fanáticos, pueda jamás homenajearla.

Y que ningún censor kircho-estalinista se atreva a cuestionar nuestro ensueño republicano, pues forma parte de nuestro ser histórico.

Ese ser que también es misericorde, pues para los hijos de la jefa populista no pedimos pena capital, ya que nos contentamos con cadenas perpetuas con accesorias por tiempo indeterminado. En cuanto a los nietos de la autócrata, existen orfanatos de bajo presupuesto. No quisiéramos que algún buen samaritano adoptara a esa cría, y luego se expusiera a una persecución como la padecida por piadosos matrimonios de las fuerzas de seguridad de los años 70. O la sufrida por doña Ernestina Herrera de Noble, quién a la sazón se debe estar revolcando en la tumba, pues uno de sus hijos adoptivos está en pareja con una abyecta simpatizante peronista. Y qué monstruosa ironía opera a veces en este caótico mundo.

La marioneta de Elisabet Kirchner, ese irrespetuoso y genuflexo felpudo de bigotes, ese presidente de pacotilla carente de toda legitimidad, dueño de una sucia jauría de collies rabiosos, nos amenazó e insultó a los institucionalistas. De la más perversa y brutal forma: nos llamó "odiadores seriales" y dijo que iba a terminar con nosotros.

Le respondimos con un pacífico y gandhiano banderazo por la libertad de expresión y la vigencia de la Constitución, exigiéndole de buen modo que renuncie.

Mandaron a sus provocadores a cubrir el acto, y los invitamos, enérgica pero civilizadamente, a retirarse. Tal vez estuvo de más algún empellón, un epíteto altisonante, incluso algún trompis, pero nadie propuso linchar y empalar en el Obelisco a ese tal Guazzora, como bien se merece.
No obstante lo cual, volvimos a ser bestialmente atacados por los populistas que se fingen ciegos, y dicen no haber visto a los centenares de miles de ciudadanos que había manifestándose en sus autos por todo el país. Se escudan cínicamente en la falta de imágenes de drones, cuando bien saben que las empresas deben ahorrar costos en este escenario de crisis. Y los costos se abaratan mucho con un paneo cerrado a nivel de la calle.

Empero, lo que más irrita al ciudadano que se manifiesta en paz contra el totalitarismo, es el sarcasmo hiriente, la mofa displiscente y jaranera, como la del ultrak López Artemio. Sujeto que se permite tuitear "que no convocamos a nadie", que lo hacemos "en modo Car One", y que no por eso "el gobierno se tiene que dormir en los laureles". Es mi límite, confieso que esa chacotera acotación me provoca furia homicida, pues imagino a sus seguidores riéndose de nosotros a mandíbula batiente.

Previendo que el kanal del régimen sovietizante CCCP5N, contrate a este joker como movilero, pienso llevar al próximo banderazo, un bate de beisball debajo del asiento de mi BMW típico de clase media.

Hicieron enojar a los mansos, atengansé a las consecuencias.

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