Reflexiones en torno a la mitigación del impacto económico de la pandemia COVID-19 y el rol
de la política industrial
Hernán Morero
Profesor Adjunto en “Economía Industrial” (FCE, UNC. Argentina).
Investigador Adjunto de Conicet (CIECS, Conicet y UNC).
Asistimos a una crisis de carácter mundial debido a la pandemia del COVID-19. La Cepal prevé
que tendrá efectos dramáticos sobre la economía global, incluso más intensos que la crisis de 2008,
estimando una caída del 1,8% en el PBI de América Latina y el Caribe, pudiendo elevar las tasas de
desempleo en 10 puntos para la región y con ella los niveles de pobreza extrema [1].
Sus efectos
recesivos operan por mecanismos tales como la ruptura de la cadena de pagos y de
comercialización, los desajustes producto de la interrupción de las cadenas globales de valor, la
prácticamente eliminación de la demanda de servicios de turismo, la caída de los precios de los
commodities y su impacto en los países exportadores de materias primas; y especialmente por la
merma productiva en la industria manufacturera y de servicios, resultante de las medidas de
aislamiento social y cuarentena, y su impacto en los niveles de producción. Desde ONUDI se nos ha
invitado a miembros de LALICS a aportar reflexiones en torno a políticas, industriales y de
innovación, que ayuden al proceso de recuperación económica una vez superada la fase más crítica
de la pandemia de COVID-19 que asedia al mundo, así como formas de mitigar su impacto
económico y productivo actual.
Esta corta nota de opinión, trata de resumir tres preocupaciones y
pensamientos en construcción alrededor de este disparador, que en nada pretenden agotar las aristas
económicas, sociales, psicológicas, políticas, éticas y hasta existenciales, que deben ser atendidas
como producto de lo que constituye un colapso sanitario de carácter global en las economías
capitalistas.
1. La política industrial en el plano inmediato debe subordinarse a la reactivación
económica, vía políticas fiscales y monetarias expansivas con foco social. El impacto
económico y productivo asociado al paro del aparato productivo requerirá un impulso de
recuperación fiscal y monetaria bastante agresivo. En lo inmediato la salida económica es
conocidamente keynesiana. La historia del capitalismo ha dejado suficientemente demostrado
que ante esta clase de eventos catastróficos, la reactivación en el corto plazo viene desde los
Estados, no desde los mercados.
Las economías se levantan de una situación de desastre a
través de un fuerte impulso de demanda y de reconstrucción de las unidades productivas
dañadas. En el corto plazo, para contribuir a mitigar los efectos económicos nocivos,
recomienda para la política industrial medidas de corte horizontal con un especial cuidado a
los establecimientos productivos más débiles, esto es con prioridad a las mipymes. Según
datos de Cepal, en la Unión Europea las mipymes representaban hace algunos años el 56,2%
del valor agregado y el 69,45% del empleo; mientras que en América Latina la
heterogeneidad productiva es mayor: las mipymes concentran el 24,6% de la producción, el
61,2% del empleo y el 99,5% de las empresas [2]. Los tipos de medidas son diversos, van
desde moratorias impositiva para mipymes, liquidez ilimitada a través de préstamos con
garantía de la banca pública, provisión de facilidades para el pago de los salarios de las
empresas, así como consideraciones especiales para el pago de servicios públicos, entre otros.
Huelga repetir, que estas son solo algunos puntos a considerar en compañía de una
recuperación del poder adquisitivo de la población, con un aumento en el gasto público social
y una especial atención a todo el segmento informal de la economía.
2. La política industrial en un mediano plazo debe colaborar en una restitución progresiva
de las funciones desmanteladas del Estado de Bienestar.
El proceso de desmantelamiento
de los Estados de Bienestar que viene operando en los países capitalistas desde mediados de
los 1970s ha mostrado su estrepitoso fracaso al no poder garantizar el derecho a la salud. Los sistemas de salud mixtos han mostrado su vergonzosa incapacidad de responder ante una
gripe, forzando a la sociedad a una situación de aislamiento social inhumano. Se torna
necesario repensar las funciones esenciales que garanticen el ejercicio de los derechos de los
ciudadanos, hacia un Estado de Bienestar del Siglo XXI, para los países que
democráticamente elijan salidas capitalistas a esta crisis. Y las políticas industriales de
carácter vertical en el mediano plazo deben estar al servicio de la restitución de estas
funciones bienestaristas esenciales, hoy nos toca pensarlo en torno a la salud.
La salud pública
debe ser protegida de la intromisión de la fría lógica de mercado y de la miopía de los análisis
costo-beneficio y de “eficiencia” que la caracterizan. Especialistas en economía de la
innovación en el área de la salud han señalado reiteradamente que existen sistemas de
incentivos alternativos a la obtención de ganancias y la rentabilidad, tan o más eficaces para
inducir la I+D, generar nuevos desarrollos y avances tecnológicos en este campo. Las
políticas industriales selectivas relacionadas al sector de la salud, relativas a sectores tales
como farmacéutica, así como servicios, infraestructura, equipamiento e insumos médicos,
deben subordinarse a los derechos y necesidades sociales y no permitir más la intromisión de
la lógica de “eficiencia económica” en su interior. Evidentemente hace años contar con
decenas de miles de camas de terapia intensiva y respiradores “ociosos” ha sido evaluado por
parte de los sistemas de salud mixtos como inversiones ineficientes; mientras actualmente
afrontamos los resultados penosos de esas decisiones.
La incapacidad de estos sistemas de
reaccionar, donde las lógicas eficientistas definen lo que se invierte, lo que se investiga, el
personal, equipamiento y medicamentos que se disponen; hoy nos sume en esta crisis sanitaria
global, que lleva a países a nacionalizar su sistema de salud pública, cuando ya los decesos se
suman de a miles y miles. No pueden existir ni "medicamentos huérfanos", ni insuficiencia de
médicos o enfermeros, ni falta de camas de hospital ante una pandemia gripal; en las
modernas economías de la ostentación y el despilfarro consumista que asistimos desde inicios
del siglo XX. No efectuar cambios sobre la lógica de funcionamiento de los sistemas de salud
es una negligencia que nuestras sociedades no deben permitir, porque pone en riesgo el
ejercicio de sus derechos humanos esenciales. Hoy asistimos a esta negligencia en el campo
de la salud, pero no es la única función de los Estados de Bienestar que deben ser recuperadas
antes que otro tipo de colapso vergonzoso nos encierre nuevamente en nuestras cavernas
adornadas de tecnología y conectividad.
3. Los costos y apropiación de los beneficios de una transición forzada hacia el teletrabajo.
El COVID-19 pasará, dejando tras de sí tremendos costos sociales y económicos que
deberemos afrontar como sociedad, pero las prácticas de teletrabajo y los regímenes
establecidos para esta modalidad de trabajo que se muestren como “exitosos”, permanecerán
en el mundo de la producción.
Debemos ser conscientes de que estamos asistiendo a una
transformación, forzada por las circunstancias, de los procesos de trabajo cuyos costos,
especialmente psicológicos y organizacionales, pero también de infraestructura; han sido
impuestos compulsivamente al sector asalariado formal. Los hogares deben reconvertir sus
espacios de vivienda, desde adecuarlos a las condiciones de trabajo, a disponer el mobiliario,
los equipos informáticos y de conectividad, hasta reconvertir los tiempos del hogar,
internalizar el stress laboral al ámbito familiar. En sí, como resultante de esta crisis sanitaria,
están siendo trasladados de manera compulsiva buena parte de los costos de la transición
hacia formas de teletrabajo, al interior de los hogares cuyos ingresos provienen del segmento
asalariado formal. Son formas de trabajo que constituyen herramientas importantes en una
transición hacia lo que se ha dado en denominar "industria 4.0".
Una transición que se
mostraba por el momento más como un discurso con escasa contracara empírica, pues
realmente la proporción de empresas de este tipo resulta ínfima a nivel mundial, y suele
acotarse a algunas actividades de algunas grandes multinacionales [3]. En su momento, buena
parte de los costos de la transición hacia los procesos de trabajo de la producción flexible fue
trasladada desde los eslabones productivos más poderosos (como las empresas
multinacionales, a través de sus filiales) a los establecimientos más débiles (como las pymes
locales). Las circunstancias actuales imponen parcialmente esta transformación de manera
cruel a las organizaciones y trasladan la mayor parte de los costos a los hogares de los
trabajadores.
Este fenómeno resultante es un foco de intervención específica para la política
industrial en el mediano y largo plazo, pues la distribución de las ganancias de productividad
que puedan surgir de la implementación futura de modos de teletrabajo en el sector
productivo que sobreviva a la crisis, cuando retorne a sus niveles de actividad, no
necesariamente responderá a esta distribución de costos. Ello sin contar la medida en que la
profusión de estas formas de trabajo impactará sobre la precariedad del trabajo asalariado
formal, y el efecto disciplinador y ejemplificador que pueda tener sobre el trabajo informal.
Además, estos cambios en las formas de organización social y del proceso de trabajo desafían
a lo planteado en el punto anterior pues, al debilitar la posición negociadora de las empresas
más pequeñas y fundamentalmente de la clase asalariada formal, contribuyen al
debilitamiento de las políticas características de los Estados de Bienestar Social.
Una mirada panorámica sobre estos tres puntos condensa en que la política industrial actualmente
debe cumplir un rol subordinado a la política social, de salud y de empleo a nivel de las naciones;
tanto en el plazo inmediato, como el mediano y largo plazo. Con el tiempo, tras la recuperación
social, podrá retomar su rol protagónico en las economías periféricas, de impulsor del cambio
estructural y de emancipación económica y productiva con inclusión social.
Referencias
[1] Comunicado de Prensa de Cepal 19/03/2020. "COVID-19 tendrá graves efectos sobre la economía
mundial e impactará a los países de América Latina y el Caribe". Disponible en
https://www.cepal.org/es/comunicados/covid-19-tendra-graves-efectos-la-economia-mundial-impactarapaises-america-latina
[2] Dini y Stumpo (2018). Mipymes en América Latina: un frágil desempeño y nuevos desafíos para las
políticas de fomento. CEPAL, Chile. Cap. 1. “Mipymes y heterogeneidad estructural en América Latina”, F.
Correa, V. Leiva y G. Stumpo.
[3] Motta, Morero y Ascúa (2019), “Industria 4.0 en mipymes manufactureras de la Argentina”, Documentos
de Proyectos (LC/TS.2019/93), Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
1 comentario:
llegó carta desde inglaterra: dice "el gato se subio al tejado..." o lo que es lo mismo: https://www.ambito.com/mundo/boris-johnson/enfermo-coronavirus-el-premier-britanico-boris-johnson-fue-trasladado-terapia-intensiva-n5093831
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