1/29/2020

simpatía por el demonio: seguro que cuidan sus intereses si cortan las rutas con tractorazos?






EL CAMPO ES TOP: DE LA TIERRA AL MOSTRADOR


Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont
Solo 87 corporaciones con sede en 30 países dominan la cadena de producción de agronegocios en todo el mundo. Cuatro grandes comerciantes controlan la importación y exportación de productos agrícolas: el llamado grupo ABCD, formado por las empresas estadounidenses Archer Daniels Midland (ADM), Bunge, Cargill y la multinacional con sede en los Países Bajos, Dreyfus Company. Juntas representan hoy el 70% del mercado mundial de productos agrícolas.
Campesinos, maquinaria, semillas, animales, praderas, trabajadores madrugando, la descripción de la publicidad nos hacen pensar en una agricultura de humildes campesinos. Nuestros alimentos están vinculados de manera inseparable a estas imágenes. Nada que ver con la realidad de la concentración, hegemonía y dominio de los gigantes de productos agropecuarios que describimos antes. Mucho menos imaginable resulta pensar que en las relaciones desiguales de poder, los campesinos y los obreros defiendas a trasnacionales de los sectores agrícola, con pick ups, tractores, cortando caminos ante la presión del cruel Estado y sus expropiadores impuestos.
Las transnacionales agrarias, alimentarias y comerciales impulsan la industrialización a lo largo de toda la cadena de valor, desde el campo hasta el mostrador de la tienda. Con sus políticas de compra y de venta fomentan una agricultura para la cual el elemento central lo constituye el aumento de la productividad, y en la que la lucha por obtener participaciones en el mercado suele desfavorecer a los miembros más débiles en la cadena de suministro: los campesinos y campesinas y los obreros y obreras. Pero la presión sobre los precios por parte de las cadenas de supermercados y de las transnacionales alimentarias no sólo es una de las causas principales de las malas condiciones laborales y de la pobreza” (Atlas del Agronegocio)
Bien, en un país en donde los campesinos se creen los dueños del PBI, quien lo mueve son los grandes exportadores, donde alguien en la cadena de valor aumenta los precios de manera desmedida para su beneficio, y otra vez para su beneficio en las góndolas del supermercado. Quizás tengamos que darle una mirada más regional o mundial a un fenómeno poco claro, de países que pueden alimentar a millones de personas, pero están inundados de pobres, una invención incomprensible y muy extraña.
Vamos a dar una mirada más aterradora de sus defensores, los que protegen al agronegocio, desde los Estados que no los regula ni limitan, que ni siquiera tienen una política comunicacional que muestre el daño que causan, o al menos poner algún parámetro de seguridad nacional inventando bienes estratégicos, aunque sea la tierra de dónde sacan sus productos, al agua que utilizan, el ambiente que contaminan. Y también de las carreteras o trenes con que transportan sus cultivos o productos, que el Estado mantiene con impuestos, o los puertos, oscuros reductos privados de salida, donde fluyen los productos sin demasiado control. Para eso retomaremos como referencia el Atlas del Agronegocio de la Fundación Heinrich Böll.
De los 22 capítulos en los que está dividido el Atlas, solo tomaremos algunos trozos de información, que no solo tiene relación con la parte agraria, sino también industria agropecuaria, alimenticios etc. Pero haremos hincapié en algunos puntos necesario para quitar el velo angelical de productores abnegados, como si fueran pequeños productores agrícolas, que nada tiene que ver con los beneficios en la cadena de valor.
La fertilidad del campo tiene una importancia central, los nutrientes que se pierden con la cosecha deben reponerse mediante fertilizantes, principalmente los tres más importantes: nitrógeno, fósforo y potasio. La invención de los fertilizantes minerales posibilitó la industrialización, la colaboración para aumentar la productividad de las explotaciones agrícolas pequeñas y, al mismo tiempo, mejorar la producción de humus en los suelos, no era mala idea. La industria de los fertilizantes resultó ser un negocio asombroso, se comercia en todo el mundo aunque tiene algunos inconvenientes.

Su producción consume mucha energía, por eso sus costos se orientan por los precios del gas y el petróleo. Muchas plantas de producción se encuentran en lugares con disponibilidad de energías fósiles baratas.”

Solo en 2017 se vendieron U$S 195 MM de fertilizantes y, por supuesto, su comercialización está a cargo de monopolios: Agrium (Canadá), Yara (Noruega) y Mosaic Company (Estados Unidos). Los tres juntos dominan el 21% del mercado global de fertilizantes y disponen de minas y fábricas propias. Por cierto, en cada compañía vamos a mostrar sus accionistas para arribar a la eterna letanía de repetición donde Vanguard International, Fidelity Low-Priced y BlackRock son partícipes en cada eslabón de la cadena. En este párrafo son accionistas en Yara y Mosaic y por supuesto en los cuatro miembros del ABCD.
Cuando el suelo es fértil, se necesitan semillas y pesticidas, dos parte de una misma moneda. No imaginarán quienes monopolizan el mercado. Bueno, Bayer tuvo la peregrina idea de desembolsar U$S 66 MM para adquirir Monsanto; por su parte, ChemChina compraba Syngenta en U$S 43 MM, mientras que Dow y Dupont se fusionaron y se focalizaron en tres grandes rubros, sin dejar de utilizar su denominación comercial más conocida y globalmente expandida, como “Pioneer” en semillas. Por cierto, tanto Bayer, Dow como DuPont tienen participación accionaria de Vanguard, Fidelity y BlackRock.
Se comienza a perfilar un sentido opuesto a la mano invisible de Adam Smith, todo tiende a monopolizarse y el mercado hace un largo tiempo que se fue por la alcantarilla. Las tres grandes empresas de semillas y pesticidas dominan el 60% del mercado mundial y, obviamente, entre las grandes destaca Bayer, un 30% del mercado de semillas y un 25% del mercado de pesticida después de comprar a la compañía estadounidense con peor imagen y más denuncias de la historia, productora del químico y de al menos 12 productos cancerígenos, la soja transgénica y el agrotóxico glifosato, entre muchos otros, Monsanto.
El informe de la Fundación Böll otorga una mención especial a la Republica de la Soja, como antes a las repúblicas bananeras. El sur de América se convirtió en la republica unida de soja, “el papel de la Argentina en la promoción del modelo agrícola industrial transgénico fue crucial y fue el país que representó la cabeza de playa de esta expansión para la industria semillera y agroquímica mundial”. Lo interesante es que el desarrollo fue privado, pero el eje institucional gubernamental facilitó las cosas, y llamativamente hoy no recoge sus beneficios.
“Organismos estatales como CONABIA, SENASA y la Secretaría de Agricultura (SAGYP en 1996), dieron el visto bueno para la liberación del primer gran evento transgénico a gran escala del sur de América, la soja RG (resistente al glifosato), frente a la pasividad de organizaciones técnicas locales, como el INTA en la Argentina o EMBRAPA más tarde en el Brasil”. Quien comenzó en los noventa a la cabeza del proyecto transgénico fue la empresa argentino-holandesa NIDERA, que luego se convirtió en Syngenta, que fue comprada como dijimos por ChemChina.
En los últimos años, las primeras 20 variedades de soja transgénica ocupan el 50% del mercado. Nidera y Don Mario Semillas lideran el mercado con el 10% cada una, con sus dos variedades actuales más exitosas, la Nidera A5009 RG y Don Mario 4612 RSF. Pero Don Mario es la marca líder en soja, abarcando con todas sus variedades más del 65% del mercado.
Actualmente, 7,5 de cada 10 buques graneleros lleva harina y aceite de soja sudamericanos, y de estos, 5 son productos de origen argentino. Argentina y Brasil exportan el 91% de la harina de soja y el 62% de su aceite. Los planes de integración regional como IIRSA (Iniciativa para la integración de la infraestructura regional de América del Sur), promovidas por el Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata (FONPLATA), tienen a la Hidrovía Paraguay-Paraná como la principal arteria de toda esta producción.
“Los puertos son privados en su totalidad. Rosario ha sido superado por Puerto San Martín/San Lorenzo donde se destacan empresas como Terminal 6, COFCO (China), Renova (Argentina/Inglaterra/Suiza), Cargill (EE.UU.), ADG (Argentina/EE.UU.), Bunge (EE.UU.) y Dreyfus (Francia), que reciben en promedio, en los últimos 5 años, más de 2200 buques de ultramar. Para llenarlos, se movieron 2.600.000 camiones, 260.000 vagones de tren y 3.000 barcazas menores provenientes del norte de la Hidrovía.”
Por lo que vimos, las semillas, los pesticidas, los fertilizantes, los puertos parecerían tener nombre y apellido. Ellos son los que se adueñan de las exportaciones de los argentinos, de los dólares que liquida en cuentas externas, son los mismos que los combativos y abnegados agricultores defienden.
Las diez principales empresas exportadoras de granos y subproductos fueron responsables del 93% de los embarques argentinos al exterior durante el 2018, según la Bolsa de Comercio de Rosario. Cinco de ellas exportaron el 54% de un total de 69 millones de toneladas de granos, harinas y aceites producidos el país el año pasado, como muestra el cuadro más adelante.
Las empresas Cargill, A.D.M. Agro y Bunge fueron los tres principales exportadores: Cargill despachó cerca de 9,6 millones de toneladas (14% del total), A.D.M. aproximadamente 7,3 millones (11% del total) y Bunge 7,2 millones (10% del total), según el informe que estamos revisando.
En sexto lugar aparece la exportadora Vicentín, la empresa a la que el Banco Nación, durante la gestión de Cambiemos, le otorgó préstamos por $18.700 millones, el siguiente acreedor en importancia es el Banco Provincia de Buenos Aires, con unos $1.623 millones; es decir, entre la exgobernadora Vidal y el economista Javier González Fraga le otorgaron más de U$S 420 millones. Al menos eso se cree, porque el Banco Central todavía no actualizó la clasificación de deudores con la información al 31 de diciembre del 2019, por lo tanto, los pasivos podrían ser aún mayores.
El monto que el Banco Nación le prestó a esta empresa sorprendió a propios y extraños. Representa el 78% de la deuda bancaria de la empresa y, además, comprometió el 20% de la responsabilidad patrimonial computable del banco. La magnitud de los montos excede todos los límites de riesgo de concentración fijados en la normativa de Basilea II —adoptados por el Banco Central— y habla de un claro vínculo entre el macrismo y la empresa, una de las principales aportantes a la campaña del entonces oficialismo.
De acuerdo con los registros, Vicentín aportó a través de tres de sus empresas: Algodonera Avellaneda, FRIAR S.A y Oleaginosa San Lorenzo. Las tres pertenecen al holding agroexportador. Cada una de las compañías aportó para la campaña de Juntos por el Cambio la suma precisa de $4.500.000, lo que da un total de $13.500.000. Con esa cantidad, aparecen como uno de los principales aportantes privados a la campaña de Mauricio Macri. Por cierto, el 5 de diciembre la empresa se declaró, no es chiste, en “estrés financiero”, sin que hasta el momento haya presentado propuesta de pago alguna.
No hay una explicación económica ni jurídica de por qué se aceptó exceder ese límite fijado por riesgo. Aunque genere suspicacias, nadie otorga un crédito por sobre un límite sino recibe una contraprestación, como es el caso de otros polémicos préstamos de la entidad hacia empresarios amigos del macrismo. El más conocido es el caso de Mercado Libre, que a fines de 2017 consiguió el aval de la Casa Rosada para que el Nación le gire $4.000 millones, al tiempo que enfrentaba una demanda de la AFIP por impuestos impagos por 500 millones de dólares.

¿Están muy seguros que cuidan sus intereses si cortan las rutas con tractorazos?


1 comentario:

Anónimo dijo...

a esa versión de la cancion le falta el "larai larai"