La victoria electoral es sólo el comienzo de un camino largo hacia el despliegue de todo el potencial nacional. El sendero hacia la segunda victoria está por comenzar: lograr construir gobernabilidad, realizar una buena gestión, evitar ser desestabilizado desde adentro o desde afuera, volver a poner al país en funcionamiento productivo. Recién la tercera victoria será la vencida: la consolidación de un modelo económico y social de desarrollo viable y sustentable, que garantice buenas condiciones de vida y de progreso para todo el pueblo.
Por Ricardo Aronskind*
(para La Tecl@ Eñe)
En otro artículo que publicamos en La Tecl@ Eñe, “Las 3 victorias”, señalamos que la victoria electoral era sólo el comienzo de un camino largo hacia el despliegue de todo el potencial nacional.
El sendero hacia la segunda victoria está por comenzar: lograr construir gobernabilidad, realizar una buena gestión, evitar ser desestabilizado desde adentro o desde afuera, volver a poner al país en funcionamiento productivo.
Pero recién la tercera será la vencida: la consolidación de un modelo económico y social de desarrollo viable y sustentable, que garantice buenas condiciones de vida y de progreso para todo el pueblo.
Entender qué fue el macrismo para saber qué tendremos enfrente:
El gobierno macrista termina, dejando detrás de sí problemas de todo tipo, algunos más fácilmente abordables que otros, algunos que requieren simplemente voluntad política, pero otros mucho más trabajosos, que requieren no sólo la determinación del equipo de gobierno, sino una tenaz acción colectiva para poder superar los obstáculos que deja el gobierno de Cambiemos.
La pobreza, la deuda interna y externa, la precariedad financiera del Estado, las áreas gubernamentales debilitadas o vaciadas, los “derechos adquiridos” de sectores económicos parasitarios, las dinámicas sociales del “sálvese quien pueda”. Pero tan importante como eso, es entender que el gobierno de Alberto Fernández no llega a un paraje desértico, a una casa derrumbada, y sólo tiene que ponerse a trabajar con tesón y energía para lograr volverla a restaurar. Los que han dañado la casa, los que han tirado abajo paredes, perforado el techo y roto las cañerías, siguen viviendo allí y se consideran los dueños legítimos del bien que han arruinado en forma sistemática.
Si: los actores que parieron al macrismo, continúan, están.
Son los que empeñosamente apoyaron todo cuanto se pudo hacer en su momento para debilitar al gobierno de Cristina Kirchner, los que promovieron oposiciones salvajes, los que impulsaron todas las formas de desestabilización –tanto económica como política- y son también los que apoyaron fervorosamente todas las políticas que impulsó el macrismo. Hoy, alguno de ellos aparecen golpeados, y sus directivos parecen preguntarse qué pasó.
Pero otros factores de poder, especialmente Estados Unidos y sus seguidores europeos, no parecen en absoluto lamentar lo realizado durante la gestión macrista, y es perfectamente coherente que sea así: lo que parece contradictorio o fracasado desde una mirada interna, argentina, parece totalmente consistente desde el exterior: el macrismo fue perfecto en ofrecer el territorio nacional a los negocios de las corporaciones multinacionales.
El gobierno de Macri coincidió perfectamente con lo que desean las potencias que globalizaron el planeta en forma neoliberal: abrió la economía, no tuvo política exportadora, puso en crisis a la producción nacional, endeudó al país en sumas brutales y acompañó la política exterior de Estados Unidos de recolonización en América Latina, además de firmar un ruinoso tratado de libre comercio con la Unión Europea. Más no se puede pedir, de un gobierno colonial.
Limitaciones propias:
La coalición triunfadora tiene, a nivel electoral-social, dos componentes muy importantes: la mayoría de sus votantes han sido kirchneristas, peronistas, radicales, desarrollistas o izquierdistas, que siempre consideraron al gobierno de Cambiemos hostil hacia un proyecto nacional y popular. Pero hay otro sector que se incorporó más recientemente, que se sintió defraudado por el macrismo, o simplemente pensó que se trataba de otra cosa, que creyó las mentiras de Macri. Dados los pésimos resultados, que no son una entelequia intelectual, sino daño concreto a millones de personas y miles de empresas, optó por el Frente de Todos, como antes lo hacía hecho por el macrismo o el massismo. Es un voto volátil, muy sujeto a resultados puntuales y sin una visión fundamentada de los problemas nacionales. Tan volátil es, que después de 12 años de kirchnerismo eligió creerle al neoliberalismo, a los empresarios chantas, a la publicidad individualista de la globalización. Hoy votó a Alberto.
A nivel político, la coalición triunfadora tiene dos componentes: un bloque kirchnerista que soportó 4 años de estigmatización y persecución, con una líder indiscutible y un conjunto de acendradas convicciones populares y patrióticas, y un espacio institucional más amplio, conformado por gobernadores, intendentes y sindicalistas mucho menos atraídos por las políticas transformadoras y muy reacios a sostener conflictos con el poder real. Todos quieren hoy combatir la pobreza, y todos aceptan políticas de reactivación económica. Hasta allí llegan las coincidencias.
Es importante recordar que en el conflicto del campo contra el gobierno nacional, en 2008, cuando la confrontación tomó ribetes golpistas, una parte del bloque que acompañaba al kirchnerismo se apartó del gobierno y ensayó otros propuestas, con De Narváez y luego con Massa.
El gobierno de Alberto, más allá de su estilo dialoguista y su disposición negociadora, si quiere modificar claramente la actual configuración distributiva del país, se encontrará con enemigos claros. Chocará con los sectores económicos que entendían que estaba bien lo que hacía Macri: el agronegocio, el sector financiero, las empresas públicas privatizadas, la minería y el negocio petrolero con rentabilidades estrafalarias. Además, encontrará las resistencias de todos los monopolios internos que se han acostumbrado a obtener ganancias abusivas sin control alguno de las autoridades. En ese espacio hostil militarán también los medios de comunicación que ocultaron la corrupción del gobierno de Cambiemos, así como el descalabro económico y social, en aras de consolidar el proyecto neoliberal. Y, como apoyo de masas, estarán también los sectores medios que vienen de un largo proceso de manipulación que los hace hostiles a cualquier proceso redistributivo e igualitario.
Alberto suele citarlo a Alfonsín, y seguramente no desconoce las enormes dificultades de ese gobierno radical, aplastado por la deuda externa monumental que dejó la dictadura cívico-militar, la presión de los acreedores, las demandas de los grupos económicos locales y las necesidades de la población. Un político sagaz, y Alberto lo es, sabe que la hiperinflación de 1989 sólo fue posible después de un prolongado período de desgaste del gobierno alfonsinista, de pérdida de capacidad regulatoria y de poder político para disciplinar a grandes agentes económicos que veían al país simplemente como un negocio. Luego los medios se dedicarán a que nadie entienda nada de los descalabros económicos, y se difundan las ideas absurdas sobre una metafísica de las crisis recurrentes. Pero ya es demasiado tarde, y el poder lo tienen nuevamente las derechas.
Tendencias y contratendencias exacerbadas:
A esto debe sumársele lo que ya podemos caracterizar sin dudas como un proceso de recolonización regional, impulsado por Estados Unidos, al calor de sus dificultades competitivas mundiales y de la expansión de China, su potencia rival del momento, en territorio latinoamericano. No podemos desconocer que, más allá de lo desagradable del personaje Trump, las políticas de lawfare con las que se persigue a los dirigentes populares en toda la región vienen siendo preparadas desde hace mucho tiempo atrás, por todas las gestiones norteamericanas anteriores, como también el trabajo sobre las fuerzas armadas y de seguridad para combatir contra los pobres y rebeldes de cada país. El golpe en Bolivia viene a explicitar aún más la cada vez más abierta política de intromisión norteamericana, en promoción abierta y estrecha de todas las derechas golpistas de la región.
Es decir, la recolonización regional es una política consensuada entre los dos grandes partidos norteamericanos, más allá de honrosas figuras demócratas que se oponen, y aceptada por las elites latinoamericanas, que están de espaldas a las mayorías de sus países.
Al mismo tiempo, la ola de protestas que arrancó en Haití, siguió en Ecuador, continuó en Chile, y estalló recientemente en Colombia, son otro gran dato histórico, que refleja un clima mundial de malestar con las pésimas condiciones de vida que ofrece la globalización neoliberal a las mayorías en la periferia. La rebelión en Chile desenmascaró una de las ficciones más exitosas de las últimas décadas: el milagro chileno. Producto del marketing occidental, el modelo chileno fue promocionado como el diseño perfecto para toda la región. Hoy está en llamas, y la derecha no atina a explicar qué pasó. Decir que la gente protesta por culpa de agitadores cubanos y venezolanos, hoy no engaña absolutamente a nadie.
Argentina tiene solución:
Nuestro país tiene un enorme potencial. En realidad es más difícil explicar cómo hizo para llegar a estar tan mal, con los recursos humanos y materiales que posee. Si fuera por la materialidad, Argentina podría tener un muy buen nivel de vida. ¿Qué es entonces lo que no cierra? La respuesta es que desde la irrupción de las políticas económicas de apertura, desregulación y privatizaciones, el país fue abandonando el proyecto de desarrollo nacional y hundiéndose en la miseria y la precariedad. El neoliberalismo es el nombre de la dependencia y la extranjerización. El macrismo es sólo un capítulo de lo mismo: en vez de trabajar sobre los problemas reales que perduraban de la gestión kirchnerista, procedió a atacar todas y cada una de las políticas públicas de progreso que se habían implementado.
Todo el daño realizado por el gobierno de los CEOs se puede revertir, porque hay disponibles políticas viables para cada uno de los problemas. Hay funcionarios capacitados, conocedores y honestos, que pueden hacerlo.
Claro, a condición de que el gobierno de Fernández-Fernández no sea salvajemente torpedeado de adentro y de afuera. Posibilidad que está abierta, en la medida que existen agentes que ya añoran el desastre macrista.
No se conoce hasta ahora otra forma de neutralizar las políticas de boicot, de sabotaje, de enfrentamiento injustificado y de exacerbación del odio irracional, que mayores grados de organización popular. Por una sencilla razón: la voluntad golpista, desestabilizadora o disciplinadora, no cede frente a argumentos racionales. No le importan.
Por ejemplo: el gobierno de Alberto Fernández se topará con el mismo mapa sesgado de medios de comunicación al servicio de las corporaciones, pero necesitará explicar sus nuevas políticas, buscando obtener consenso entre la población. Más allá del público fanatizado macrista, hay otra fracción poblacional de opiniones volátiles, que no tiene capacidad para discernir entre el discurso honesto de un gobierno, y las operaciones interesadas de los medios militantes. Ese espacio no puede ser cedido y debe ser disputado desde el primer día. En ese sentido, el campo popular no puede seguir sin estrategias comunicacionales eficaces para evitar que la derecha conquiste mayorías que volverá a estafar. Para eso, el propio espacio popular deberá tener muy clara cada una de las medidas, el sentido de las mismas, lo que se busca lograr, y las trabas que ponen los sectores privilegiados. Será también la mayor organización política la que ejercerá la necesaria presión para que los sectores conservadores del Frente de Todos no deserten en medio de la batalla.
El gobierno frentista no podrá prescindir de un respaldo masivo cada vez más organizado, que le permita contrapesar el activismo conservador de la herencia macrista, e ir concretando un programa de salida del laberinto. Si bien hasta ahora el kirchnerismo no logró construir esa necesaria herramienta organizativa, los y las numerosas militantes que en todo el país contribuyeron a cimentar la victoria del Frente, deberían avanzar hacia una construcción más articulada y movilizada del campo popular.
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*Economista y magister en Relaciones Internacionales, investigador docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento.
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