En el marco adverso de una realidad en la que han triunfado los ideales neoliberales el nuevo gobierno de Alberto Fernández se plantea como tarea apremiante la recuperación de la democracia, en un país que quedó como una tierra arrasada.
Por Nora Merlin*
(para La Tecl@ Eñe)
En la mitología griega, la esfinge era un demonio de destrucción que se representaba con rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave. La boca llena de veneno, los ojos como brasas encendidas y las alas siempre manchadas de sangre. Este demonio que causaba terror, se dedicó a asolar la ciudad de Tebas, destruir las siembras y matar a todos los que no fueran capaces de resolver sus enigmas.
La esfinge propuso a Creonte, rey de Tebas, que se iría si alguien era capaz de resolver uno de sus enigmas, de lo contrario permanecería destruyendo todo. El acertijo habría sido: “¿cuál es la única criatura que al amanecer anda a cuatro patas, al mediodía anda a dos y al caer la tarde anda a tres?”. Fue Edipo el que logró encontrar la respuesta correcta: “El hombre”, dijo. De ese modo la esfinge quedó derrotada y con ello se logró poner fin al padecimiento en la ciudad. Como recompensa, Edipo se casó con la reina (su verdadera madre) y se convirtió en el regente de Tebas. La esfinge vencida se arroja desde un acantilado, poniendo así fin a la maldición en la ciudad, dando lugar a los problemas de la civilización y la ley.
Realizando una analogía con la tragedia griega, la Argentina estaba azotada por un mal llamado neoliberalismo, que consiste en una ilimitada pulsión de muerte. Esta pulsión caracterizada por la desintegración, se opone a la vida, al amor y va destruyendo pieza por pieza todos los aspectos de la organización social, hasta dejar una tierra arrasada, como maravillosamente describe Tristán Bauer en su última película.
Como en el caso de Tebas, Alberto Fernández hace unos años puso en palabras el acertijo argentino, planteando un problema lógico-político que se imponía y que resultaba necesario resolver: “Con Cristina sola no alcanza y sin ella no se puede”.
Como no podía ser de otra manera, fue Cristina la que condujo a la solución de un atolladero que aparentemente parecía sin salida. La líder del movimiento convocó a la militancia por el camino de la unidad, propuso Unidad Ciudadana, habló de la necesidad del pueblo como agente fundamental en esta época y de un pacto social con todos los sectores. Luego su jugada maestra: la fórmula que consagró la unidad, necesaria e imposible hasta hacía poco para el triunfo electoral. Una fórmula que constituye un hallazgo democrático, pues incluye dos aspectos distintos de la democracia, la forma representativa y la participativa como gobierno del pueblo. El presidente amalgamado a la líder del pueblo configuran una organización socio política que incluye Estado y pueblo.
La unidad del campo popular logró vencer en las urnas a la tanatopolítica neoliberal; sin embargo, como le dijo Néstor Kirchner, apenas consagrado presidente, a Alberto Fernández en el 2003: “Esto recién empieza”. Las fuerzas del mal neoliberal vencido en las urnas aún gozan de buena salud.
En su primer discurso como presidente electo, Alberto Fernández afirmó que en su gobierno habrá una ética de las prioridades, en la que los privilegiados no serán los organismos financieros sino los más indefensos, excluidos del sistema durante los cuatro últimos años. Declaración de emergencia alimentaria y contención sanitaria urgente, porque la vida y la deuda interna van primero, luego se pagará la que contrajo el gobierno de Cambiemos con los acreedores.
En esa línea de prioridades estarán las mujeres. “Volvimos para ser mujeres”, lapsus que tuvo el flamante presidente al final de su discurso en la plaza, expresa que ellas, históricamente desfavorecidas, estarán representadas desde el gabinete y que sus derechos serán una prioridad en la gestión que comienza. Ni una Menos debe ser una bandera de toda la sociedad y de todos los poderes de la república, dijo el Presidente.
«Nunca más a una justicia contaminada por servicios de inteligencia, operadores judiciales, procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos. Nunca más a una justicia que decide y persigue según los vientos políticos del poder de turno. Nunca más a una justicia que es utilizada para saldar discusiones políticas, y a una política que judicializa los disensos para eliminar al adversario de turno». En resumidas cuentas, nunca más lawfare, nunca más operaciones de los poderes corporativos.
Todo hace suponer que el gobierno que comienza busca una revitalización y fortalecimiento de la democracia. Para conseguir este objetivo, intentará desde el gobierno y a través de la política desarmar las operaciones de la guerra que realiza el poder a través de los servicios de inteligencia, el grupo Clarín, parte del poder judicial y político.
Por su parte Cristina, como vicepresidenta en función y líder del Kirchnerismo, le pidió al nuevo presidente que se oriente por el camino del pueblo y no por el poder económico. Agregó que si lo escucha y defiende ganará el corazón del pueblo y éste nunca lo defraudará.
La situación en la que estamos es la de haber ganado una batalla política frente al poder corporativo que permanece intacto, en el marco adverso de una realidad en la que han triunfado los ideales neoliberales: consumo ilimitado, individualismo, meritocracia, egoísmo y principios empresariales organizando la cultura.
En este contexto se plantea como tarea apremiante la recuperación de la democracia, en un país que quedó como una tierra arrasada. Se trata de encontrar defensas eficaces contra el odio instituido para sublimarlo y canalizarlo en una dirección democrática.
En resumen, estamos ante nuevas encrucijadas y desafíos que se irán desplegando en el tiempo lógico del conflicto político. Contamos con la militancia, la inteligencia colectiva y la experiencia transformada en saber frente al que ya no hay vuelta atrás: el triunfo contra el monstruo grande que pisa fuerte fue posible por la vía de la unidad. Ese es el camino.
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*Psicoanalista – Magister en Ciencias Políticas – Autora de Mentir y colonizar. Obediencia inconsciente y subjetividad neoliberal.
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