*BRUTAL INFANTILIZACIÓN DE LA POBREZA* en 🇦🇷— Artemio López (@Lupo55) September 30, 2019
*52.6%* de menores de #15años bajo la línea de *pobreza*
*13,1%* bajo la linea de *indigencia* ( residen en hogares donde no les alcanza para comer )
Los niños deben ser protegidos. No más Macri! #DatoINDEC 👇https://t.co/B07lRrX7vK pic.twitter.com/butGCWVYdY
Pobreza de 35,4 %: mujeres y menores, los más afectados por el aumento👇👇👇👇👇👇👇
Por Eva Sacco, columnista invitada (*) | Los datos aun no incluyen el impacto de la devaluación de agosto. La evolución de la economía a partir de julio no da lugar a especular con una mejora significativa y se estima que para el segundo semestre los datos serán aún peores
El primer dato oficial de 2019 arrojó un incremento sustancial en los valores de pobreza e indigencia: la cantidad de personas viviendo bajo la línea de pobreza alcanzó 35,4% mientras que los indigentes llegan a 7,7%. Recordemos que en el segundo semestre de 2018, el porcentaje de personas pobres fue de 32% y el de indigentes, de 6,7%. Esto había representado un incremento sustancial respecto del primer semestre del mismo año donde la pobreza había sido de 27,3% y la indigencia, de 4,8%. Los datos más actuales aun no incluyen el impacto de la devaluación de agosto de 2019 y el posterior incremento de precios. La evolución de la economía a partir de julio no da lugar a especular con una mejora significativa y se estima que para el segundo semestre será aún peor.
El jueves pasado, el INDEC había publicado un informe sobre la distribución del ingreso al segundo trimestre de 2019. Si se ordena la población que tiene ingresos propios según esta variable y se la divide en 10 grupos con la misma cantidad de personas, de menor a mayor (deciles), surge que en los primeros cuatro grupos la mayoría son mujeres.
Es decir que el 40% de la población de menores ingresos está conformado mayoritariamente por mujeres. Lo opuesto sucede en el 40% de mayores ingresos, son mayoría varones. En total, del 40% de menores ingresos 62,5% son mujeres y del 40% de mayores ingresos sólo 40% son mujeres. Además, es posible verificar que si bien todos los deciles perdieron poder adquisitivo los más bajos fueron los más perjudicados.
Según una estimación que realizó el economista Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), entre el segundo trimestre de 2015 y el segundo trimestre de 2019, el primer y segundo decil de ingresos perdieron 25,1% y 19,6% de poder adquisitivo, respectivamente; mientras que el noveno y el décimo, perdieron 18,5% y 11,7%, respectivamente. La caída en los ingresos reales que incumbe más a los sectores más humildes afecta a más mujeres que varones.
Hace algunas semanas, se publicó la base de microdatos de la encuesta permanente de hogares para el primer trimestre de 2019, y si bien se trata de información parcial (no incluye el segundo trimestre), permite dar mayores precisiones sobre el impacto diferencial de la pobreza en las mujeres. Por un lado, están los factores de desigualdad estructural que estudia la economía feminista, pero también la coyuntura actual funciona como amplificador de dichos factores.
La desigual distribución de las tareas de cuidado (las mujeres ocupan en promedio 4 hs. más que los varones en tareas relacionadas al trabajo doméstico y cuidados de personas) dificultan la inserción laboral femenina. A esto se le suman los conocidos techos de cristal, es decir, las trabas invisibles para ascender en las escalas salariales y de responsabilidad en los trabajos. Por último, los trabajos y la penalización salarial que tienen en el mercado laboral las profesiones más feminizadas y que tienen un componente importante de cuidado de personas (docencia, salud y trabajo doméstico). Se puede dar cuenta de la penalización salarial, al consideran dos trabajos con la misma categoría profesional y años de estudios: el que incluye tareas de cuidado de personas tiene menor remuneración.
Sumado a los factores estructurales, la actual coyuntura económica determinó que sean justamente los sectores más feminizados del mercado de trabajo los más afectados, ya que fueron los y las trabajadoras no registrados quienes sufrieron tanto una mayor disminución del poder adquisitivo, como una merma en la cantidad de horas de trabajo registradas. Mientras que la tasa de no registración masculina es de 32%, para las mujeres es 38% (datos al primer trimestre de 2019).
Un elemento para destacar es que las trabajadoras y trabajadores domésticos tienen una tasa de no registración de 70%. En esta misma línea de análisis, surge que la tasa de desempleo en mujeres es de 11,2%, mientras que en varones es de 10,2% (dato al segundo trimestre de 2019). Situación aún más crítica entre las menores de 29 años: el desempleo alcanza 23,4%: casi 1 de cada 4 mujeres activas en dicho segmento etario no consigue trabajo.
En total, del 40% de menores ingresos 62,5% son mujeres y del 40% de mayores ingresos, sólo 40% son mujeres.
Otro factor para destacar, con relación a la crisis y el impacto en las mujeres, surge de analizar los salarios de las categorías representativas en aquellas ramas donde más del 50% de la fuerza de trabajo es femenina (información publicada por la Secretaría de Trabajo de la Nación). Allí, ninguna categoría cubre la canasta básica total. En el trabajo doméstico, el 95% de las trabajadoras son mujeres, en educación 74% y en servicios sociales y salud, 69%. El salario de convenio de una trabajadora doméstica de 5ta. categoría (tareas generales) es de $15.244, el 46% de la canasta básica de una familia tipo. El salario de un docente de primaria jornada simple con 10 años de antigüedad en la Provincia de Buenos Aires representa 73% de la canasta básica ($23.786). Para un enfermero o enfermera de piso el salario de convenio por un turno es de $31.285, 95% de la canasta.
Si bien la medición de la pobreza por ingresos evalúa los ingresos familiares y no los individuales (ya que se trata de un fenómeno a nivel del hogar y no del individuo), la existencia de una brecha de ingresos significativa entre mujeres y varones tiene relevancia al considerar la composición de los hogares. Los hogares monoparentales, que deberían llamarse monomaternales porque el 83% tienen como jefa y principal sostén económica a una mujer, constituyen 24% del total, pero entre los hogares pobres llegan al 29% según datos que se pueden estimar a partir de la base de microdatos de la EPH ya nombrada. Si se analiza en cambio la incidencia de la pobreza según tipologías de hogares, 41% de los biparentales con menores a cargo (donde conviven el jefe/a y un/una cónyuge) son pobres. En el caso de los hogares monoparentales con una mujer como jefa el porcentaje, se eleva a 56%.
A todo esto, también se debe agregar las limitaciones que tiene la medición de pobreza por ingresos para evaluar efectivamente la situación en términos de privaciones materiales. La línea de pobreza no permite evaluar la situación de muchísimos hogares que tienen mayores gastos, como por ejemplo los inquilinos o en el caso específico de los hogares monoparentales la dificultad de estas mades-jefas de hogar para congeniar el trabajo con el cuidado y las tareas domésticas. En muchos casos deben contratar servicios pagos de guarderías o niñeras, especialmente en el caso de tener a cargo niños pequeños y si se incluyera esta variable en la ecuación de la pobreza la incidencia en tanto privaciones materiales sería mucho mas significativa.
En definitiva, ¿cuáles son los factores que dejan a los hogares monoparentales en situación de mayor vulnerabilidad? Por un lado, al ser el principal sostén en la amplia mayoría una mujer, la brecha de ingresos pega de lleno en la posibilidad económica de satisfacer las necesidades de sus miembros. En segundo lugar, las responsabilidades de cuidado recaen sobre la misma persona que es al mismo tiempo el sostén económico. Sumado a todo esto, no menos significativo es el impacto de la política pública: la caída en el poder adquisitivo de la Asignación Universal por hijo fue de 9% en promedio para el año 2019 comparando con el 2015 y se estima que en diciembre de 2019 el monto de ese mes será un 27% inferior al monto promedio del año 2015. Por último, está el impacto que tiene la inflación sobre las cuotas alimentarias en los hogares que las perciben, que no siempre va en consecuencia con la caída real de los ingresos, sino que se ven aún más erosionadas por la falta de enfoque de género en la justicia. En definitiva, feminización de la pobreza, desigualdad de género y pobreza infantil son todos aspectos de la misma problemática.
(*) Eva Sacco es licenciada en Economía, Mg. en Econometría y Mg. en Desarrollo Económico. Integrante del Observatorio de Género del Centro de Economía Política Argentina
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