Ágnes Heller
Nos reunimos con la filósofa Ágnes Heller en su apartamento de Pest para hablar con ella acerca de cómo el gobierno húngaro está gestionando la emergencia migratoria. [Recogió en 2015 sus declaraciones el periodista Massimo Congiu para il manifesto].
¿Cuál es la política de Orban sobre inmigración?
Orbán empezó mal, porque, antes incluso de que llegaran los inmigrantes, había repartido vallas publicitarias por la ciudad con mensajes que podían alentar la animadversión contra ellos. Ahora mismo he visto textos que afirman que, de acuerdo con las encuestas de opinión, más del 90% de los húngaros no quieren migrantes, pero eso no es ninguna sorpresa, dado que el gobierno ha hecho todo lo posible por llegar a ese resultado. Puede decir que existe un extendido prejuicio contra esta gente que tiene una mentalidad diferente y cree en otro dios, pero añadiría que un gobierno verdaderamente democrático tiene la obligación de suscitar buenos instintos y demostrar voluntad de ayudar, no odio. Con estos supuestos, la gente seguirá sintiendo aversión hacia los que vienen de fuera y la conciencia tranquila, diciendo que actuaron de este modo porque el gobierno así lo declaró. La cuestión se gestionó mal desde el principio. No había traductores de árabe, el gobierno llenó las ciudades de estos carteles, y se produjo el caos antes incluso de que empezara la emergencia. No se crearon puntos en los que pudiera inscribirse la gente. Nada se hizo a este respecto, y esto resulta peligroso para Europa. Luego Orbán declaró que quienes llegan aquí no son refugiados sino terroristas o gente que desea nuestras riquezas y nuestros empleos. Lo que puedo decir es que resulta crucial identificar a los migrantes, si no puede cruzar también la frontera gente peligrosa. El país no se organice de acuerdo con este propósito y lo que se ha producido es una situación caótica.
¿Puede contemplarse la política del gobierno de Orbán como un acto demostrativo contra la UE?
Yo diría que esta política tiene dos funciones: por un lado, ha creado un conflicto entre el centro y la periferia de Europa, lo que implica a Eslovaquia y la República Checa, y por otro lado, en términos de política interior, ha lanzado una carrera entre Fidesz y Jobbik a ver quién puede generar más animadversión. Me parece que se trata de una carrera dura, que puede obscurecer cuáles son los verdaderos problemas del país. Si no existiera esta manipulación de la emergencia de los migrantes, la gente se daría cuenta de que las cosas no van bien en Hungría, pero, por el contrario, la campaña sobre esta cuestión ha sido despiadada y se ha distraído la atención que debería dirigirse a los problemas internos. La política de Orbán respecto de Europa puede suponer también que otros países pequeños de la parte central-oriental del continente digan que si Orbán ataca a la UE y no pasa nada, entonces podrían seguir ellos su ejemplo. De heclo, otros países de la región han seguido este camino.
Para después de 1989 la gente esperaba una Europa sin barreras, y hoy estamos asistiendo a la vuelta de las verjas con alambre de espino en las fronteras.
Sí, en aquella época soñábamos con una Europa sin barreras ni fronteras, caracterizada por el libre movimiento de personas y bienes, pero no es eso lo que ha sucedido. Me voy ahora a México a dar una conferencia sobre el tema de la revolución. La pregunta es: ¿han sido traicionadas las revoluciones? Yo digo que sí.
Cuando hace cuatro años nos vimos y hablamos de Orbán, le describió como alguien que sufría de bonapartismo. ¿Y hoy?
Reitero la idea. Orbán muestra todos los síntomas del bonapartismo. No resulta una definición muy popular en Hungría, donde la gente prefiere aplicar la etiqueta de fascista o nazi. Digo, con todo, que la política del primer ministro húngaro se caracteriza por una actitud bonapartista, pero la gente no me comprende. Pero debo decir que, cuando formulé esta observación en París, todo el mundo la entendió.
¿Cómo ve usted el fenómeno de la inmigración?
Como filósofa, creo que continuará. Quizás experimente un periodo de ralentización, pero no se detendrá. Las recetas en las que se piensa para que no continúe están destinadas a fracasar. Las comunicaciones globales que se producen por vía digital contribuyen a este fenómeno y no hay vuelta atrás. Un sirio sólo necesita un momento en Internet, en un ordenador o un teléfono móvil, para ver cuánto gana un trabajador en Alemania. Una de las soluciones que se debaten consiste en enviar al ejército a Siria, pero yo no veo más que una sucesión de tiranos, uno detrás de otro, lo que significa que la situación no cambiaría. Estamos luchando contra mercaderes de seres humanos que tratan de introducir gente en Europa, y se trata de una tarea extremadamente difícil..Durante sesenta años hemos luchado contra los que trafican con drogas y ya hemos visto el resultado. Así que no tendremos éxito con las soluciones que hoy se proponen. Está luego el problema de la coexistencia. Europa se compone de estados nacionales que en la mayoría de los casos se han visto más comprometidos con la asimilación que con la integración. Este enfoque conduce inevitablemente a un choque de ideologías.
Volviendo al fenómeno de la inmigración, no puedo decir todavía que estemos siendo testigos de un giro histórico. Sólo más tarde podremos ver si estamos entrando en una nueva fase de nuestra historia. György Lukács dijo una vez que entrar en una nueva era se parece un poco a andar por la calle y tratar de no pisar una mierda. Estoy de acuerdo. Hemos de tener cuidado
Orbán piensa que este flujo constante de inmigración es una amenaza a la cultura europea.
¿Qué cultura? ¿La del fascismo y el nazismo? Quizás la de la Primera Guerra Mundial o la Segunda, la de los seis millones de personas en los campos, no lo sé. ¿O la del bolchevismo? Orbán no puede hacer esta clase de críticas porque no es liberal, él mismo ha declarado ser antiliberal. Pero yo puedo hacer esta crítica porque soy liberal. Hay ciertos valores en Europa que establecen que todo el mundo debería ser libre y puede hacer lo que le plazca. Pero para ser honestos, en nuestro continente el liberalismo no tiene siquiera hondas raíces en los países occidentales, no digamos ya en el Este.
Sin embargo, existe cierta preocupación entre la gente por el fenómeno de la inmigración.
Sí, la gente tiene miedo. El miedo a lo desconocido está en todos nosotros. Pero lo importante es que ese sentimiento no debe convertirse en hostilidad. También podemos ser curiosos. Yo lo soy, por ejemplo, y quiero conocer a los que son distintos. Con frecuencia no pasamos de sentarnos frente a la tele sintiendo pena cuando vemos niños africanos muriéndose de hambre o sirios que viven bajo las bombas. No pasamos de esto, y pensamos que a fin de cuentas ellos están allí y nosotros, aquí. En este caso, sin embargo, este sentimiento de pena es sólo estético y no se transforma en empatía.
¿Dice el gobierno que la prensa internacional ha lanzado una campaña de difamación contra Hungría?
Debo decir que la mayor parte del tiempo los medios informaron correctamente de lo que había sucedido en Hungría durante este periodo, pero no en todos los casos. No todas las corporaciones mediáticas han sido objetivas. Hablaban de Orbán, de las fronteras cerradas, y del alambre de espino, pero no de quienes ayudaron y ayudan todavía a los migrantes ofreciéndoles bebida y alimentos, y organizando otras iniciativas caritativas. El comportamiento de estas personas no es estético sino ético.
Recientemente, Orbán propuso recibir a los migrantes en campos de refugiados en los países vecinos de las zonas en guerra bajo la supervisión de la UE.
Es una propuesta tan ilógica que no vale la pena siquiera pensarla. Aquí en Hungría tenemos aldeas desiertas, casi vacías. Más de medio millón de húngaros se han ido a trabajar al extranjero y la media de edad está aumentando, aumenta constantemente la cifra de gente mayor. Podrían venir diez mil personas a repoblar estas aldeas y hacer trabajos que ya no hacemos. Pero ¿en qué está pensando Orbán?
(1929-2019) filósofa y socióloga marxista húngara, discípula de György Lukács, que lega una importante obra escrita y el ejemplo de su compromiso político.
1 comentario:
La prima húngara de Carlos Heller cree que los inmigrantes se van a quedar en las aldeas desiertas de las que huyen los mismos húngaros.
No se sabe mucho qué carajo van a hacer en las aldeas desiertas, pero parece una buena idea. Lo que pasa es que Orbán es tan facho que no lo entiende.
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