7/23/2019

nueva derecha - el valor de un gran cover



CUATRO FUTUROS

Alejandro Galliano
@bauerbrun

En épocas de elecciones es inevitable creernos los dueños de nuestro destino. Y está bien que así sea porque de lo contrario nadie se molestaría en votar. Pero luego del escrutinio llega el desierto de lo real: gobernabilidad o clima destituyente, viento de cola o de cara, pesada herencia o “the dirty job is mostly done“. Entonces recordamos que formamos parte de procesos más largos y globales. Y que nuestra libertad consiste en gran medida en proyectar futuros a partir de esos procesos y ordenar nuestra acción para surfear como sea hacia esos horizontes de expectativas.

Dejo a los especialistas y politólogos las predicciones electorales. En su lugar propongo pensar cuatro horizontes posibles hacia dónde orientar nuestras expectativas, siguiendo la cartografía de Peter Frase: un eje económico entre escasez y abundancia y otro eje entre igualdad y jerarquía. Cada uno de esos horizontes es un futuro posible pero también una estrategia política para realizarlo.

Horizonte 1: escasez y desigualdad

El mundo se acaba. Los recursos no renovables se agotan y los renovables son consumidos cada vez más rápido. La acción humana ya cambió el funcionamiento de la Tierra, la temperatura sube un poco cada año, los regímenes de lluvia se alteran, regiones enteras se desertifican y expulsan a sus habitantes. La escasez trae violencia y la violencia, más escasez y nuevas migraciones. Mientras tanto, el Occidente próspero se estanca económica y demográficamente.

Un manera de entender la tan discutida ola de “populismos de derecha” o “democracias iliberales” es verlos como una respuesta a ese futuro de escasez. La “galaxia Bannon” (Trump, Putin, Orban, Salvini, Le Pen, Abascal) combina el soberanismo, defensa de la seguridad nacional y la protección de la economía interna, con la voluntad de “deconstruir el Estado” de Bienestar. En el fondo se trata de empoderar la autoridad estatal para retraer la ciudadanía social: excluir inmigrantes, achicar servicios públicos, reducir la paleta multiculturalista de los ’60-’90 a un par de colores sociales viejos y conocidos, y repartir lo mínimo entre ellos cuidando las ganancias de las grandes corporaciones.

Pese a sus peroratas de grandeza, en esta nueva derecha subyace un sentimiento apocalíptico: el viejo mundo está a punto de perecer bajo la inmigración, la homosexualidad o el comercio chino. Sólo queda acantonarse tras las fronteras y disciplinar a la población para un planeta más chico y violento, apelando a un conjunto de valores e imágenes seguros: la familia patriarcal, la gran aldea, la patria de uniforme. Aquí abajo, este es el horizonte que manejan diversas derechas hechizadas por el bolsonarismo regional: el ex carapintada Juan José Gómez Centurión, el movimiento restauracionista de Agustín Laje, Nicolás Márquez, Mariano Obarrio y diversas jefaturas cristianas contra la legalización del aborto, la “ideología de género” y otros derechos para las minorías.

Horizonte 2: escasez e igualdad

El colapso del mundo puede ser una oportunidad para que desarrollemos formas de subsistencias más austeras y solidarias, sin el lucro ni el consumismo que nos trajeron a este presente de contaminación ambiental y desigualdad social. Al menos, eso es lo que piensan ciertos movimientos sociales y ecologistas.

Una variante de este igualitarismo mira a las diversas formas de supervivencia que desarrollaron los excluidos como un modelo posible. Es la “economía social y solidaria” de Paul Israel Singer y José Luis Coraggio: un conjunto de actividades informales y cooperativas que nos permitirán vivir al costado del mercado. Cercana a la economía social es la economía feminista de Diane Elson y Silvia Federici, con su reivindicación del trabajo reproductivo doméstico.

Otra variante piensa directamente en decrecer: desmontar la infraestructura tecnológica que somete a la naturaleza y vivir con menos. Quizás el veganismo o los tutoriales de Marie Kondo para maximizar el espacio nos están educando para vivir dulcemente esa escasez de recursos. Algunos van hasta los pueblos más primitivos en busca de un futuro alternativo, como los teóricos del sumak kawsay andino o Déborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro, que cierran un implacable diagnóstico sobre la crisis civilizatoria del Antropoceno proponiendo volver a la sabiduría de los yanomami del Amazonas…

En Argentina, más allá de la prédica decrecionista de Maristella Svampa, son los movimientos de la economía popular, con la CTEP a la cabeza, quienes desarrollan la teoría y la práctica del igualitarismo de la escasez. Incluso la izquierda trotskista dejó atrás al marxismo por un miserabilismo de ollas populares y pymes autogestionadas (quizás la purga del altamirismo en el PO no sea ajena a este giro). Al fondo de estas tendencias se deja ver el proyecto del papa Francisco I por contener a la masa marginal del neoliberalismo haciendo rancho aparte. Casi una versión global de las misiones jesuíticas.

Horizonte 3: abundancia y desigualdad

Pero este mundo a punto de explotar crece como nunca. La revolución industrial 4.0 y los desarrollos en ingeniería genética hoy permiten reducir el costo marginal de bienes y servicios hasta rozar la gratuidad, y extender la expectativa y calidad de vida hasta soñar con la inmortalidad. La llamada internet física propone reorganizar también la logística y la energía para reducir sus costos y así cumplir el sueño del país de cucaña: vivir en la abundancia.

Claro que los directores de esa abundancia tienen un modelo de sociedad a su medida. Es la burguesía digital de Silicon Valley y su idea de una tecnocracia que calibre la vida de sus prosumidores mediante el “capitalismo de vigilancia” (plataformas de extracción de datos, algoritmos que pueden llegar hasta nuestra corteza cerebral, etc) y desregule totalmente la vida social y laboral al servicio de una economía disruptiva, inestable y fugaz: vivir mirando el celular para saber de qué viviremos hoy.

Es difícil trasladar esos proyectos de la frontera tecnológica a un país como el nuestro, pero la llegada de las plataformas de austeridad como Glovo o Cabify, sumado al crecimiento de startups criollas como Mercado Libre o Globant ya nos permiten otear ese horizonte. El mapa del desarrollismo 2.0 termina de completarse con la agroindustria transgénica y la promesa de fracking en Vaca Muerta.

En términos políticos, la jerarquía en la abundancia es la propuesta del liberalismo libertario de José Luis Espert, Javier Milei y, por qué no, de Santiago Siri. Todos ellos ponderan a Silicon Valley, aunque deberían asumir que el modelo de turbocapitalismo alcanzó su perfección en la otra punta del mundo: China. Su sistema abiertamente antidemocrático ha sido el más eficaz para promover el crecimiento económico y el desarrollo tecnológico sin contemplar derecho alguno.

Horizonte 4: abundancia e igualdad

Hay una larga tradición occidental que ha buscado en el desarrollo tecnológico uno de los arietes para la emancipación social, desde el Manifiesto comunista hasta el aceleracionismo de izquierda, pasando por lxs cyborgs de Haraway, la testosterona de Preciado y el cibercomunismo de Cockshott. Estiman que el capitalismo no está preparado institucionalmente para la gratuidad de los bienes ni la automatización total del trabajo. De seguir estas tendencias tecnológicas, y ser condicionadas por la lucha social y política, el sistema deberá optar entre el colapso o la lenta transición hacia otro modo de producción, llamemoslo “poscapitalista”.

Hoy en Argentina, esa tradición no tiene más exponentes que un puñado de nerds y docentes universitarios “libidinalmente conectados con la prensa global” que consumimos e-flux, Caja Negra y lo que podamos bajar de Library Genesis.

Una tradición más telúrica de abundancia igualitaria se encuentra en la omnipresencia del consumo como reivindicación y como mecanismo privilegiado de promoción social. Empezando por Perón, que democratizó el imaginario del granero del mundo, como dejan ver el novillo y la espiga de trigo en la moneda de 20 centavos de 1949, y siguiendo con la democracia que cura, educa y alimenta de Alfonsín, el dólar para todos de Menem y los aires acondicionados que anotaba Kirchner en su libreta. En términos macroeconómicos son experiencias no sustentables por más de una década, en el mejor de los casos. En términos políticos, esos potlatchs son relampagueos de la “democracia social argentina”.

Aquí y ahora

¿Cómo juegan estos horizontes en los proyectos de las dos fuerzas políticas mayoritarias? Es evidente que por su dimensión electoral no pueden darse el lujo de ser ideológicamente puras, siquiera coherentes. Con todo, podemos decir a grandes rasgos que el macrismo pendula entre el horizonte 3 de su rama “desarrollista” y el horizonte 1 de su deriva punitivista, además de su pedagogía de la austeridad; el peronismo, a su vez, combina la tradición populista del horizonte 4 y con la movilización pos-laborista (o sub-laboral) del horizonte 2 en su versión kirchnerista.

Este juego de idealtypus está lleno de matices: compromisos, contradicciones, etc… El más importante de ellos es la autonomía de la política. La diferencia entre abundancia y escasez depende de variables socioeconómicas locales y globales que a duras penas pueden gobernarse. La diferencia entre igualdad y desigualdad es la voluntad política que llevaremos a las urnas y defenderemos en las calles desde el minuto 1 del nuevo gobierno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la verdad es que el cover es mas deprimente que la mier... recomendaselo a bonadio antes del corchazo electoral 2019