Vean el mecanismo psicópata del discurso oficial: Los fallecidos por el frío no aceptaron albergarse, son responsables. Santiago se ahogó, es responsable. Los tripulantes del ARA fallaron, son responsables. Perdés el trabajo y no tenés capacidades de reinserción, sos responsable.
Por Claudia Masin (*)
El discurso de Macri es el discurso del psicópata: niega y tergiversa lo que podemos percibir por nuestra propia experiencia, lo cual es enloquecedor.
Pone a la víctima en el lugar del culpable de su propio sufrimiento, lo cual genera sobre la víctima el efecto de confundirla y deprimirla.
No se responsabiliza por sus actos, sino que estos siempre responden a la acción de otros, de la cual es él la víctima inocente.
Esto apunta a generar, otra vez, confusión y culpa en la verdadera víctima, y un profundo, demoledor sentimiento de impotencia.
Y por último, ejerce una violencia arrasadora con una sonrisa, con buenas maneras y palabras tranquilizadoras, lo cual adormece, hipnotiza y -nuevamente- confunde: «es por tu bien», dice mientras lastima y destruye.
Y muchos/as le creen, porque el arte de la manipulación y la crueldad es la especialidad del psicópata.
Pero hay algo con lo que el psicópata no cuenta: ese momento, que no siempre llega, en que empieza a resquebrajarse la ilusión y puede verse, de a poco primero, después con claridad total, la magnitud del daño que está haciéndonos.
Ese momento, que no siempre llega, en que las -hasta entonces- víctimas de su juego perverso, se dan cuenta de su propia fuerza.
Ese momento, aunque no siempre llega, es la pesadilla del psicópata.
Estoy convencida de que no estamos para nada lejos de ese momento.
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EL DISCURSO DEL PSICÓPATA
Pone a la víctima en el lugar del culpable de su propio sufrimiento, lo cual genera sobre la víctima el efecto de confundirla y deprimirla. No se responsabiliza por sus actos, sino que estos siempre responden a la acción de otros, de la cual es él la víctima inocente.
Pone a la víctima en el lugar del culpable de su propio sufrimiento, lo cual genera sobre la víctima el efecto de confundirla y deprimirla.
No se responsabiliza por sus actos, sino que estos siempre responden a la acción de otros, de la cual es él la víctima inocente.
Esto apunta a generar, otra vez, confusión y culpa en la verdadera víctima, y un profundo, demoledor sentimiento de impotencia.
Y por último, ejerce una violencia arrasadora con una sonrisa, con buenas maneras y palabras tranquilizadoras, lo cual adormece, hipnotiza y -nuevamente- confunde: «es por tu bien», dice mientras lastima y destruye.
Y muchos/as le creen, porque el arte de la manipulación y la crueldad es la especialidad del psicópata.
Pero hay algo con lo que el psicópata no cuenta: ese momento, que no siempre llega, en que empieza a resquebrajarse la ilusión y puede verse, de a poco primero, después con claridad total, la magnitud del daño que está haciéndonos.
Ese momento, que no siempre llega, en que las -hasta entonces- víctimas de su juego perverso, se dan cuenta de su propia fuerza.
Ese momento, aunque no siempre llega, es la pesadilla del psicópata.
Estoy convencida de que no estamos para nada lejos de ese momento.
La perversión del neoliberalismo q gobierna el mundo pic.twitter.com/9LfkJD7gX0— Juliana Arias (@juliearias14) 7 de julio de 2019
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(*) NOTA DE LA NAC&POP: Claudia Masin nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Vive en Buenos Aires desde 1990. Tiene cinco libros de poemas: Bizarría (1997, … Como si creyeras que una historia se escribe por la suma, la discreta acumulación de partículas.
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