5/22/2019

hay disertaciones que serían desopilantes si no fuesen peligrosas



Verdad o consecuencia

Por Marta Riskin *

La “verdad”, en palabras de Heidegger, “significa desde hace largo tiempo para el pensar occidental la congruencia de la representación mental con la cosa”; y presupone la honestidad y la coherencia entre ideas y realidades del emisor.
Según el lingüista Tzvetan Tódorov, el concepto de “verosímil” nace cuando Platón reconoce que las palabras no son “sumiso reflejo de las cosas” y, casi a renglón seguido; se lamenta que “la gente no se inquieta lo más mínimo por decir la verdad, sino por persuadir, y la persuasión depende de la verosimilitud”.
Veintiún siglos después de la “Apología de Sócrates”, la sofisticación técnica y la circulación global de músicas narrativas verosímiles han llegado al paroxismo.
Solo así se explica que un candidato a presidente, sortee los abucheos de sus partidarios y, contradiciendo dichos y hechos de toda su gestión, se atreva a decir: “los invité a compartir un sueño” y luego, pontifique “... gobernar es decir la verdad. Como también gobernar es cuidar. Es poner al otro antes que a uno mismo. Es entender que el bienestar y la felicidad de los demás están antes que cualquier otra cosa”, sin que tiemble su voz ni quite la vista del telepromter.
Valga destacar al refrito como implícito y merecido homenaje a la escuela de Frankfurt, a precursores como Saussure y al genuino copyright adversario.
Hay disertaciones que serían desopilantes si no fuesen peligrosas.
El peligro no está únicamente en la adulteración de contenidos originales o en la fundamentación del cambio discursivo en aprendizajes inexistentes. Ni siquiera en la evidente falta de respeto por la inteligencia de sus partidarios. La tragedia descansa sobre el silencio y la sumisión de un sector de la ciudadanía hacia personajes dispuestos a violentar la democracia y a apoyar, con entusiasmo y a conciencia, cada renovado proyecto de Kristallnacht.
* Antropóloga, UNR.

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