Por Julián Zícari
La economía es una ciencia en la que existen los equilibrios múltiples. Lo que implica que los mercados pueden tender a un punto entre varios posibles –yendo solos y de manera libre– bajo lógicas perfectamente racionales. En este caso, lo que finalmente termina empujando a los mercados hacia un escenario u otro, más allá de ciertas condiciones objetivas, son las expectativas. Así, la lectura de los agentes económicos –sus apreciaciones subjetivas– devienen determinantes ante la incertidumbre: ellas terminan de definir qué pasará entre un escenario económico y otro. Donde a veces la gloria económica y el fracaso están a un paso de distancia.
Los ciclos electorales son puntos especialmente vulnerables, ya que la certidumbre sobre el rumbo económico se pone en duda: no se sabe si continuará un gobierno o si habrá cambios importantes.
En un contexto político y electoral como el que se abre de cara a 2019 empieza a dibujarse un punto de encrucijada sobre el futuro, el cual seguramente termine por ser definido por las expectativas económicas del mercado. Así, la relación entre política y economía será más fuerte que nunca, existiendo dos opciones extremas sobre lo que sucederá.
La versión optimista, que es la que defiende el Gobierno, es que la relación entre mercados y política será similar a la que ocurrió en 1995, cuando Menem tuvo su reelección. Según este diagnóstico, con el shock externo del “efecto tequila”, luego de venir creciendo durante años, el país entró en una fuerte recesión que llevó la desocupación nada menos que al 18%. Sin embargo, como Menem aplicó un fuerte ajuste del gasto para mostrar compromiso con el sistema de la convertibilidad de entonces, haciendo incluso dicho ajustes dos meses antes de las elecciones, tanto la población como los agentes económicos “valoraron” a Menem y su esfuerzo ratificándolo en su cargo.
Es decir, frente al derrumbe económico, la caída de depósitos y la pérdida de reservas sufridas durante del primer semestre de 1995 allí se presagió lo peor: que la convertibilidad no podría sobrevivir, que habría devaluación y que Menem no sería capaz de manejar la crisis. Sin embargo, la confianza política y económica (traducidas en votos de la población y apoyo del mercado), hicieron que ocurriera lo contrario: el ajuste funcionó, la economía se reactivó, se dejó atrás la crisis y Menem tuvo su reelección. La simbiosis entre las expectativas económicas, ciclo electoral y confianza fue total. Puesto que las reservas del Banco Centraly los depósitos bancarios del sistema rápidamente se recuperaron.
Con todo, existe un segundo escenario: el de 1989. Allí, la economía venía en recesión, con una alta inflación, a la par que el gobierno tendió a subir las tasas y a buscar mantener la disciplina fiscal. Su objetivo era mantener la más estricta ortodoxia económica para que la situación no desbarrancara, apostando a ganar la confianza del mercado con ello. Si lograba hacerlo no explotaría la economía y el gobierno radical podría imponer a su candidato en las elecciones presidenciales de ese año.
Sin embargo el resultado fue distinto esta vez. Mientras el oficialismo presentaba un candidato “pro-mercado”, como era Eduardo Angeloz y que tenía como lema “el lápiz rojo” en señal de hacer los ajustes necesarios para sanear la situación, su rival era Carlos Menem del peronismo, que prometía un “salariazo”.
Ante las perspectivas de empate técnico en las encuestas o incluso de una leve ventaja a favor de Menem (que era el candidato “populista”), los mercados comenzaron a dolarizar sus carteras por temor a este: sacaban los depósitos de los bancos, se pasaban al dólar y huían del sistema, sin que hubiera tasa de interés capaz de calmarlos. Dicha presión no pudo ser resistida, con lo que la divisa se disparó y vino la híper. Así, en un mar de caos económico y un colapso total, la situación inclinó la cancha a favor de Menem que se impuso en las elecciones. Las expectativas del mercado le jugaron una mala pasada al gobierno.
Lo que muchos olvidan, igualmente, es que el candidato radical no hizo una mala elección: aún en medio de la crisis sacó el 37% de los votos, mientras que Menem tuvo 48%. Tal vez si el mercado hubiera acompañado al gobierno, no habría existido la crisis económica y Angeloz pudiera haber triunfado en el colegio electoral (que era el sistema electoral vigente entonces). La historia hubiera sido otra. Ya lo dijimos: existen los equilibrios múltiples.
De cara a 2019 el escenario se parece más al de 1989: hay una severa recesión, la inflación si bien no es la de entonces, es muy alta y persiste una política económica sumamente ortodoxa. Para las elecciones presidenciales parecen competir como favoritos el presidente Macri (el candidato pro-mercado) y Cristina Kirchner por el peronismo (la candidata “populista), con un empate en las encuestas hasta ahora. No obstante los parecidos con 1989, el gobierno piensa que podrá repetir más bien lo sucedido con Menem en 1995, obteniendo el favor del mercado, con ello la paz económica y finalmente así el triunfo electoral.
El problema es que las tendencias actuales indican otra cosa. Las reservas del Banco Central durante el último año subieron tres veces: una en enero con u$s 9 mil millones de gracias a la última colocación de deuda genuina, y otras dos con los desembolsos del FMI (u$s 15.000 millones en junio y u$s 6.000 millones a fin de octubre), obteniendo u$s 30.000 millones en total. A pesar de eso, hoy están casi u$s 5.000 millones por debajo de lo que estaban hace un año atrás. Pero lo que es peor, la desconfianza no ha parado de crecer: el riesgo país se ha más que duplicado (pasó de 350 en diciembre de 2017 a superar los 700 puntos este mes) y la economía está cada vez peor, existiendo fantasmas de default en el horizonte.
Aún hoy, bastante lejos de las elecciones presidenciales, el mercado entonces no parece estar apoyando a Macri, siendo la desconfianza elevadísima. Donde es más que probable que el “riesgo político” empiece a crecer a medida que nos acerquemos a octubre, asustando todavía más a los agentes económicos. Aunque la última palabra no está dicha en forma definitiva, las expectativas parecen ser cada vez más claras haciendo donde están inclinando la cancha por parte del mercado. El Gobierno está a tiempo de actuar para volver a enamorar a los mercados. No obstante, el tiempo se le está acabando.
* Economista. Doctor en Ciencias Sociales. Autor del libro Camino al colapso. Cómo llegamos los argentinos al 2001.
1 comentario:
Qpino que los economistas ,haciendo política, son tan malos, ál decir del Gral´como los militares para conducir una guerra.La guerra y la política son cosas demasiado importantes´como para que comprendan la geo política(factor olvidado por el autor de esta nota).Cambia,todo cambia y es hora que los analistas y los encuestadores se den cuenta.
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