El creador del hit del verano habló en exclusiva con Infonews: "Fui prohibido en la dictadura"
Encontramos y entrevistamos al hombre del momento. ¿Quién es Shériko? ¿Qué siente al ver que su canción se convirtió en una expresión política que desvela al gobierno?
“Tengo derecho a tener un pensamiento y que me permitan decir lo que siento, ¿por qué me tienen que cercenar? ¿Con qué derecho?”, dice Shériko, poniéndose del lado del manifestante, antes que del de compositor, mientras entra al bar de Corrientes y Paraná, su “zona de influencia”, donde contará toda su vida profesional.
Cualquier documentalista especializado en música que haya visto el film Searching for Sugar Man desearía, alguna vez en su carrera, tener acceso a una historia como la del misterioso cantante Rodríguez, e Infonews encontró a su equivalente vernáculo,
Desde que resurgió como “hit del verano” la melodía de cancha en la que se insulta al presidente Mauricio Macri, se hizo carne una duda. ¿Quién compuso esa canción? Shériko es el artista que en 1975 publicó esa sinfonía popular llamada “Es tiempo de alegrarnos” que, en un principio las hinchadas, y luego las protestas sociales, se apropiaron con orgullo.
Lo primero que se puede notar es que está agradecido por este momento que le toca vivir, y se alegra de que la canción que escribió en una pieza de hotel sea el vehículo que motoriza la protesta social.
-¿Qué le produce al ver que la letra de su canción ha pasado a tener un insulto?
Cuando el pueblo se hace oir mejor escucharlo xq callarlo es imposible...#BuenViernes #EnLaEscuelaDeCuliarBien— Robotin Ciudadano (@Robot_KuK) 2 de marzo de 2018
Santa Teresita
Marcos Di Palma#EyesOnMark pic.twitter.com/3MHcXJjBQQ
-Es el sentimiento del argentino, que es franco, sincero, explosivo. El argentino es sentimental, querendón. Sabe cuándo tiene que amar y cuándo tiene que odiar. Pero no un odio destructivo, sino el decir "te estoy llamando la atención, te estoy diciendo pará la mano, loco. No es así, no me tomes por estúpido". Como no le puede decir eso, entonces, utiliza un vehículo que le hace más accesible expresarlo y, sin querer queriendo, me tocó a mí. O sea, utilizan mi música, que ya estaba en el oído popular. Entonces, la ligué. Y me pone feliz, contento. Eso no quiere decir que yo no respete la investidura del presidente o de quien sea. No pasa por ahí. Pasa por un sentimiento de hastío, de bronca y de repudio, de decir "loco, ¿qué está pasando?". ¿No tenemos capacidad para generar otra cosa? Sí que tenemos.
A esto lo disfruto por la parte musical; y por la literaria, también. Porque no es una agresión despectiva. Es "escuchá lo que te digo. No es para que te vayas corriendo. Atendé mis necesidades, preocupate un poco más por mí, que yo después te voy a aplaudir". Tan simple como eso. Lo que pasa es que ellos nos tratan de estúpidos y creen que todavía tenemos la pluma en la cabeza, y no es así. Tengo que decirte que no todos los negros son delincuentes. Hay negritos pensantes, hay negritos intelectuales. Entonces, prestémosle atención a la gente.
Shériko es oriundo de Santiago del Estero. A los cinco o seis años –no lo recuerda bien- le llegó -no sabe cómo- una guitarra a sus manos. “Cuando vio la guitarra, mi abuela dijo ´¡ah! ¡otro sacatragos!´ Eso me quedó grabado en la mente de por vida. ¿Por qué me dijo eso? Después, con los años, entendí que no quería que agarre el mal camino”, relata el artista, que trajo su guitarra a cuestas a la entrevista, mientras bebe una gaseosa natural, para no perjudicar su garganta.
A Buenos Aires primero viajaron sus tíos y, después, su mamá, cargándolo a él a upa. “Entonces, acá, nos instalamos en Tucumán y Suipacha. Esta zona la conozco como la palma de mi mano”, se jacta.
-¿Qué es lo que más recuerda de su vida en la capital?
-Acá levantaba los papeles, las revistas y los diarios tirados en la calle. Porque me gustaba leer, me cultivé con eso. Y, de paso cañazo, la guitarrita, siempre aprendiendo. A los 13 me grabaron mi primera canción. A partir de los 20 comencé a estudiar composición y armonía. Después estudié foniatría y vocalización en el teatro Colón. Luego entré a ver con mucha atención a la televisión, había programas musicales de muy buen nivel. Más tarde, trabajé en cine. Hice cinco películas, con Luis Sandrini, Lola Flores, Evangelina Salazar, Norberto Suárez...
-¿Cómo llegó a trabajar con esos monstruos?
-Yo era curioso. No sabía que ellos quisieran contratarme para tal papel o personaje. Yo me metía, me mandaba, iba y averiguaba, y me daban personajes...
-Pero sin haber estudiado actuación...
-En ese momento se vislumbraba al que tuviera inquietudes, nunca se preguntaba "¿dónde estudiaste?". No había eso. Pero, como decía, yo me mandaba. Siempre. Y lo hice también con la música. En el barrio ensayaban Sandro, Los Cinco Latinos, Pepito Pérez, Rosamel Araya y Leo Dan. En un sótano en Callao 21, yo los iba a ver y mi picardía hacía que dijera "yo puedo hacer una canción para uno, o para el otro", y así avancé.
-Comenzó escribiendo para otros, entonces...
-Sí, como autor y compositor, hasta que apareció la oferta del primer disco. Grabé cinco. Luego, me descubrió, o me redescubrió, Horacio Malvicino, con el que trabajé cinco años.
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