2/21/2018

vamos a la marcha : deseperanza aprendida - cuando no resistir, enferma -



En términos generales, la desesperanza es considerada un pesar, una enfermedad, una maldición de gran potencia limitante. El filósofo Nietzsche, la consideraba “la enfermedad del alma moderna”. 

Puede decirse que es un estado en el que se ven debilitados o extinguidos, el amor, la confianza, el entusiasmo, la alegría y la fe. 

Una especie de frustración e impotencia, en el que se suele pensar que no es posible por ninguna vía lograr una meta, o remediar alguna situación que se estima negativa. Es una manera de considerarse a la vez: atrapado, agobiado e inerme.

Desesperanza no es ni decepción ni desesperación.

La decepción es la percepción de una expectativa defraudada, la desesperación es la pérdida de la paciencia y de la paz, un estado ansioso, angustiante que hace al futuro una posibilidad atemorizante. 

La desesperanza, por su parte, es la percepción de una imposibilidad de logro, la idea de que no hay nada que hacer, ni ahora, ni nunca, lo que plantea una resignación forzada y el abandono de la ambición y del sueño. Y es justamente ese sentido absolutista, lo que le hace aparecer como un estado perjudicial y nefasto.

Martin Seligman, creador de una corriente psicológica conocida como “Psicología Positiva”, estudió a fondo este tema, y junto con un destacado colaborador, Steven Maier sometieron a un grupo de animales de laboratorio a un experimento en el que se les aplicaba descargas eléctricas a todos, impredecibles e incontrolables para un grupo e impredecibles pero con posibilidad controlar e interrumpirlas mediante el uso de una palanca de corte para uno de ellos al que llamaron "gestor".

Entre sus conclusiones, reportaron que a diferencia de gestor que no podía predecir pero si controlar interrumpiendo las descargas, los animales que se vieron impedidos de predecir pero también controlar el estímulo doloroso perdieron su motivación y se vieron desanimados, lentos y torpes para actuar,  limitados para aprender nuevos comportamientos hasta que finalmente murieron en un tiempo muy corto.

En contrario sensu, el animal que aun sin predecirlas pudo hacer algo no por evitarlas por sí al menos controlar las descargas , murió en el tiempo esperado.

Hoy sabemos que en la política y en la guerra se usan estrategias de desesperanza aprendida sobre disidentes, opositores y / o enemigos, para  desmoralizarlos y evitar así iniciativas resistentes a los abusos de poder mostrando que nada pueden hacer por evitarlos ni controlarlos.

1 comentario:

Claudia dijo...

Con todo respeto, me parece que el tema de la desesperanza esta sobredimensionado.
Es propio de las redes sociales que alguien tire un "parecer" y si 10 tipos le responden "yo también lo observe", la percepción monta a categoría antropologica. Algo así acontece con la teoría del desánimo.
Creo que las personas socialmente inquietas saben diferenciar los momentos clave y que hacer en ellos.
Y aunque este es un tiempo saturado de interpretaciones espasmódicas que se manijean desde lugares bastante oscuros y pese a que algunas veces mordemos el anzuelo de los categorizadores seriales, en muchas otras, como hoy, las instalaciones se evaporan por su real y constatable instrascendencia.
El post es excelente y vale su peso... pero la alarma, al día de hoy, me parece infundada. Saludos.