JORGE MOLINERO
El gobierno nacional se ha embarcado en un
proceso de apertura comercial y financiera, tratando de convencer a la opinión
pública que son beneficiosas para el país, y que nos “sacarán del aislamiento”
que según ellos fue la característica de la época kirchnerista.
El 22 de diciembre La Nación se lamentaba
que no se haya podido cerrar el acuerdo Mercosur-Unión Europea, debido a los “persistentes reparos de la UE (sobre volúmenes de cuotas de
algunos productos agrícolas y de biocombustibles, la cuestión de la propiedad
intelectual, las compras gubernamentales y ciertos temas de servicios
financieros y marítimos)”(1).
Los negociadores europeos
querían todo a su favor sin conceder más que migajas a los sectores primarios
que serían los principales beneficiarios, al tiempo que el sector industrial el
más afectado. Nosotros diríamos que gracias a sus “reparos” se ha dilatado la
firma de un tratado que traería muchos mas perjuicios que beneficios. Pero el
gobierno insistirá en marzo con el acuerdo de marras, al tiempo que propone
avanzar en otros acuerdos, no sólo con la Alianza del Pacífico (Chile,
Colombia, México y Perú) con los que tenemos distintos acuerdos previos, sino
con Canadá, Singapur y Corea del Sur. La lista se ha restringido ahora que el
tratado general de EEUU con los países asiáticos ha sido bombardeado por un
Donald Trump devenido en proteccionista, mientras la “antorcha del libre
comercio” pasa a las manos de China. ¿Por qué la apertura irrestricta y los
acuerdos de libre comercio no son beneficiosos para países como la Argentina?
Un poco de historia nos puede ayudar a comprenderlo.
La
teoría y la práctica de los países hoy desarrollados
Desde el inicio de la Economía
Política en Gran Bretaña, la teoría convencional del comercio exterior dice que
la competencia perfecta será de mutuo beneficio para las partes, por lo que se
deben eliminar las restricciones al comercio internacional. El neoliberalismo -
la teoría económica que abrazan los economistas en los países centrales y
muchos en los periféricos como el nuestro - caracteriza a los mercados como
estructuras auto-reguladas que atienden todas las necesidades económicas,
utilizando eficientemente los recursos y generando pleno empleo para “todas las
personas que realmente quieran trabajar”. En esta difundida teoría de los
países dominantes la pobreza, el desempleo y las crisis económicas periódicas
se deben a factores externos que limitan el libre accionar del mercado, como
los sindicatos y la acción del Estado.
Para superar el atraso y la
pobreza - sigue la saga oficial del neoliberalismo - hay que crear estructuras
amigables con el mercado (“market friendly”): recortar la fortaleza sindical
para que los empresarios puedan tomar y echar personal a voluntad, privatizar
las empresas públicas, eliminar las regulaciones estatales a la actividad
económica interna y abrir los mercados al capital y las mercancías externas.
Sin embargo, desde que el capital
financiero y su expresión ideológica neoliberal retomaron el control de la
política económica en el mundo, a partir de los años 80, la pobreza y el hambre
aumentó en los países ya pobres, al tiempo que se concentraba la riqueza tanto
en países centrales como periféricos. En Latinoamérica fueron décadas perdidas
para el crecimiento hasta que en la década pasada varios países de la región se
embarcaron en un proceso diferente de acumulación y crecimiento que puso foco
en la reducción de la dependencia financiera, aumento del consumo interno y
reducción de la pobreza.
Sólo un puñado de países
asiáticos, siguiendo reglas diferentes a las del manual neoliberal, crecieron
fuertemente. A la salida de la Segunda Guerra Japón retomó su crecimiento, para
ser seguido más adelante por Corea, Singapur, Hong Kong y Taiwán, y en los
ochenta por China que está llamada a cambiar las relaciones de poder a nivel
mundial en las próximas décadas. El crecimiento de la India es más tardío y
está varios pasos por detrás de China, pero su importancia es, como ésta, la
magnitud de su población.
En la mayoría de esos países el
crecimiento acelerado y la reducción de la pobreza no se logró con apertura
comercial irrestricta y menos aún con apertura financiera. El caso de China es
el más exitoso por llevar casi 40 años de alto crecimiento (en un promedio
cercano al 10 % anual acumulativo, pasando al 6 % en los últimos años) sin
ningún año de las crisis periódicas que asolan a los países capitalistas
desarrollados. Su Producto Bruto es el segundo a nivel mundial en dólares
corrientes, detrás de EEUU, y el primero en Paridad de Poder de Compra. Ello lo
ha logrado con un estricto control de los flujos financieros, con esa actividad
casi 100 % en manos del Estado, al igual que las empresas de servicios públicos
y las consideradas estratégicas (defensa, energía, comunicaciones, etc.) y un
muy estudiado sistema de promoción de las exportaciones y de las inversiones externas. Esto incluye transferencia de tecnología del
inversor internacional y un saldo externo positivo de las empresas a radicar
allá (las exportaciones comprometidas deben ser mayores a las importaciones de
insumos, bienes de capital y repatriación de utilidades y regalías). Ninguna de
estas políticas son las recomendadas por las recetas neoliberales en que se
apoya el gobierno de Cambiemos.
Pero no sólo China y los
asiáticos no respetaron esas recetas para lograr su desarrollo. Los países
europeos y Estados Unidos, en su momento, también las contravinieron en la
etapa en que consolidaban su propio crecimiento industrial. Gran Bretaña, el
primer país industrial, apeló a la alta intervención estatal. Desde el siglo
XIV promovía la manufactura de prendas de lana, con derechos de exportación
(sí, las “odiadas” retenciones) a la exportación de lana en bruto y con
promociones a la mano de obra europea especializada en tal industria. Más
adelante, cuando su industria textil de algodón dio origen a la revolución
industrial alrededor de 1780 se fueron articulando distintas intervenciones del
Estado para lograr su supremacía, entre las cuales muy significativas y poco
mencionadas son las de tipo militar. La subyugación de la India por la armada
británica derivó en la “libre exportación de algodón en bruto” a la metrópoli,
al tiempo que se reprimía la actividad de la hilandería y tejedurías nativas,
incluyendo el corte de los dedos a las hábiles trabajadoras indias. La etapa
del imperialismo clásico se desarrolló alrededor de 1875 con la conquista
militar de continentes enteros para explotar sus recursos y obligarlos a
importar productos industriales de sus metrópolis europeas. Parafraseando a Von
Clausewitz diríamos que la guerra (y la conquista) no es sino la continuación
de las transacciones económicas
(políticas decía él), por otros medios.
Tanto Estados Unidos como
Alemania - los principales desafiantes de la supremacía británica - así como Japón, Suecia y otros hoy
desarrollados fueron fuertemente proteccionistas, el primero hasta la
finalización de la Segunda Guerra Mundial. Luego, una vez que hubieron
consolidado su rol de economía industrial desarrollada comenzaron a predicar (y
obligar por distintos medios, como vimos) al resto del mundo a practicar el libre
comercio y la movilidad irrestricta de capitales. Como decía el economista
coreano Ha-Joon Chang (2), es “pateando la escalera” que les permitió llegar
arriba como impiden que otros puedan llegar.
La
etapa actual y el plan de Cambiemos
La situación idílica del “todos
ganan” que describe la teoría económica neoliberal no logró el desarrollo de
aquellos que la siguieron sino que los encadenó a la especialización primaria
cercenando las potencialidades de un desarrollo industrial con mayor grado de
autonomía. A contrapelo de estas evidencias, el gobierno de Cambiemos procedió
a la apertura tanto de capitales como de mercancías, y los resultados fueron
una caída de la actividad muy fuerte en 2016 seguida con una recuperación
parcial en 2017.
En el sector externo la
situación se deterioró claramente en estos dos años. Por un lado las
exportaciones no crecieron a pesar de la fuerte devaluación inicial y la quita
de retenciones. El anémico saldo
comercial positivo de 2016 se transformó en un saldo fuertemente negativo en
2017, que terminará por superar los 8.500 millones de dólares. Es que en 2017
hemos asistido a un proceso inverso de revaluación del peso que encarece las
exportaciones y facilita las importaciones. El principal cambio externo que
Cambiemos no quiere registrar es que la economía mundial no tiene la fuerte
expansión que la caracterizó desde los primeros años del milenio hasta mediados
de 2012. En ese momento en donde cayeron abruptamente los precios de las
commodities, a lo que se suma la retracción de exportaciones industriales a
Brasil, nuestro principal cliente. Entre 2011 y 2015/2016, la caída de las
exportaciones argentinas fue muy fuerte (más del 30 %)
COMERCIO EXTERIOR ARGENTINO –
AÑOS SELECCIONADOS
(MILLONES DE DÓLARES)
|
EXPORTACIÓN
|
IMPORTACIÓN
|
SALDO
|
2002
|
25.650
|
8.989
|
16.661
|
2011
|
82.981
|
73.961
|
9.020
|
2015
|
56.788
|
59.757
|
- 2.969
|
2016
|
57.733
|
55.609
|
2.124
|
ENE/NOV 2017
|
53.881
|
61.538
|
- 7.657
|
Fuente:
Indec.
La eliminación de la
administración del comercio exterior (control de las importaciones) derivó en
2017 en un incremento significativo de las importaciones agravado por el
retraso cambiario que se acentuó este año. Ese “agujero negro” del sector
externo se financia con mayor endeudamiento que en vez de utilizarse para hacer
inversiones en infraestructura o en actividades productivas que promuevan
exportaciones o sustituyan importaciones, se utiliza para la especulación
financiera con Lebac e instrumentos similares, capital golondrina que volverá a
salir cuando este “esquema Ponzi” no aguante más (la corrida cambiaria de fin
de año puede ser un anticipo). Las elevadas tasas de interés atraen a la
especulación al tiempo que conspiran contra la inversión productiva. Las
inversiones externas directas no superan los 2.000 millones de dólares
(básicamente reinversión parcial de altas utilidades de empresas extranjeras),
mientras la inversión de portafolio (especulativa) se acerca a los 14.000
millones de dólares. El endeudamiento con mercado de divisas abierto, una vez
más ha sido el vehículo de la descontrolada fuga de capitales (en 10 meses de
2017 totalizan U$S 38.262 millones).
.
2015 2016
2017
TASA LEBAC PROM. ANUAL 27,22 % 30,91 %
25,83 %
STOCK
LEBAC (MILL. $)
345.124 630.310 1.177.230
INTERESES LEBAC/PBI 1,3 % 1,9 % 2,3 %
FUENTE:
FIDE
Con la política económica actual
nos encaminamos hacia el mismo tipo de problemas que tuvo la Convertibilidad en
su etapa final, una apertura indiscriminada que solo se mantiene con mayor
endeudamiento hasta que los acreedores externos (incluidos argentinos que ya
blanquearon sus dólares en el exterior) entienden que ha terminado el juego de
las Lebac o los Bonos del Tesoro y se retiren en masa, provocando una
devaluación descontrolada.
No es que este gobierno de ricos
no sepa como termina esta historia repetida. El país que quedará será de una
alta desocupación para disciplinar la actividad sindical y lograr salarios
reales mucho más bajos. Otra vez el encadenamiento de nuestra soberanía a una
pesada deuda externa que cristalizará una distribución del ingreso más
regresiva, con aumento de la pobreza y la marginalidad. Esos son sus objetivos
escondidos detrás de los globos amarillos y las declaraciones de futuros
brillantes.
(1)
La Nación. 22-12-2017: “El Mercosur culpa a Europa por la falta de
avances en el acuerdo”
(2) Ha-Joon Chang. “Kicking away the Ladder” (Pateando la
escalera). Anthem Press, 2002.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario