Pobre patria! Casi temerosa de conocerse a sí misma. No puede ser llamada nuestra madre sino nuestra tumba, donde nadie sonríe excepto quienes no saben nada; donde los suspiros y los lamentos y los gemidos que desgarran el aire se elevan sin que nadie los advierta, donde el dolor violento parece un éxtasis moderno. Doblan las campanas y nadie pregunta quién murió y la vida de los hombres buenos expira antes que las flores que, sin enfermar, mueren.
(Macbeth)
(Macbeth)
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