6/22/2017

mitos macristas


Mito:  Ahuyentaron a la inversión extranjera

Cecilia Gonzalez Bonorino

Uno de los latiguillos del equipo económico de Cambiemos es que en los últimos años nuestro país repelía los capitales externos y no llegaba un dólar de inversión extranjera. Este tipo de enunciados tiene como trasfondo una visión ideológica miope, que simplifica aspectos fundamentales del funcionamiento de nuestra economía, además de otros relativos a la dinámica del mundo en el cual estamos insertos. Subestimar la importancia del mercado interno, y la consecuente necesidad de fortalecer el poder de compra de los trabajadores, como vector de crecimiento económico, es desconocer las motivaciones que mueven a la inmensa mayoría de los empresarios, en la actualidad.
Existen dos factores principales por la cual un proyecto productivo decidirá relocalizar su producción desde el país de origen del capital hacia otra economía foránea. 

Una es la seguridad de contar con una matriz de competitividad superadora, entendida como precios más bajos de sus factores productivos. Existe una dificultad en compatibilizar esta premisa con la tradición de los gobiernos nacionales y populares en argentina, ya que –afortunadamente- siempre se priorizó el crecimiento con salarios altos y mejoras de la participación del trabajo en la distribución funcional del ingreso. Si se descarta por socialmente indeseable la posibilidad de aplicar un modelo de crecimiento en base a salarios bajos, se deberá reparar en el segundo factor influyente a la hora de que un empresario decida invertir: un mercado interno sólido y lo suficientemente estable como para sostener la demanda en el tiempo.

En su adhesión a los principios neoliberales, los referentes económicos de Cambiemos vinculan unívocamente el motor del crecimiento a las exportaciones y la robustez de la economía a la llegada de inversiones extranjeras. Esta idea, instalada en los noventa y arraigada en el sentido común, pondera al capital extranjero como proveedor de tecnología, productividad y empleo con virtuosos derrames productivos. Critican la “falta de reglas claras” que deterioran la confianza de los inversores externos, y las reglamentaciones que limitan su capacidad de acción, particularmente sobre las de divisas.

En este sentido, la expectativa del gobierno es enviar señales “amigables” a los mercados, que impulsen las inversiones extranjeras para compensar la recesión generada por el ajuste, y reactivar la economía. En esta lógica se deben circunscribir, por ejemplo, el acuerdo con los fondos buitres, los recientes encuentros del presidente y su gabinete económico con empresarios extranjeros en “Mini Davos” y la nueva auditoría del FMI para evaluar la economía argentina. También buscan optimizar las oportunidades de negocios, asegurando mayor rentabilidad a los empresarios, reduciendo los costos laborales a costa de menores salarios y mayor flexibilización laboral.
A pesar de las concesiones y los gestos amigables a los empresarios, las inversiones continúan sin llegar. Por el contrario, según los datos oficiales del balance cambiario, la inversión extranjera directa en el primer año del macrismo se redujo a la mitad en 2016, cayó 52% respecto 2015.

Evolución de la Inversión Extranjera Directa – 2003 a 2016





En contraposición a la idea que el kirchnerismo ahuyentó la inversión extranjera, según los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) entre 2003 y 2015 la Argentina fue uno de los tres países de Sudamérica donde más aumentó la IED. Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia, la IED alcanzaba solo 1.652 millones de dólares. Doce años después, Cristina Fernández dejó el gobierno en 2015 con 11.655 millones de dólares en concepto de IED, esto es, siete veces mayor que en 2003 y 130% más que en 2014. Las únicas dos grandes caídas de la IED se deben al impacto de la crisis mundial en 2009, y a la salida del Grupo Repsol en 2014 por la estatización de la mayor empresa estatal del país, YPF.

En contraste, la actual caída de la IED bajo el gobierno de Cambiemos se explica fundamentalmente por la eliminación de requisitos de reinversión de utilidades sobre compañías de capitales extranjeros y la preferencia de los inversores internacionales por los activos financieros. Es por esto que la supresión de las regulaciones sobre el mercado cambiario, en conjunto con la suba de la tasa de interés local para contener la huida de los dólares, y la caída del consumo, promovieron la especulación financiera en detrimento de la inversión en la economía real. Si se observan los datos del MULC, la formación de activos externos en 2016 alcanzó un valor de 12.329 millones de dólares, de manera que por cada dólar que entró como IED, 2,2 dólares se fugaron al exterior. Paralelamente, la formación bruta de capital fijo se redujo 4,5% respecto a 2015.

Los actuales funcionarios continúan afirmando que "las inversiones no llegan porque la rentabilidad no es la esperada". Siguiendo los lineamientos ortodoxos a ultranza, la política del gobierno apunta a una continua reducción de los salarios reales para mejorar la rentabilidad de los empresarios a partir de brindar “señales positivas” al mercado. Esta lógica no pretende otra cosa que mejorar la competitividad del sector privado a costa del trabajador. En simultáneo, desde la política económica se sigue enfriando la economía para contener la inflación. Son estas las medidas que terminan por ahuyentar la inversión extranjera, ya que ningún empresario va a invertir en un país donde todos los indicadores de actividad caen, mientras que la capacidad ociosa y el desempleo crecen sostenidamente. Menos aun si obtienen utilidades abismales por medio de las operaciones especulativas de valorización financiera.

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