6/24/2017

costumbres argentinas: el trueque ( nacimiento, desarrollo y ocaso de una "pesada herencia" del neoliberalismo)


La exitosa experiencia de los clubes de trueque ya no es exclusiva de las zonas más pobres. Ahora adoptó esta modalidad mucha gente de clase media de los barrios de Palermo, Barrio Norte y Almagro.

A Elsa Colángelo, coordinadora del Club del Trueque de Beruti y Coronel Díaz, la broma ya no le hace gracia. En las reuniones con responsables de otros nodos, suelen decirle, con voz afectada: "Ah, ¿vos sos de los conchetos de Barrio Norte?". El nodo que ella coordina funciona en el Centro de Gestión y Participación (CGP) N° 2 Norte, exactamente enfrente del shopping Alto Palermo, y eso da pie a las cargadas.

"Viene mucha gente de clase media de Barrio Norte, Palermo, Almagro. Te diría que nuestro límite llega casi hasta la vía del Ferrocarril Sarmiento", dice Pablo Mandia, director del CGP. "¿La verdad? La gente que se ve acá no se la ve en otros nodos", dice Colángelo.

Claro que estigmatizar a las personas que pasan por ese CGP es un error. El domingo, entre las 11 y las 15, pasaron unos 400 "trocadores" por ese "Alto Palermo Trueque Club", como dijo alguien en broma para que el nombre suene acorde al barrio. Los miércoles, entre las 17 y las 20, un promedio de 1.000. Ahí resuenan las historias de gente que cayó por la pendiente social y están tratando de entender qué fue lo que les pasó.

María Inés Villanueva es una de ellas. El domingo estaba sentada muy cerca de la puerta de entrada, ofreciendo por segunda vez su servicio: arreglo de ropas. Un dobladillo, 4 créditos. Un cierre, 4 créditos. Además, tarot astrológico, a 10.

"Trabajé 20 años en oficinas", dice la mujer, de 55 años. "Hace unos 12 años, dejé la oficina para poner un negocio de ropa en Almagro. Era ropa de muy buena calidad, pero después me di cuenta de que en esa zona no había poder adquisitivo. Y la hiperinflación me arruinó".

María Inés vive en Arenales y Julián Alvarez, en un departamento de dos ambientes "refaccionados a tres" que compró con su marido, un abogado que trabaja en el Ministerio de Economía. Tiene los nervios "hechos bolsa" por miedo a la indexación. Pagan 500 pesos de cuota y les falta pagar 4 años y medio. "Estoy tomando tranquilizantes por el terror que tengo. A mi hermana ya le aumentaron la tasa. Si no puedo pagar, ¿adónde voy?"

Eduardo Brotto, de 35, de Almagro con salón de peluquería en Pompeya, cuenta que la primera vez que llegó al Alto Paler mo tuvo una sensación muy fea. "Sentí una regresión. Pensaba: a lo que llegué. Los fines de semana solía ir de shopping, de paseo. Ahora estoy muy limitado en esas cosas personales. Igual no me quejo: en la peluquería veo gente con cada patología... Gente grande que se me pone a llorar como pollito mojado, o que se pone agresiva. Así que prefiero venir, para buscar alternativas, para no pincharme".

Su compañera, Marcela Cichero, estaba viendo cómo hacer para promocionar su actividad en el Alto Palermo. Ella, también de Almagro, es psicóloga, recibida en la Universidad de El Salvador, especialista en adicciones, granjas, comunidades terapéuticas. "Esta nueva realidad es muy dura, pero tenés que ser flexible. Mirá que yo vivía en Acoyte y Rivadavia, me la pasaba yendo al shopping, conocí Europa, Estados Unidos, países de Sudamérica. Pero hay que adaptarse. Acá en el trueque la gente siente que produce, se entretiene y no pierde la alegría. Y yo... no sé, trataré de conseguir pacientes que paguen mitad en créditos, mitad en pesos" .

Soledad Mansilla es una de las personas que vive el trueque con felicidad. "Esto no es lo que en verdad deseamos, pero acá hay un espíritu de compañerismo, de cordialidad. Comparto espacio con una compañera y no hay celos. Elegí este nodo porque para lo que yo hago (masajes, reflexología, digitopuntura) tenemos un lugar en el que hay bastante privacidad. Es una oportunidad de hacer el bien a alguien, y que nos paguen. Con los masajes el sábado llené la heladera de ajíes, repollos, chauchas, todo de quintas".

Además de tomates por 2 créditos y cosas así, en el Club del Trueque Alto Palermo se pueden tomar clases de tango con Carlos Castillo o participar de algún curso de autoestima o alimentación natural que dicta Rosa Romero, psicóloga egresada de la Universidad Kennedy, con un master en Programación Neurolingüística.

El domingo pasado, por primera vez, Rosa participó de un trueque, con su pan orgánico. "Me encantó. Es esperanzador. Es estar activo, generando. Yo vengo con el pan, pero el objetivo es difundir mi actividad, presentar los cursos, que son mi pasión. Lo mío es desarrollar el potencial humano". Rosa ve en el trueque algo más: la posibilidad de mostrarse, de dar.

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