5/26/2017

decálogo neoliberal

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Hugo Ferullo


Históricamente, el proyecto neoliberal empezó con el esfuerzo intelectual de un grupo relativamente pequeño de pensadores y hombres de acción convocados en el año 1947 a un lugar de las montañas suizas, donde se reunieron los treinta y nueve participantes iniciales de lo que es desde entonces la “Sociedad Mont Pélerin”, que cuenta hoy con más de quinientos socios y con el apoyo explícito de prestigiosas Universidades, como la Universidad de Chicago, la de Freibourg, la London School of Economics, la Viginia School, además de enormes organizaciones no gubernamoentales conocidas como “think tanks”, tales como la Heritage Foundation y Atlas Economic Research.

Más allá de los aportes decisivos de pensadores como Milton Friedman y, sobre todo, de Frederick Hayek, lo que se construyó durante las décadas que siguieron a la famosa reunión de Mont Pélerin fue una asombrosa red internacional de instituciones e intelectuales interconectadas que dio lugar a la creación y difusión de un verdadero pensamiento político y económico colectivo, dirigido esencialmente a producir argumentos de todo tipo erigidos con el fin principal de combatir activamente al llamado Estado de Bienestar, que creció sistemáticamente en tamaño y en funciones regulativas y redistributivas durante las décadas posteriores a la segunda gran guerra.

Nacido como un proyecto político de alcance global, no resulta fácil determinar con precisión lo que significa hoy el término neoliberalismo. Está claro que no se trata de una teoría surgida en las entrañas académicas de la disciplina económica, ni tampoco de las ciencias políticas ni de ningún otro saber especializado con pretensiones estrictamente científicas. Con el término de neoliberalismo se alude más bien, como lo subrayan autores como Philip Mirwski y Rajesh Venogopal , entre muchos otros, no a un concepto económico con intenciones analíticas sino a una noción con pretensiones más bien descriptivas, referida al ámbito definido por la vieja economía política, esto es: un ámbito en el que lo que se trata de analizar es la relación de poder entre las distintas clases que integran una economía determinada y las instituciones jurídicas y políticas que surgen de este reparto de poder.

Más allá de la amplitud y ambigüedad conceptual que caracteriza al término, en lo que sigue intentaremos resaltar, con trazos gruesos, una suerte de decálogo que contenga los aspectos más salientes que se asocian con el neoliberalismo:

1. El neoliberalismo es un proyecto que busca instaurar, en cada país y en el mundo en su conjunto, una verdadera “sociedad de mercado”. En esta sociedad, el Estado tiene que ser lo suficientemente poderoso como para imponer a la sociedad, democráticamente (o no), una visión según la cual el funcionamiento efectivo de los mercados, competitivos (o no), constituye la única vía válida para definir toda la organización política relacionada con la asignación eficiente de recursos de los que la sociedad dispone.

2. La función esencial del mercado, es decir aquello que define su contribución central al funcionamiento concreto de las complejas sociedades modernas, es el procesamiento óptimo de la información. Esto significa que sólo el mercado es capaz de procesar la maraña de informaciones interconectadas que la complejidad de la vida social moderna necesita manejar, de donde se sigue que lo que el mercado dictamina es necesariamente lo único y lo mejor que se puede conseguir, tanto en la vida económica individual como en la economía en su conjunto. Corresponde a los ciudadanos, en consecuencia, aceptar sin resistencia lo que el mercado les exige.

3. El punto de llegada de la humanidad no es otro que el ideal de la “sociedad de mercado” a la que aludimos en el primer punto, donde impera, se supone, la optimización de los resultados económicos que los mercados bien informados permiten alcanzar. El mercado no es solamente “el” dato clave para describir la realidad (“lo que es”, verdaderamente”); es también lo que la sociedad “debe ser” si lo que pretende normativamente es eficiencia y justicia conmutativa, asociada esta última al principio económico asociado con la “productividad marginal” que reza que cada ciudadano, en la vida económica, obtendrá lo que merece en términos de su propia contribución hecha efectiva en el proceso productivo.

4. El pleno empleo, la justicia distributiva, el bienestar general o cualquier otra noción que haga referencia a un objetivo colectivo, son todas entelequias que no hacen más que engañar a la gente acerca de lo que realmente corresponde a cada uno extraer individualmente del resultado colectivo de la actividad económica de un país. En este marco, la desigualdad económica que surge como resultado de la instauración de la sociedad de mercado es algo bueno, porque garantiza el cumplimiento estricto de los principios básicos de la justicia conmutativa, además de incitar a los agentes económicos más pobres para que busquen emular la conducta de los ganadores del mercado (que son, por definición, los más eficientes).

5. Corresponde al Estado conducir a la sociedad hacia su estado ideal de “sociedad de mercado”. Este es el objetivo político principal del proyecto neoliberal: controlar el Estado para demoler todo lo construido, en etapas históricas anteriores, bajo el imperio del llamado “Estado de Bienestar”. La única política pública aceptable es aquélla que persigue adecuar las funciones y la estructura del Estado a las exigencias de los mercados. De esta manera, toda política tiene necesariamente que ser “amigable” con el mercado. Por lo demás, la política misma opera como si de un mercado se tratase y, en consecuencia, lo mejor que puede hacer el Estado es buscar la mejor manera de “privatizar” los servicios como la educación, la salud, la producción científica y tecnológica, etc., a sabiendas que no existe tal cosa como “bienes públicos meritorios” ni, por lo tanto, ningún derecho por parte de los ciudadanos que garantice su acceso a estos. En el plano internacional, las iniciativas de instituciones como el Fondo Monetario Internacional tiene como objetivo principal someter a los Estados-naciones a los límites y la disciplina que exige el funcionamiento de los mercados a escala mundial.

6. Puesto que el objetivo de la política es respetar y hacer respetar los mandatos del mercado, no existe, en consecuencia, contradicción alguna entre la esfera pública y el llamado sector privado de la economía. Contrariamente a todas las precauciones que pensadores del liberalismo clásico como Adam Smith señalaron claramente que había que tener frente a las grandes empresas privadas (cuyo interés no solo no coincide necesariamente con el bien de toda la comunidad sino que generalmente, por su tendencia a evitar la competencia buscando rentas monopólicas, va muchas veces en su contra), el proyecto neoliberal busca que los intereses privados eclipsen totalmente a la esfera de lo público-estatal. Esto equivale a decir que las corporaciones privadas no se equivocan en sus decisiones, prácticamente por definición. De esta manera, que los “CEOs” de estas corporaciones se ocupen de diseñar y dirigir las políticas públicas, lejos de plantear un problema, esto definiría una situación caracterizada por la más deseada virtud.

7. El capital físico y financiero tienen primacía absoluta sobre el trabajo humano. El propietario de un bien de capital tiene absoluta libertad de asignarlo en y donde quiera, mientras que el trabajo es un mero insumo cuyo costo corresponde minimizar, en aras de conseguir el máximo de ganancia que las empresas pueden extraer de su participación libre en los mercados autorregulados.

8. Por supuesto que el funcionamiento libre de los mercados puede, por problemas de coordinación de “corto plazo”, ocasionar problemas en la marcha de la economía. Pero frente a estos problemas nada tiene que hacer el Estado, puesto que es el propio mercado el que corrige de la mejor manera, en el corto y en el largo plazo, sus propios defectos de funcionamiento. Al Estado, cuyas fallas son siempre mucho peores que las fallas de mercado, hay que ubicarlo siempre entre las causas de los problemas y nunca entre las propuestas de solución de los mismos.

9. Lo que el neoliberalismo conserva del liberalismo clásico es la “libertad de elegir” que tiene la gente cuando se enfrenta a decisiones económicas (o de cualquier otra naturaleza). Ahora bien, como “el mercado” sabe más que todos los agentes económicos individuales (apabullados por una masa enorme de información que no pueden, definitivamente, procesar con sus capacidades limitadas), la libertad de los individuos los lleva necesariamente a capitular todo “derecho humano” que el mercado no esté dispuesto a respetar. Cualquier negación política de este principio considerado básico, conduce inevitablemente a prácticas “populistas” asociadas necesariamente con la ignorancia (y, en muchos casos, con la corrupción).

10. La libertad “positiva”, aquélla que capacita para ser y hacer lo que cada uno cree que vale la pena ser o hacer en aras de la propia plenitud humana, está fuera de toda consideración. La única libertad que debe respetarse a rajatabla es la libertad que Isaiah Berlin definiera como “negativa”, esto es: la capacidad que tienen los sujetos individuales de obrar y decidir, dentro del marco legal existente, sin obstáculos ni interferencias, libres, en particular, de regulaciones impuestas por el Estado. La “libertad” queda así garantizada por el funcionamiento de mercados desregulados, lo mismo que la eficiencia y la justicia distributiva, permitiendo que los pobres tengan el mismo derecho que tienen los ricos de elegir dónde duermen: si en un lujoso hotel o en el desamparo de la calle.

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