Por John William Cooke
Burócratas y burocracia
“Los burócratas están siempre a la pesca de cualquier frase o declaración de Perón que pueden utilizar para teñir de ortodoxia sus claudicaciones, pero ignoran los conceptos medulares de su pensamiento, mantenidos a través de los años como directrices del Movimiento, invariables y coherentes, que prevalecen sobre los momentos tácticos. Aquí es oportuno hacer algunas citas recientes que condensan ese pensamiento.
1 — “Los que piensan que el problema social argentino puede solucionarse con un aumento progresivo de la renta en el término de diez años, se equivocan”.
2 — “Desde que la injusticia social ha dominado, venimos escuchando de boca de los que la disfrutan, la afirmación de que la justicia social sólo puede alcanzarse si se constituye una Nación económica poderosa y rica. Si no predominara el egoísmo en la sociedad actual esta afirmación podría ser efectivamente valedera, pero es que el actual sistema capitalista de explotación no tiene y se observa que, excepto en la época del justicialismo, las etapas prósperas no han sido para los trabajadores sino para los empresarios y los parásitos que la usufructúan. Cuando más poderosa ha sido la economía, mayor ha sido la explotación”.
3 — “Es que una vez el gobierno de la burguesía demuestra su fracaso evidenciando su incapacidad para gobernar lo inerte y su falta de dignidad y valores morales para conducir lo vital”.
4 — “Cuando se nos habla de “economía libre”, de “libre empresa”, de “libertad de comercio” no son sino creaciones insidiosas para evitar que los demás se defiendan, para penetrarlos y explotarlos”.
5 — “Ahora los capitalistas quieren convencer al pueblo de que hay que defender la propiedad, sin darse cuenta que el pueblo que no tiene acceso a ella no puede tener interés en defenderla. En cambio, la propiedad común es una solución para el que, de otra manera, no puede ni podrá nunca tener nada”.
6 — “La economía no es ni ha sido nunca libre: o se la dirige y controla por el Estado en beneficio del Pueblo o la manejan los grandes monopolios en perjuicio de la Nación”.
7 — “Las aparentes ayudas por empréstitos y aportes de capital no son sino otras formas de penetración que sirven de medios de expoliación y descapitalízación. Los bancos extranjeros y los monopolios terminan por dominar, imponen finalmente sus exigencias económicas, políticas y sociales, ya sea directamente o por intermedio de los “fondos monetarios internacionales”, con lo que los países sometidos pasan a ser colonia”.
“(…) El resultado de esta postura dual es que el régimen integra a los burócratas en formas diversas que van desde someterlos al “terrorismo ideológico” y tenerlos cada cinco minutos aclarando que no son comunistas, hasta inspirarles pautas de conducta para ser reconocidos como personas serias, responsables y sin el pensamiento alborotado por apocalipsis revolucionarias.
Ese deslizamiento continuado hacia la derecha otorga impunidad a elementos ultrarreaccionarios que consiguen alguna receptividad —y, en todo caso, la pasividad general— para planteos fascistizantes que reaparecen amparándose en una pretendida filiación peronista y que, como las vacas sagradas de la India, no sirven para nada salvo para estorbar, pero que nadie se atreve a liquidar por temor a ser anatemizado desde el engranaje de caza-brujas del régimen.
Como el término “burócrata” está incorporado al léxico peronista pero con muy imprecisas connotaciones, y será utilizado a menudo en este informe, algunas breves puntualizaciones se vuelven necesarias. No designamos con eso a la persona que ocupa un cargo político o sindical, ni sostenemos tesis puritanas en contra de que se utilicen las ventajas que confieren algunos de esos status (licencia gremial, fueros parlamentarios, aparato sindical, etc.). Ni el hacerlo en forma deshonesta es lo que hace merecer el justificativo; el deshonesto es un burócrata, pero el burócrata no es necesariamente deshonesto ni cobarde (aunque ese ramillete de condiciones se suele dar con frecuencia en el burócrata).
Lo burocrático es un estilo en el ejercicio de las funciones o de la influencia. Presupone, por lo tanto, operar con los mismos valores que el adversario, es decir, con una visión reformista, superficial, antitética de la revolucionaria. Pero no es exclusivamente una determinante ideológica, puesto que hay burócratas con buen nivel de capacidad teórica, pero que la disocian de su práctica, y en todo caso les sirve para justificar con razonamientos de “izquierda” el oportunismo con que actúan.
La burocracia es centrista, cultiva un “realismo” que pasa por ser el colmo de lo pragmático y rechaza toda insinuación de someterlo al juicio teórico que los maestritos de la derecha les hacen creer que es “ideología” y que ésta significa algo que no tiene nada que ver con el mundo práctico. Entonces su actividad está depurada de ese sentido de creación propio de la política revolucionaria, de esa proyección hacia el futuro que se busca en cada táctica, en cada hecho, en cada episodio, para que no se agote en sí mismo.
El burócrata quiere que caiga el régimen, pero también quiere durar; espera que la transición se cumpla sin que él abandone el cargo e posición. Se ve como el representante o, a veces, como el benefactor de la masa, pero no como parte de ella; su política es una sucesión d« tácticas que él considera que sumadas aritméticamente y extendidas en lo temporal configuran una estrategia.
En realidad, está integrando una serie de relaciones superestructurales de las cuales se propone o cree valerse pero que lo tienen aprisionado; es sensible al terrorismo de las acusaciones de trotskista o comunista, cultiva las banalidades sociológicas que le inculcan bajo disfraz “progresista” en los cursos de la CGT o similares, y cree que es el único que sabe sumar tanques y soldados, por lo que declara fantasía y aventurerismo todo planteo que desafíe la correlación abrumadora de fuerzas en contra de los intereses populares.
Afirma que el peronismo no debe ser “clasista”, porque confunde la composición policlasista del Movimiento con la ideología, considerando que existen ideologías “policlasistas” o “neutras”. No puede entender que, en un frente de lucha, con el policlasismo estamos todos de acuerdo, pero que la ideología sólo puede ser o la revolucionaria del proletariado o la burguesa.
También cree que estar en contra de una sociedad dividida en clases es plantearse utopías en que todo quedará socializado en veinticuatro horas por decretos fulminantes. Esa visión, metodología y práctica burguesas, facilitan la proliferación de los peores elementos que en los remansos de la lucha aparecen para mangonear figuración y candidaturas, ellos mismos un poco sorprendidos de la desmemoria general para con sus claudicaciones pasadas.
Las flores de fango por un lado y los varones prudentes por el otro, creen que más allá del módico repertorio de métodos y tácticas que ellos manejan sólo quedan el infantilismo, los golpes de mano y la desorbitación aventurera; entonces se reivindican como realistas, administradores avaros de cualquier margen de legalidad, de cualquier complacencia que los dueños del rayo de la violencia nos concedan.
Las flores de fango por un lado y los varones prudentes por el otro, creen que más allá del módico repertorio de métodos y tácticas que ellos manejan sólo quedan el infantilismo, los golpes de mano y la desorbitación aventurera; entonces se reivindican como realistas, administradores avaros de cualquier margen de legalidad, de cualquier complacencia que los dueños del rayo de la violencia nos concedan.
Este “estilo”, esta calidad especial, corresponde a nuestra contradicción intrínseca de movimiento revolucionario por nuestra composición y nuestra lucha antiimperialista y antipatronal —que objetivamente hace de nosotros el término de un antagonismo irreconocible con el régimen— mientras que organizativamente y como estructura estamos muy por debajo de esos requerimientos.
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(*) Un estudio sobre la teoría en acto de Cooke que escribí para el libro "Cooke de vuelta" una compilación de textos publicada en 1999 por Ediciones La Rosa Blindada, a cuya presentación en el Auditorio de la Asociación de Trabajadores del Estado, jamás nunca nadie concurrió y hubo que levantarla.
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