Gran tema en épocas de "libros de autoayuda" y "pensamientos positivos" ( y "talleres de entusiasmo", obvio).
En última instancia, el reconocimiento de la angustia como un sentimiento que me pone en presencia de condición de ser libre e indeterminado debe ser reconocido como una brillante aportación de Sartre, aunque podamos reconocer la influencia de Kierkegaard y Heidegger en tal planteamiento. Mediante su descripción de la angustia, Sartre reconoce que su naturaleza incómoda es lo que hace que la tendencia del individuo sea renegar de tal sentimiento.
La aceptación o huida ante la evidencia de la libertad acaba siendo una decisión personal que nunca acaba, en la medida en que siempre puedo constituirme a mí mismo como un hombre de “mala fe”.
Llegados a este punto, no podemos establecer ontológicamente la necesidad de aceptar la libertad precisamente porque hemos aceptado que es el individuo quien tiene que crear la forma de actuar precisamente bajo el reconocimiento de que todos los valores son semejantes.
Sin embargo, podríamos decir, junto con Kierkegaard, que con la angustia no sólo reconozco mi libertad, sino que también pierdo mi inocencia. Estando en la angustia me encuentro en presencia de las infinitas posibilidades en las que puedo proyectarme.
Consecuentemente, resulta evidente que el valor de la angustia será precisamente dar al individuo la posibilidad de reconocerse a sí mismo como dueño y señor de su destino. Siempre que esté dispuesto a convivir con la incomodidad de ser libre
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