El nuevo escenario macroeconómico delineado desde la asunción del gobierno de la alianza Cambiemos se tradujo, desde el punto de vista salarial, en un retroceso del poder adquisitivo de los estratos medios y bajos, que impacta significativamente en la caída del consumo del mercado interno. La inflación en Argentina es la consecuencia de la ausencia de políticas económicas sustentables.
Por Hernán. P. Herrera*
(para La Tecl@ Eñe)
Como puede verse a continuación, el consumo emerge como un tema central en la coyuntura actual. Debe tenerse en cuenta que el consumo público y privado integra cerca del 80% del PBI en concepto de parte de la demanda agregada.
La diferencia entre 2016 y 2014 está basada en que son años muy distintos en lo que refiere al rol del Estado. En efecto, en 2014 hubo una devaluación, pero las AUH fueron aumentadas en 40%, se creó el Progresar, andaba el Procrear, el Procreauto, se realizaba una protección comercial y los Repro (para evitar despidos) funcionaban bien. Estos elementos configuraron un año que rebotó hacia un 2015 en el que mejoraron los indicadores sociales y laborales y hubo crecimiento. Cosa que se puede dudar que ocurra en 2017.
Gráfico 1: Consumo comparado 2014 y 2016. (Fuente: CAME)
Otro elemento para tener en cuenta en la comparación entre 2014 y 2016 es que en este año se ha disparado la apertura comercial para frenar el alza de precios. A diferencia de precios cuidados durante 2014, este año se permitió un aumento de 9,1% en bienes de consumo, que asociado a un tipo de cambio apreciado (sí, a pesar de la devaluación, y como parte del modelo de valorización financiera) caracterizan un freno a los precios pero sin generación de empleo o de mayor actividad. Estas acciones, junto a una caída de las exportaciones de MOI y MOA, permiten inferir que la caída del empleo local no se ha terminado. Además, nos dejan la idea de que devaluar, sin un plan productivo sustentable, no es una solución y sólo sirve para mejorar la renta de algunos sectores.
Gráfico 2: variaciones de comercio exterior por concepto, entre el acumulado de los primeros 9 meses de 2016 e igual período de 2015.
La discusión del bono de fin de año se incluye aquí a modo de poner en debate las pérdidas de los sectores trabajadores durante 2016.
Para igualar el poder adquisitivo mensual perdido desde diciembre de 2015, debería darse un bono de al menos $13.100, en promedio (y esto es sin ajustar las pérdidas previas a diciembre por inflación). Este valor acumulado para todo 2016 representa alrededor del 62% del sueldo bruto registrado promedio estimado para diciembre de 2016.
Cabe mencionar que al ser un promedio los ajustes mensuales que se muestran en SIPA-AFIP crecen entre 0% y 4% más o menos cada mes, sin shocks. Los trabajadores, en cambio, vistos por separado, si tienen aumentos en shock en el marco de cada paritaria. Por tanto, esto es un ejercicio numérico y no refleja la realidad de un trabajador por separado sino del conjunto de manera agrupada. Los datos estimados son los de inflación para noviembre y diciembre (2,5% y 1,5% respectivamente). Y el salario registrado a partir de septiembre de 2016 (para estimarlo se usó un promedio del ajuste de los últimos años ponderando los valores del promedio de paritarias).
Gráfico 3: cuánto fue el poder de compra acumulado perdido en 2016 por el salario promedio registrado. La mirada acumulada permite tomar mejor dimensión de las pérdidas para los trabajadores.
Por otra parte, para completar este panorama resumido, si se mira la EPH, con los últimos datos publicados por la actual administración Macri, y las variaciones de las media de ingresos por decil en los últimos años, se encuentra que nunca fue tan alto el contraste entre el decil que más gana y el que menos. De hecho, resulta interesante notar que para que el decil más pobre le gane a la inflación debe crecer más que el más rico.
Gráfico 4: variación de ingresos anuales por decil y su relación con la inflación.
A modo de síntesis, cabe indicar que el nuevo escenario macroeconómico que se ha delineado desde la asunción del nuevo gobierno se tradujo, desde el punto de vista salarial, en un retroceso del poder adquisitivo de los estratos medios y bajos, impactando significativamente en caída del consumo del mercado interno. Si bien la actualización tardía de las paritarias podría constituir un elemento que coadyuve a revertir esta tendencia depresiva en la economía local, lo cierto es que los niveles negociados en paritarias cercanos al 35% en el mejor de los casos no han logrado superar una inflación interanual que para el mes de octubre se ubica entre 40 y 43%, según distintas consultoras.
La inflación está vinculada a las pujas distributivas. De hecho las cuestiones que provocan inflación vinculadas con los argumentos clásicos de la ortodoxia, en los casos que se comprueban, también se vinculan a las pujas distributivas: el problema de cubrir el déficit con emisión tiene relación directa con una distribución del ingreso que el mercado no está dispuesto a validar por lo que responde con aumento de precios. De este modo, tanto la carrera entre ganancias y salarios, como asimismo el déficit público, las tarifas de energía, gas, luz o agua, o la devaluación de la moneda generan disputas distributivas que si se resuelven vía precios generan inflación. Este debate no es menor por cuanto se sigue discutiendo la inflación como si fuera la causa de los problemas de la Argentina cuando en realidad es la consecuencia de la ausencia de políticas económicas sustentables en las cuestiones mencionadas.
En nuestro país, con nuestra estructura productiva desequilibrada, se pueden señalar tipos ideales de inflación o precios vinculados a las pujas distributivas y las presiones sobre la estructura de precios relativos que favorece a uno u otro sector. El nivel de precios no puede disociarse de las cantidades. Esto significa que una lectura sobre el nivel de empleo, de salario, y de relación con el sector externo, hace al mejor entendimiento de la cuestión.
*Politólogo, docente, política económica
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