Una tucumana de 61 años es vendedora ambulante y estudiante de abogacía
Todas las mañanas, Ana María Arnau vende productos de limpieza en barrios humildes de San Miguel de Tucumán. Por las tardes, toma sus apuntes y se forma en la Universidad Nacional. Con un pasado marcado por la violencia y la persecución, la perseverancia es la clave de esta historia.
La Plata, 18 Nov (InfoGEI).- En una sociedad que suele poner obstáculos a los adultos mayores y que no augura futuros prominentes a los vendedores ambulantes, una tucumana de 61 años desafía cualquier presagio.
Se llama Ana María Arnau y en los barrios del sur de San Miguel de Tucumán es conocida porque cada mañana vende puerta a puerta bidones de lavandina, detergente y otros elementos de limpieza. Pero esta vendedora ambulante además se quiere convertir en abogada: por la tarde, es una estudiante más en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Tucumán.
Para llegar hasta acá, Ana María -cuya historia fue retratada en una nota del Periódico Móvil- pasó muchos momentos de amor y desamor, de persecución política y pobreza, de coraje y perseverancia.
De chica, tuvo un buen pasar económico. Oriunda de Buenos Aires, terminó sus estudios secundarios en 1974 y luego se mudó a Tucumán escapando de la dictadura cívico militar, junto a su pareja y un hijo de un año. Se casó en 1977 y meses más tarde, decidió anotarse en la carrera de Derecho. Pero, su sueño quedaría trunco: un matrimonio cargado de violencia y abandono, la dejó en la miseria y casi sorda: un ladrillazo le quitó el 90% de su capacidad auditiva y debe usar dos audífonos, uno en cada oído.
A mediados de 1990, Ana María se separó y quedó a cargo de tres hijos, a los que mantenía con la venta ambulante. "Me puse la familia al hombro e hice de todo para poder criar a mis hijos así no les faltase nada", contó al mencionado periódico tucumano y añadió: “el primer día, salí sólo con un bidón de lavandina, a vender en la cuadra porque realmente necesitábamos comer y no imaginé que se iba a vender rápido. Es así que con lo que vendí, invertí en otros productos", recordó.
Así, llegó a ser abuela de cinco nietos, mientras vive en una humilde casa de Barrio Mitre, custodiada por siete perros callejeros que encontró en su andar diario. Una de esas mañanas, en las que desayunaba antes de salir a vender, su hijo Emanuel -quien estudia Ciencias Económicas y Teatro- la animó a retomar la carrera universitaria que había abandonado en su juventud.
Tenía 58 años. Aun recuerda su primer día de clases en la facultad. "Mi hijo me llevó casi como a la fuerza porque sabía que era mi sueño y se quedó a mi lado hasta el momento en que abrieron las puertas del anfiteatro. Fue un momento muy emocionante para mí. No recordaba la sensación del estudiante universitario al llegar a un curso", dijo.
El acompañamiento de su familia continúa hasta hoy, cuando la tucumana que hoy está próxima a cursar el tercer año de la carrera. Además, Ana María cobra una jubilación para amas de casa de $4.500 y, en algunos ocasiones, sus compañeros la ayudaron a costear libros. “Soy una más entre mis compañeros y me tratan muy bien. Es grato compartir con jóvenes estudiantes", señaló.
Así es como esta mujer reparte sus días entre las ventas ambulantes y las fotocopias, los apuntes y los libros de derecho. Una historia de vida con altibajos, pero con un gran futuro porvenir. (InfoGEI) Ga
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