7/01/2016

macri y temer acuerdan cosas: humo para la hinchada

A pesar de los anuncios a la prensa y los discursos ante empresarios, la eventual unión del Mercosur con la Alianza del Pacífico demorará años. El Presidente hizo todos los deberes en la cumbre.


ENVIADO ESPECIAL. Mauricio Macrisuspendió la conferencia de prensa prevista como cierre de su participación en la XI Cumbre de la Alianza del Pacífico. Confirmo, así, que el principal motor de su vista a Chile no era simbólico sino material: la búsqueda de las esquivas inversiones extranjeras.

Porque el presidente argentino sí mantuvo aquí distintas reuniones con empresarios, sobre todo chilenos, a los que previamente, en su discurso en la cumbre empresarial que se desarrolló en la localidad de Frutillar, en el marco del encuentro de la Alianza, pidió invertir en el "histórico" plan de Infraestructura que está desarrollando su gobierno con el objetivo de optimizar las exportaciones de productos alimenticios.

De hecho, la participación formal del jefe de Estado se enmarcó en el encuentro empresarial. Llegó este jueves al mediodía para exponer en ese escenario y voló el mismo día de regreso a la Argentina tras reunirse con sus pares de la Alianza y de Costa Rica, Luis Guillermo Solís.

Por lo tanto, la primera lectura sobre el simbolismo de la presencia argentina en la cumbre, su ingreso como "Estado Observador", las críticas al Mercosur "congelado" y los elogios a las políticas de "economía abierta" como las que promueve la Alianza del Pacífico, quedan en segundo plano por las urgencias del gobierno argentino de conseguir las inversiones prometidas justo un día antes del inicio del famoso "segundo semestre".

Sucede que, más allá de las declaraciones de Macri acerca de las ventajas que traería al país y a la región la integración Mercosur-Alianza, esa "convergencia" solo tiene en el futuro cercano destino de utopía: caminar hacia ella aunque no se la alcance.

Son muchas las complicaciones y las barreras burocráticas que habría que derribar para que Argentina y el Mercosur se unan a la AP y, aún imaginando que todas estas se simplificaran, como reconoció el propio Macri, Argentina viene de muchos años de una economía cerrada que no será fácil de desmontar. De hecho, en la misma jornada el propio oficialismo impulsó mantener subsidiado al sector automotriz, un rubro que, en un hipotético acuerdo con la AP, generaría roces con México, que fabrica autos con un costo mucho más bajo.

Los países de la AP no solo tienen un tratado de libre comercio entre ellos, donde se liberó de aranceles al 92% de los productos que comercian entre sí, sino que, además, tienen otros tratados de libre comercio, algunos a gran escala como el NAFTA, donde México convive con EE.UU. y Canadá y otros con países asiáticos. El Mercosur, en cambio, apostó en los últimos años al crecimiento y al comercio internos y solo tiene tres tratados de libre comercio con tres países individuales mientras espera desde hace años que se concrete un tratado con la Unión Europea.

Macri dijo haber consensuado con Brasil -se presume que con el presidente interino, Michel Temer- la "convergencia" Mercosur-AP, pero esa decisión debe tener el acompañamiento de los cinco países miembros, incluyendo la todavía bolivariana Venezuela, y la legitimidad de Temer para tomar decisiones como ésta es, al menos, dudosa.

En el mejor de los casos, unir ambas organizaciones le llevaría todo el mandato de gobierno al presidente argentino.

Pero hay más: el "maravilloso" mundo del libre mercado, donde la educación iguala lo que la economía desiguala y donde los emprendedores prescinden de las "ataduras" del Estado y se largan a conquistar su bienestar económico solo sustentados en su talento y su voluntad, está lejos de una realidad latinoamericana en la que, pese al crecimiento económico de la última década (hoy ralentada o frenada, según los casos), la desigualdad sigue campeando poderosa y los "milagros" chileno o peruano apenas pueden mostrar modestos índices de reducción de la pobreza extrema y desarrollo inmobiliario fastuoso en dos o tres barrios suntuosos de sus capitales.

Ayuda a los promotores del libre mercado el derrumbe del populismo versión izquierdista en Venezuela y Argentina y los sostiene la esperanza de amplias mayorías que, en muchos casos, pasaron de una condición de vida rural a una de ciudad donde, aunque pobres, disfrutan del "confort" que tienen a su (modesto) alcance.

Pero en Argentina el escenario es diferente. Comer todos los días es un piso conquistado hace varias décadas y las demandas no son fáciles de satisfacer, como lo comprobó el kirchnerismo, que murmura ahora contra aquellos que les votaron en contra "aunque pudieron renovar todos los eletrodomésticos".

En definitiva, Macri vino a esta cumbre a hacer lo que se hace en las cumbres: buscar alguna solución concreta a sus necesidades -en este caso. Inversiones- y venderle un poco de humo a su hinchada anunciando acuerdos y abandonos que no son fáciles de concretar pero que permiten a los creyentes soñar con un país libremercadista. La otra utopía.

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