5/17/2016

crisis socioeconómica: una visión desde el gran rosario

Joaquín“Si no cambian, termina peor que en 2001”

 Por Juane Basso

“Pascual Rosas 1885, segundo rancho, venite mañana a las 9, tomamos unos mates y charlamos tranquilos”, invitó el sacerdote Joaquín Núñez. El Eslabón se había propuesto dar cuenta de cómo está la situación social en los barrios más humildes de la ciudad y, a propósito de los planteos que vienen haciendo los curas porteños en Opción por los Pobres –entre otros espacios eclesiales– sobre el crecimiento del hambre y la pobreza en los últimos meses, quiso escuchar qué tienen para decir los de Rosario que también optaron por “sentir, compartir y ayudar a cambiar el destino de quienes viven en la villa”, tal cual explica este franciscano, instalado hace décadas en Bella Vista Oeste. “El cuadro es muy complicado, si el gobierno no cambia el rumbo, esto termina peor que en 2001”, dirá preocupado al día siguiente.

Segundo rancho

Cuando uno llega a la casa de Joaquín, o al rancho como él lo define, no puede más que ponerse a aplaudir. Y no se trata de un acto de reconocimiento a la coherencia de quien abraza sus convicciones cristianas como las enseñó el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, aquellas que interpretan la historia de Jesús como un mensaje revolucionario que propone despreciar y enfrentar a los mercaderes del templo y acompañar “a los pobres”, a los que “tienen sed y hambre de justicia”. No. “Es la única manera” de invocar “al padre”, según explica un vecino. “Golpeá las palmas que seguro está adentro”, indica el señor, que pasa con un carrito de ciruja.

La morada del curita es más que sencilla, similar a las que la rodean. Joaquín tenía el mate preparado y ganas de hablar de lo que ocurre en el barrio, del “crecimiento del hambre y la desocupación”, de las dificultades que tiene con los dos comedores que sostiene, de las demoras en el comienzo de los talleres de oficios, de la postergación eterna de la Escuela de Educación Media para Adultos (Eempa) y de su historia, que arrancó un 21 de agosto de 1939 en el pueblito Misión Laishi, de Formosa, donde inició su formación religiosa, que luego continuó acá nomás en San Lorenzo y que lo llevó “por un camino de compromiso con los pobres” que entre otras “aventuras” le costó cinco años como preso político en las cárceles de la dictadura.

Joaquín coordina dos comedores, uno en la capilla de Servando Bayo y Cerrito donde da misa, en el que distribuyen 200 raciones de alimentos; y otro en el Centro Comunitario San José Obrero. Allí son 300 los platos que se ofrecen también de lunes a viernes. “Es imposible llegar a fin de mes con el dinero que recibimos del Estado para los comedores”, plantea el cura y remarca: “esto pasa por la gran demanda que hay, la necesidad y el hambre de la gente”.

“En los últimos meses se ha multiplicado el hambre”, denuncia Joaquín. “Acá diariamente me vienen a pedir comida a la puerta de mi casa, por eso tengo cajas que me traen algunos vecinos, algunos conocidos”, cuenta Núñez con su hablar pausado, y subraya: “La necesidad es muy profunda”.

“En los dos comedores tenemos una demanda creciente, que en los últimos tiempos se ha disparado mucho más”, indica el sacerdote, que tampoco oculta su bronca. “Esta experiencia ya la he vivido, en mis 76 años y como cura que siempre he estado al lado de los más pobres, ya me he enfrentado a este tipo de políticas, que me ha costado años de cárcel durante la dictadura, casi seis años presos estuve, por acompañar la lucha de los peones y hacheros del Chaco”, recuerda.

“Más Estado”

En los últimos años una de las principales preocupaciones del franciscano es la problemática ligada al consumo y comercialización de drogas, y la violencia que en ese marco rodea a los pibes. Como otros curas que son referentes por su trabajo en los barrios, entre los cuales también se destaca el salesiano Edgardo Montaldo, del Ludueña, Joaquín viene impulsando diversos proyectos para los jóvenes y adolescentes, junto a madres y vecinos del barrio. “Estamos reclamando a las autoridades la urgente puesta en marcha de un Eempa para que estudien los jóvenes, y un taller de oficios que está apunto de comenzar en los próximos días con un curso de herrería”, cuenta Núñez.

“A diferencia de los jóvenes de clase media o alta, los pibes que no tienen plata y quieren consumir drogas, tienen que salir a robar”, dice el cura sin entrar en valoraciones morales, aunque sí remarca que “ante esta problemática tenemos que generar alternativas”. “Tenemos tres aulas enormes en el centro comunitario, pero falta que la provincia y la nación aprueben el Eempa acá. Hace una pila de años que lo venimos reclamando y siempre nos van pateando para adelante”, se queja.

Con los talleres de oficios, comenta Joaquín, pasa algo similar. “También nos sigue faltando el apoyo de la provincia para los cursos, hace seis meses que estamos con esto”, se enoja, con su estilo más bien pacífico.

“Tenemos un mundo de pibes esperando para hacer estos talleres. Creemos que esta puede ser una alternativa para salir de ese camino en el que están metidos, que tiene como fin la muerte”, propone el sacerdote, que vuelve a mostrar su enojo: “A los pibes les falta plata, les falta laburo, les falta de todo, pero les sobran armas ¿y quien se las da?, gran parte la policía”, agrega.

Para Núñez “es muy preocupante lo que está ocurriendo con el nuevo gobierno nacional”. “Necesitamos un Estado más cerca del pueblo, más presente, acompañando todos estos proyectos que tenemos en los barrios, y no retirándose como en los años noventa”, reflexiona.

“Este gobierno está totalmente fuera de lugar, el presidente se mueve en su espacio, el sector del capital, trabaja para ellos, mientras que los que no movemos capitales somos las mayorías” observa Joaquín. “Acá, desde el barrio, vemos como cada vez más se agudiza la crisis. Uno ve que él hace sus discursos, que dice esto o aquello, pero en la práctica para los pobre nada”, afirma.

El sacerdote se indigna ante “los miles de despidos”. “¿Qué hace esa gente ahora? ¿No les importa?” se pregunta.

La entrevista se interrumpe varias veces, o porque suena el teléfono o porque alguien golpea la puerta para pedir ayuda o comida. “No tiene un aceite, queremos hacer un guiso para lo chicos y no tenemos nada padre”, se escucha a un vecino desde la puerta. Joaquín busca entre las cajas que tiene en el pequeño comedor de su casa, no encuentra ninguna botella, pero sale con un paquete de fideos y una lata de tomates. “Gracias padre, el miércoles si quiere me paso y le podo esta planta”, propone el hombre. “Bueno, después lo vemos”, lo despide el cura.

Peor que 2001

Para Joaquín el “cuadro de situación que estamos viendo con este gobierno es terrible”. “Si durante el otro gobierno hubo casos en los que se afanó, que se investigue y que vaya preso el que tenga que ir preso, pero con o que se está configurando con este gobierno, si no hay un importante viraje en las políticas, vamos a terminar peor que en el 2001”, analiza.

El cura hace una evaluación que debería tener en cuenta más de un funcionario: “En los últimos años, el pueblo cosechó algo más de experiencia política, de experiencia laboral, aquellos que estuvieron más sumergidos pudieron subir unos escaloncitos, estar algo mejor. Todo eso hace más compleja la situación si se compara con el 2001”.

“En estos meses la situación se ha puesto muy difícil –pontifica Joaquín–, y nuestra misión no es ignorar todo esto y escondernos en los conventos grandes donde tenemos para comer y decir una o dos misas a la semana, dar una bendición a un enfermo y terminar ahí”. “Esa no es la misión de una persona, de un ciudadano o de un cura. Todo lo contrario, y más siendo franciscano, nuestra misión es estar junto con los pobres”, predica Núñez. Amén.

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