Por
Emmanuel Alvarez Agis *
El
Gobierno acaba de enviar al parlamento un proyecto de ley para devolver una
parte del IVA que pagan los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo
(AUH) y los jubilados que cobran la mínima. Este proyecto apuntaría a corregir
los efectos de uno de los impuestos más injustos y regresivos que existe. La
propuesta es superadora de aquella que consistía en eliminar el impuesto para
los productos de la Canasta Básica, puesto que está comprobado que tal
eliminación no se refleja en una reducción del precio, sino en un incremento de
la ganancia por parte de las empresas productoras y comercializadoras. Sin
embargo, en toda medida económica debe contemplarse los impactos directos y,
sobre todo, los indirectos, que no siempre son obvios. Al contrario de lo que
se cree, la devolución del IVA no resultará en una mejora sustantiva de los
ingresos de los sectores más vulnerables de la población y tendrá como
resultado una mayor concentración del comercio y una destrucción de puestos de
trabajo en los circuitos de comercialización informal.
Lo primero que hay que señalar es que no se puede devolver el IVA
que nunca se cobró. Muchos de los productos que componen la Canasta Básica
están exentos o pagan una alícuota reducida. Actualmente en nuestro país la
atención médica y los gastos en salud, el transporte público, los libros, la
educación, la leche y el agua no pagan IVA. Por otro lado, los productos de
panadería, las harinas, el arroz, los cereales, la carne vacuna, las frutas,
las verduras y tubérculos, las legumbres son todos productos que pagan una
alícuota reducida del 10,5 por ciento. Para que quede claro, y solo a título de
ejemplo, si una familia gasta la totalidad de la Asignación Universal por Hijo
en comprar leche, la devolución del IVA será igual a cero.
Por otro lado, según la última encuesta nacional de gasto de los
hogares de 2013, el 90 por ciento del gasto de los hogares de menores ingresos
se realiza en circuitos comerciales de carácter informal que no tributan IVA ni
otros impuestos, no porque sus propietarios tengan sociedades offshore, sino
fundamentalmente por la baja productividad y rentabilidad de estas actividades,
que las obliga a permanecer en la informalidad. Los almacenes de barrio, las
carnicerías, las verdulerías, las ferias populares y muchos otros tipos de
comercios no solo tienen una alta tasa de informalidad, sino que además tienen
una baja presencia de posnets. En criollo, en el almacén de Manolito no se
puede pagar con débito, pero si se puede “sacar fiado”, cuestión que muchas
veces hace la diferencia para los sectores de ingresos bajos. Pero, además,
estos circuitos de comercialización brindan empleos, aunque de baja calidad, a
miles de argentinos. La solución para generar más y mejor empleo no es tomar
medidas que concentren el comercio en manos de las grandes cadenas de
supermercados y destruyan los circuitos de comercialización informales.
Esas características de los circuitos de comercialización se suman
a un factor cultural que difícilmente pueda modificarse en el mediano plazo,
que es la baja utilización de la tarjeta de débito por parte de los
beneficiarios de la AUH y de los jubilados. De hecho, más del 90 por ciento del
dinero que cobran estos dos sectores se extraen o bien por cajero automático o
bien por ventanilla. Todas estas consideraciones, junto con la fallida
experiencia en la implementación de esta medida en el año 2004, fueron las que
llevaron al gobierno anterior a descartar la política de “devolución del IVA”
como una forma de mejorar los ingresos de los sectores más vulnerables. Cambiar
la realidad de los circuitos de comercialización informales y los usos y
costumbres de los sectores de ingresos bajos es un proceso largo y que requiere
de un contexto económico de crecimiento, reducción del desempleo y mayor
inclusión social. Todo lo contrario de lo que ocurre en nuestro país a partir
del 10 de diciembre de 2015.
Por las razones antes detalladas, la recaudación del IVA en
Argentina muestra un sesgo pro-rico, al contrario de lo que indicaría el
sentido común. Las exenciones y las alícuotas reducidas, la informalidad de los
circuitos de comercialización y la costumbre de usar efectivo por parte de los
sectores más vulnerables de la población explican este fenómeno. Si dividimos a
la población argentina en 10 deciles según nivel de ingreso, donde el decil 1
corresponde al 10 por ciento de la población de menor ingreso y el decil 10 al
10 por ciento de mayor ingreso, se observa que casi el 60 por ciento de la
recaudación por IVA proviene de los deciles 8, 9 y 10, es decir, de los más
ricos.
Lamentablemente, con esta medida el gobierno actual apuesta
nuevamente a la tan trillada y fallida “teoría del derrame”. En el caso de la
devolución del IVA, si la medida fuera exitosa, implicaría que los sectores de
ingresos bajos dejen de gastar en el almacén de la esquina, en la feria popular
del barrio o en la casa de familia que a través de la ventana del comedor vende
productos de limpieza fraccionados, y transfiera esos ingresos a las grandes
cadenas de comercialización, aumentando la concentración comercial e
incrementando sus ganancias. El “derrame” se produciría cuando los puestos de
trabajo informales que se pierden con el cierre de los almacenes fueran
reemplazados por empleos que generarían las grandes cadenas de supermercados.
Parece poco probable que esto vaya a ocurrir.
Los pagos de 400 pesos otorgados en diciembre y los 500 que se
darán en mayo a los beneficiarios de la AUH y a los jubilados que cobran la
mínima son, obviamente, medidas para celebrar. Pero el problema fundamental con
el actual gobierno es que lo que reparte con la mano izquierda, lo arrebata con
la derecha. Y claramente estamos ante un gobierno cuya mano hábil es la
diestra. Tomando en cuenta estas sumas fijas y el ajuste automático por ley del
15 por ciento, el ingreso promedio de este grupo de la población se habrá
incrementando en los primeros 6 meses el nuevo gobierno un 26 por ciento.
Tomando en cuenta la inflación acumulada a marzo y los impactos que tendrán los
incrementos tarifarios, los precios habrán aumentado en esos mismos 6 meses un
28 por ciento. El resultado será, en el mejor de los casos, una caída en el
poder adquisitivo de los sectores más vulnerables de la población.
Si el Gobierno quiere mejorar el poder adquisitivo de los sectores
más vulnerables no tiene más que tomar la decisión y aumentar permanentemente
las jubilaciones y la AUH. Tal transferencia de ingresos no necesita ser
“financiada” por una devolución del IVA. En las sociedades modernas, el
principal objetivo de los impuestos es influir en la distribución del ingreso.
Si el Macrismo decidió eliminarle los impuestos al campo, a la minería y a las
economías regionales ¿por qué decide “devolverle” el IVA a los sectores más
vulnerables? Lo que parece estar implícito es que es necesario cerciorarse que
los pobres gasten su dinero en productos de la Canasta Básica. Lamentablemente
es evidente que dentro del actual gobierno sigue fuerte aquella “tesis” que
argumentaba que el dinero de la Asignación “se va por la canaleta del juego y
la droga”.
* Ex secretario de Política Económica y Planificación del
Desarrollo.
1 comentario:
Estoy de acuerdo pero el IVA reducido es para la primera venta. El productor tributa el 10.5 el resto de la cadena tributa el 21%. Es decir cuando compro lechuga en Coto tiene cargado un IVA de 21% Por suerte sino los super facturarian todo como verduras
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