Mientras, las tasas de inflación siguen
haciendo caso omiso de la retórica
ortodoxa de la autoridad monetaria y
económica, y continúan batiendo records.
La inflación anual acumulada a febrero
superó el 33% anual con perspectiva de
tocar el 40% hacia el mes de abril, cuando
se sientan a pleno los aumentos de los
servicios públicos.
Se estima que el aumento de tarifas de la
energía eléctrica (+532%) y colectivos
(71%) y trenes (233%) tendrá un efecto
directo en los precios del área
metropolitana del 4,5% adicionales en
abril, arrojando una inflación mensual
mayor al 6% (abril-16/mar-16). A su vez, los
aumentos que de gas (+75%), agua (450%)
y subte (+33%) en mayo de 2016 tendrán
un impacto directo de 1,5% adicional,
proyectando una inflación mensual en
mayo-16 del 2%-3%.
De esta manera, la perspectiva de que la
inflación a diciembre cierre en el 25%,
objetivo declarado en la política de “metas
de inflación” de la actual conducción
económica, parece poco creíble y deberá
inscribirse en el libro de yerros de la misma
junto al pronóstico de nulo impacto
inflacionario de la suba del dólar oficial pronosticado por el actual ministro de hacienda durante la
campaña electoral de finales del año pasado. La dinámica de los precios tienen un comportamiento
inercial, exacerbado por las subas de dólar y las tarifas, que no cederá ante políticas monetarias de corte
ortodoxos, ubicándose hacia fin de año 10 a 15 puntos porcentuales por encima del objetivo de metas de
inflación de la actual administración. La magnitud del error es record entre los países que implementan
esa política y resta credibilidad a un programa económico que deposita en la “confianza de los inversores”
una cuota importante de sus posibilidades de éxito o fracaso.
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