4/22/2016

crisis en brasil: el ajuste no pagó

LEANDRO ZICARELLI*
El intento de golpe de Estado en Brasil que puso en jaque a Dilma Rousseff y a su gobierno. Cómo se llegó a ese escenario, quiénes y cómo lo forjaron. Qué papel jugaron las decisiones económicas de la superpotencia emergente durante el último lustro. Semejanzas y diferencias con el proceso argentino.
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La proximidad del juicio político a Dilma dispara la posibilidad de realizar una serie de reflexiones respecto de la política económica encarada en los últimos años por las gestiones del PT. Entendiendo por “oposición” al “frente anti-PT” constituido por el arco opositor de siempre y ahora también por los partidos otrora integrantes de la coalición de gobierno, donde se destaca el emblemático caso del Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), presidido por Michel Temer, vicepresidente de la nación. Al respecto, y pensando este ejercicio en clave comparativa con lo sucedido en nuestro país, vale destacar que ningún argumento político o económico logra justificar la escalada reaccionaria al que han llegado en Brasil la alianza entre las corporaciones, la justicia y la oposición política. Aún peor, la instrumentación de un juicio político como herramienta destituyente  sienta un precedente antidemocrático peligroso para la región. Esta última cuestión pudo verse en la justificación de los camaristas a la hora de votar el “sí” alimpeachment, la gran mayoría de ellos (por no decir la totalidad) apelaron a argumentos políticos, históricos, sociales pero nunca a la cuestión de fondo, que es la que deben probar: que la presidenta de la nación haya incurrido en un delito. Pero no un delito corrupción al que nos tienen acostumbrados los medios dominantes, sino al delito de violación de las normas fiscales.
Si bien generalmente los procesos políticos brasileño y argentino han sido comparados hasta el hartazgo, en materia de política económica ambos han transcurrido por carriles sustancialmente diferentes. La divergencia principal se materializó de manera clara con la crisis internacional de 2008-2009, donde Brasil aceleró el giro de su economía de la producción hacia las finanzas.
Si bien generalmente los procesos políticos brasileño y argentino han sido comparados hasta el hartazgo, en materia de política económica ambos han transcurrido por carriles sustancialmente diferentes.
Lo cierto, es que ambos países lograron superar la crisis sin mayores complejidades, sólo que de formas diferentes. Brasil optó por financiarse vía cuenta capital (inversiones en cartera, directas o endeudamiento privado externo) y Argentina por extender los controles y fomentar la demanda agregada. En principio, la salida de Brasil resultó ser más exitosa puesto que el financiamiento externo llegó de manera masiva y permitió expandir el consumo financiado, mantener la producción y el tipo de cambio, mientras que nuestro país comenzó a tener problemas de diversas índoles en relación a la inflación, la falta de divisas y diversos inconvenientes financiero-cambiarios.
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En ese contexto Dilma asume su primera presidencia en 2011, intentando compatibilizar ese proceso subyacente de financiarización y extranjerización económica con el mantenimiento de la inclusión social como política de Estado. Es durante su primer gobierno donde se modifica la política cambiaria devaluando el Real e intenta re-impulsar la demanda agregada desde el BNDES (Banco de desarrollo de Brasil), la herramienta de política industrial por excelencia, y la permisión del comienzo de un nuevo ciclo de endeudamiento privado, tanto interno por parte de los hogares (para financiar consumo) como externo por parte de las empresas. En otras palabras, Brasil se expuso a la volatilidad de los mercados financieros internacionales para paliar la crisis y obtuvo a cambio una fuerte dinamización del proceso de financiarización y extranjerización económica.
[…] Dilma asume su primera presidencia en 2011, intentando compatibilizar ese proceso subyacente de financiarización y extranjerización económica con el mantenimiento de la inclusión social como política de Estado.
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Las promesas de campaña de Dilma de cara a su segunda presidencia en 2015 marcan a las claras los condicionamientos políticos y económicos que el modelo arrastraba consigo en la nueva coyuntura mundial. El traslado de la crisis global desde Europa hacia los BRICS obligaba al país vecino a reformular su modelo económico de manera sustancial o a intentar buscar un paliativo al mismo. La estrategia del PT fue la segunda vía: mantener las alianzas políticas y entregar a la banca el manejo de la economía. La intención era evitar que la crisis financiera que azotaba a Rusia y China termine de impactar en Brasil; ya en un contexto de aceleración en la depreciación cambiaria, empeoramiento de las cuentas externas y fuga de capitales. Así fue que Joaquim Levy llegó a la cartera económica a modo de “guiño” para con el establishment financiero, con la ilusión de que el vuelco económico prometido logre alentar a los inversores extranjeros a seguir financiando a la economía brasilera.
Las promesas de campaña de Dilma de cara a su segunda presidencia en 2015 marcan a las claras los condicionamientos políticos y económicos que el modelo arrastraba.
El ajuste llevado a cabo durante 2015 fue el corolario político que necesitaba la oposición para sentar mejor las bases de su crítica al gobierno del PT. La brusca contracción económica, la reducción del gasto y las sucesivas devaluaciones del Real impactaron de lleno en todo el pueblo brasilero y lejos estuvieron de garantizar financieramente la continuidad del modelo económico: la fuga de capitales se magnificó, las calificadoras de riesgo le bajaron la nota al país, el roll-over de deuda se pospuso frenando en gran parte la demanda y la actividad de las multinacionales. Asimismo, la inflación alcanzó los dos dígitos por primera vez en más de una década y la pobreza se incrementó golpeando directamente el núcleo electoral del PT.
El ajuste llevado a cabo durante 2015 fue el corolario político que necesitaba la oposición para sentar mejor las bases de su crítica al gobierno del PT.
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En este marco analítico, vale la pena volver a interpretar el impeachmentcomo el último golpe al gobierno del PT, el corolario de un proceso político que no supo (hasta el momento) resolver el problema de fondo que le presentó su economía. El capital político de la oposición allí es, justamente, imponerle a fuerza de extorsión la aplicación de un ajuste a un gobierno popular, sin necesidad de hacerlo por propia mano. Caso contrario al de nuestro país, donde el kirchnerismo logró sostener su proyecto político y gobernar de manera soberana hasta el 9 de diciembre.
[…] Vale la pena volver a interpretar el impeachment como el último golpe al gobierno del PT, el corolario de un proceso político que no supo (hasta el momento) resolver el problema de fondo que le presentó su economía.
La peor consecuencia para el derrotero del PT no sólo es la de estar hoy al borde de un golpe institucional, sino la de llevar en su haber para futuras elecciones la realización de un brutal ajuste por orden de terceros. Sin dudas, la crisis del PT debe ser aprovechada por sus dirigentes más orgánicos como una oportunidad para retornar a sus orígenes populares.
* Licenciado en Comercio Exterior UNQ, maestrando en FLACSO. Investigador del Departamento deEconomía del Centro Cultural de la Cooperación ¨Floreal Gorini¨.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Acá hay que hacer lo mismo. Ganar en 2017 y rajar a patadas a estos "republicanos" vende humo. Como lo disfrutaria!!! Saludos