3/15/2016

la murga de la virgencita

Anunció a la prensa una decisión propia de su esfera íntima. Involucró a terceros, incluidos dos menores. La confusión de lo público y lo privado. La sospecha de una imagen impostada en la campaña.

La gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, sorprendió este lunes con revelaciones sobre su vida privada. La mandataria anunció públicamente, en una conferencia de prensa, una decisión vinculada a la esfera de su intimidad y, a la pasada, involucró a terceros, entre ellos a dos menores de edad.

Se sabe: la publicación de aspectos de la vida privada de las personas es un lucrativo negocio editorial que no repara en métodos ni límites. En ese escenario barroso, un fotógrafo trepado a un árbol para tomar imágenes de personas en la intimidad de sus casas no sorprende a nadie. Tampoco resulta curioso que las personas expongan voluntariamente su privacidad, sea en medios tradicionales a los que acuden para narrar sus intimidades como en las redes sociales, que han democratizado la satisfacción de la vanidad y han naturalizado la exhibición de lo privado, que, a su vez, ha perdido la nitidez de sus contornos en un pastiche que lo funde con lo público.

A Letra P no le interesa la decisión que tomó la gobernadora Vidal. Entiende que, aun siendo una figura pública de notable relevancia por ser depositaria del segundo mandato popular más importante del país, tiene derecho a no ventilar públicamente su vida personal. Este portal no cree que la decisión que dio a conocer represente, en sí, el insumo de una noticia, como tampoco lo creyó cuando otro mandatario provincial reveló un romance con una actriz o como cuando un diputado provincial publicó detalles de un doloroso asunto privado.

De hecho, este portal, en el vértigo que impone el periodismo on line, publicó la noticia y la linkeó en su cuenta de Twitter. Pero decidió eliminarla. El costo de dejarla hubiese sido más alto que el de esa desprolijidad.

No importa –no le importa al menos a este medio- que los protagonistas sean quienes revelan, por propia voluntad –aunque, acaso, algo turbados por el fenómeno de desaparición de los límites entre lo público y lo privado- detalles de sus mundos íntimos. Eso no obliga a ningún medio a publicar lo que no considera material de interés público, entendiendo esto no como lo que atrae la atención de las audiencias porque activa mecanismos constitutivos de la naturaleza humana –el morbo, básicamente- sino lo que interesa porque afecta, de algún modo, la vida de las personas, sea que el conocimiento de determinadas informaciones les reporte beneficios, les inflija perjuicios o les sirva para alcanzar los primeros o prevenir los segundos.

Los medios pueden elegir lo que publican, aun a costa de perder cierta audiencia. Letra P lo hace: elige no hablar de la decisión comunicada por la gobernadora. O sí: decide analizar por qué la mandataria enfrenta las cámaras de televisión para dar una noticia que abre las puertas de su intimidad. Se pregunta, en todo caso, si sus conflictos personales –no importa cuáles sean- limitan su capacidad de concentración en el desafío político de su vida; si le causan problemas para cumplir con una agenda titánica, como suelen ser las de los gobernadores; si han reducido sus jornadas de trabajo; si afectan su rendimiento intelectual y su potencial creativo para encontrar y gestionar soluciones a los problemas de los bonaerenses. Porque es relevante este dato: Vidal no transita el promedio de una gestión consolidada; Vidal todavía está aprendiendo a gobernar la provincia más difícil de gobernar del país –un distrito, además, que no conoce bien.

A Letra P le interesa determinar, también, si la funcionaria manipuló la verdad durante la campaña electoral en la que se ganó la confianza de los bonaerenses promocionando una imagen personal impostada, que no se condecía con su situación real. Si hubiese hecho eso, entonces sí existiría materia prima para el abordaje periodístico: los electores habrían sido víctimas de un fraude y serían asistidos por el derecho a dudar, de acá en más, de la palabra de la jefa del Estado provincial. Las mismas dudas caen sobre el antecesor de Vidal, Daniel Scioli.

A este portal le interesa también entender por qué los candidatos a cargos electivos descuentan, ya bastante entrado el siglo XXI, que deben ajustar sus perfiles a ciertos modelos moldeados por mandatos sociales anacrónicos en virtud de las profundas transformaciones sociales registradas en las últimas décadas. Quiere saber por qué la presión sigue siendo tan fuerte que puede llevar a un o a una postulante a manipular la verdad o, por lo menos, a no poder prescindir de construir una imagen encuadrada en esos estereotipos tan reñidos, a estas alturas, con la diversa y compleja trama social de este tiempo.

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