3/12/2016

internas norteamericanas y consolidación de candidatos atípicos

Sanders, el candidato imprevisto

Sanders, el candidato imprevisto
AYELÉN OLIVA*
Las internas norteamericanas y la consolidación de candidatos atípicos. La emergencia de la figura de Sanders y su rivalidad con la ex secretaria de Estado Hillary Clinton. La fractura de las candidaturas tradicionales, una campaña que se perfila histórica.
Cada vez que Bernie Sanders se define como “socialista democrático” consigue estremecer los cimientos de la adiestrada política norteamericana hasta tumbar sus viejos fantasmas.  El temor a la amenaza del socialismo en los Estados Unidos terminó de sepultarse con el derrumbe de las dos principales torres del World Trade Center en 2001, cuando la política de defensa norteamericana logró ocupar el vacío que había dejado la desaparición de ese viejo adversario reemplazándolo con el nuevo enemigo llamado terrorismo internacional.
Sin embargo, el temblor de estos cambios no parece haber sido considerado por la tradicional dirigencia del partido demócrata; en efecto, se han esforzado en hacer de este descuido un motivo suficiente para que aquellos norteamericanos crecidos al calor del deshielo de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, hayan optado por poner su voto de confianza en el senador por el Estado de Vermont. Pero Sanders sabe ser cuidadoso del tejido discursivo que le permite difundir sus propuestas. No abandona a la libre interpretación uno de los conceptos más amplios de la teoría política contemporánea sino que lo define como democrático, adjetivación que  -leída en su contexto- puede ser interpretada como garante de los pilares liberales que sostienen al actual sistema político norteamericano. No es Cuba, no es Venezuela, sino que los faros están puestos en Noruega, Dinamarca y Suecia. Tal es así que, durante una conferencia en Georgetown sostuvo: “No creo que el Estado deba ser dueño de los medios de producción, pero sí creo que la clase media y las familias trabajadoras que producen riqueza merecen un trato justo”.
[…] Sanders sabe ser cuidadoso del tejido discursivo que le permite difundir sus propuestas […] No es Cuba, no es Venezuela, sino que los faros están puestos en Noruega, Dinamarca y Suecia.
El discurso de campaña de Sanders cala hondo porque plantea demandas de sentido común como la necesidad de universalizar la cobertura social sin dejar a nadie afuera. Según propone en los mítines de campaña, entre sus pilares programáticos se incluye la creación de un sistema de salud de alcance federal financiado por el Estado, la desmercantilización de la educación pública universitaria garantizando su gratuidad y el incremento del salario mínimo federal a 15 dólares la hora.
Los primeros casilleros que se completan con los resultados de las internas están tallando una campaña que tal vez pase a la historia por los perfiles tan atípicos de sus candidatos. Si de un lado y del otro del bipartidismo norteamericano, Bernie Sanders y Donald Trump nos sorprenden con su crecimiento cotidiano, el foco del debate debería estar centrado en los cambios del electorado más que en el perfil de sus candidatos. ¿Por qué motivo se abrió una fisura en la política norteamericana que posibilitó la emergencia de estos tan poco frecuentes postulantes a ocupar la Casa Blanca para los próximos cuatro años? La respuesta está en el descontento social que atraviesa a la clase media norteamericana, en momentos donde la suma de los ciudadanos de más altos ingresos con aquellos más bajos superan a los que se ubican en la clase media, según el estudio de Pew Research Center, publicado en diciembre pasado. El  desvelo que provoca el derrumbe de la ilusión del sueño americano, reclama una campaña menos acartonada, con discursos sin libretos, donde los que apuestan al centro pierden adeptos y los que se ubican en los extremos ganan.
Si de un lado y del otro del bipartidismo norteamericano, Bernie Sanders y Donald Trump nos sorprenden con su crecimiento cotidiano, el foco del debate debería estar centrado en los cambios del electorado más que en el perfil de sus candidatos.
Pero Sanders, a diferencia de Trump, cuenta con el punto a favor de no ser un outsider de la política como a veces lo suelen rotular. Desde el momento en que, como estudiante universitario, comenzó a militar en la rama juvenil del Partido Socialista no ha detenido su camino político, pasando a integrar frentes de lucha por la igualdad racial y movimientos pacíficos contra la política de intervención militar de los Estados Unidos. Sanders sabe del desgaste que provocan las campañas electorales. Fue candidato a gobernador de Vermont en 1972 y 1976, en 1981 ganó la alcaldía de Burlington que mantuvo durante toda la década siendo reelecto en tres oportunidades, luego fue diputado por Vermont desde 1991 al 2007, año en que consiguió el cargo de senador que conserva hasta el momento. El sello que distingue a este candidato es que luego de una larga trayectoria política busca abandonar su papel de reparto y pelea por conseguir el protagónico. Presentarse como una alternativa real de poder exige renunciar a la estrategia de una candidatura independiente y obliga a disputar las internas del monstruoso Partido Demócrata con una candidata poderosísima desde lo simbólico, político y financiero como es Hillary Clinton. Es por eso que una de sus principales denuncias contra Clinton se centra en el modo de financiación de su campaña.
Presentarse como una alternativa real de poder exige renunciar a la estrategia de una candidatura independiente y obliga a disputar las internas del monstruoso Partido Demócrata con una candidata poderosísima desde lo simbólico, político y financiero como es Hillary Clinton.
Dentro del barro demócrata, la ex primera dama de los Estados Unidos y secretaria de Estado durante la presidencia de Obama, busca construir la imagen de continuidad de la gestión anterior con el resguardo de la certeza de que se evitarán decisiones de riesgo. Si Sanders ataca a Hillary por sus políticas tan amigas a la “economía del establishment” ella responde, con todo el desencanto que puede cubrir a los pragmatismos menos valientes, que es la garantía de “hacer lo realizable”. Por su parte, el presidente Obama, detrás del manto de una supuesta imparcialidad, reafirmó la posición de Clinton cuando dijo que Hillary distingue bien entre lo que supone gobernar y las promesas de campaña que es aquello que “mejor saben hacer los políticos”.
Dentro del barro demócrata, la ex primera dama de los Estados Unidos y secretaria de Estado durante la presidencia de Obama, busca construir la imagen de continuidad de la gestión anterior con el resguardo de la certeza de que se evitarán decisiones de riesgo.
A paso firme y constante, por su parte, Bernie Sanders, el candidato imprevisto, demuestra que ha sido capaz de lograr lo que nadie imaginaba: hacer frente a la potente cañonera electoral de Hillary Clinton.

* Politóloga, periodista, @ayelenoliva

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