8/16/2015

crisis en la eurozona: argentina y grecia en paralelo


La Convertibilidad, el euro y los debates sobre la crisis del modelo neoliberal

MARTÍN LAFFORGUE*
Similitudes y diferencias entre el caso griego y el argentino. Un paralelo entre el euro y el Plan de Convertibilidad. Una mirada más allá del factor económico. Lo composición del voto en el referéndum griego y las representaciones simbólicas sobre la Unión Europea: un debate complejo.

La comparación entre la situación que vivió Argentina bajo la Convertibilidad (1991-2002) y la que se encuentra atravesando Grecia bajo la Unión Monetaria Europea desde 2001, así como la posibilidad de que el país mediterráneo implemente decisiones y políticas económicas similares a nuestra experiencia, es un debate instalado entre los economistas. En Grecia, las discusiones no son teóricas, sino más bien prácticas: qué decisiones político económicas deben optar los gobiernos.[1]

Estas comparaciones parten de un hecho común: dos países “periféricos” que renuncian a su soberanía monetaria y adoptan monedas de países con grado de desarrollo, productividad y gestión de la tecnología muy superiores, lo que puede sostenerse en el tiempo sólo mediante un elevado endeudamiento externo. A partir de esta similitud, es posible analizar las diferencias: la estructura productiva, la dotación de recursos naturales y la ubicación geoestratégica, entre otros. En cambio, no se abordan las dimensiones simbólica y cultural que a nuestro juicio permiten también analogías muy sugestivas.
Un hecho común: dos países “periféricos” que renuncian a su soberanía monetaria y adoptan monedas de países con grado de desarrollo, productividad y gestión de la tecnología muy superiores, lo que puede sostenerse en el tiempo sólo mediante un elevado endeudamiento externo.
Recordemos: el Plan de Convertibilidad en Argentina surgió en el contexto de los procesos inflacionarios de larga data cuyo cénit fueron los episodios hiperinflacionarios de 1989-1991. Tras una corta “edad de oro” (1991-94) en que su objetivo antiinflacionario logró acompañarse de un vigoroso crecimiento, los años posteriores mostraron un agotamiento: el crecimiento fue modesto (1996, compensa la caída de 1995) o regresivo (1995 y 1997-2001) y su aplicación trajo aparejadas la destrucción de la industria y las economías regionales, el aumento de la desocupación y el endeudamiento externo. Conocemos el final.

Sin embargo, aún cuando a mitad de la década el agotamiento del Plan de Convertibilidad era un dato de la realidad, la sociedad argentina lo siguió apoyando. La explicación acerca del porqué de estos respaldos no puede ser sólo económica: los efectos sobre la economía eran destructivos y afectaban a la mayor parte de la población. Nuestro argumento es que tanto la Convertibilidad como el euro fueron presentadas en un lenguaje persuasivo y cristalizaron fuertes representaciones simbólicas. Por un lado, logró ser percibida socialmente como la única contracara posible de la hiperinflación entendida no sólo como elevados aumentos en los precios sino como desarticuladora de relaciones sociales, con efectos particularmente funestos para los sectores populares. Por otro, para los sectores medios-altos estaba asociada al acceso a una canasta de consumo y a una supuesta pertenencia al “Primer Mundo”. Tal fue su legitimidad social que ningún actor político relevante la criticó abiertamente; hacerlo suponía consecuencias electorales drásticas. De hecho, el fin de la Convertibilidad no fue programado ni fue el resultado de una elección política: simplemente estalló.
Nuestro argumento es que tanto la Convertibilidad como el euro fueron presentadas en un lenguaje persuasivo y cristalizaron fuertes representaciones simbólicas. (…) el fin de la Convertibilidad no fue programado ni fue el resultado de una elección política: simplemente estalló.
En esta perspectiva la permanencia de países como Grecia o Portugal en la eurozona debe entenderse con argumentos que superen la visión netamente económica.

Comparar-Grecia-convirtio-pasatiempo-academicos_CLAIMA20100301_0003_1Desde 2010, el conjunto de los países de la periferia europea exhiben una evolución negativa de sus indicadores económicos y sociales. Sin embargo, no hay actores relevantes que se planteen la recuperación de monedas nacionales. Según un estudio de la Universidad de Macedonia, realizado la semana previa al referéndum del 5 de julio, no más del 25% de los griegos apoyaban la salida del euro de Grecia y un sector muy marginal de la UE (EUROPP, 2015). La adopción de un Tercer Memorándum posterior por parte del gobierno griego que profundiza el régimen de política económica de la austeridad no parece haber afectado estas preferencias. Según la consultora Palmos, en un estudio realizado entre el 15 y 17 de julio, sólo el 24% era partidario del “Grexit” (Diario de Periodistas, 18 de julio de 2015). 

La pregunta es entonces ¿cómo es posible que después de seis años de una recesión sin precedentes en la Europa de posguerra, una crisis social que el gobierno describe como “catástrofe humanitaria” difícil de revertir en el mediano plazo, la sociedad griega siga apoyando la permanencia en la zona euro, no obstante que la crisis para un número creciente de analistas, economistas y políticos se explica, en buena medida, por las limitaciones que acarrea tener a esta moneda?
La pregunta es entonces ¿cómo es posible que después de seis años de una recesión sin precedentes en la Europa de posguerra, una crisis social que el gobierno describe como “catástrofe humanitaria” difícil de revertir en el mediano plazo, la sociedad griega siga apoyando la permanencia en la zona euro?

En este punto es que la comparación con la Convertibilidad resulta tan sugestiva. Para un segmento relevante de los griegos, la integración europea (y el euro como capítulo de esta construcción progresiva) está asociada a la estabilidad territorial en un entorno hostil (recordemos que la península balcánica fue una zona caliente de la Guerra Fría y posteriormente escenario de conflictos violentos) y a la estabilidad de su vida democrática (frente a un siglo XX marcado por guerras, ocupaciones extranjeras, guerra civil y dictaduras). Es por esto que, en la votación del referéndum el corte etáreo fue decisivo: los jóvenes entre 18 y 24 años votaron en un 85% por el OXI (no), al que los medios y la dirigencia europea asociaban con la salida del euro, y los mayores de 65 años mayoritariamente por el NAI (si). La vivencia en años previos al ingreso de Grecia a la entonces CEE jugó un papel clave en la percepción de las distintas generaciones acerca de los costos presuntos de renunciar al anclaje europeo. En el imaginario de los mayores está instalada la nostalgia de una “edad de oro” de la integración.

Por otro lado, el euro está asociado a la disposición de una canasta de consumo “europea”. En cualquier supermercado helénico se pueden conseguir vinos franceses, quesos holandeses o tomates belgas. Se puede viajar a París sin visas ni engorrosos cambios de dinero. Tampoco entonces sorprende que el sector que tiene menos acceso a cualquier consumo (desocupados) haya optado abrumadoramente por el “No” y que quienes aún gozan de ingresos que le permiten consumir, esto es las clases medias-altas, lo hayan hecho por el “Sí”.

Finalmente, así como la Convertibilidad permitía imaginar la pertenencia al Primer Mundo, el euro es percibido como sinónimo de Europa, en un escenario en el que dicha pertenencia a Europa, la Unión europea y la eurozona se superponen. Señala Jacques Sapir (2012), en este sentido, que “la moneda única concentra en ella proyectos políticos y proyectos económicos, pero más que nada representaciones simbólicas. Es esta interrelación lo que hace el debate necesario y a la vez, sino imposible, extremadamente complejo”.
Así como la Convertibilidad permitía imaginar la pertenencia al Primer Mundo, el euro es percibido como sinónimo de Europa, en un escenario en el que dicha pertenencia a Europa, la Unión europea y la eurozona se superponen.
Como corolario, recordamos que la Convertibilidad estalló a principios de 2002, pero que su derrota cultural fue posterior. Sólo cuando la narrativa en la que la Convertibilidad era un capítulo culminante en la historia de la expoliación de nuestro país tuvo amplia penetración, se puede decir que había sido vencida.

[1] Entre los economistas que han abordado esta cuestión podemos mencionar a la ex funcionaria del FMI en Perú Miranda Xafa, al diputado de Syriza y referente económico de la corriente Plataforma de Izquierda Kosta Lapavitsas y al profesor de la Universidad del Pireo Teodoros Katsanebas.
*Sociólogo (UBA) y Magister en Relaciones Internacionales (Universidad de Boloña), martinlafforgue@yahoo.com.ar
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