2/26/2015

crisis en la eurozona: el papel de los medios dominantes

Frente a las interesadas (o incompetentes) interpretaciones de los medioa de comunicación dominantes: la lectura correcta del pacto griego

James K. Galbraith · · · · ·



El gran economista norteamericano James K. Galbraith, amigo personal e intelectual de Yanis Varoufakis, participó como asesor (del lado griego) en la negociación de Varoufakis en el Eurogrupo del pasado viernes. Ya tuvimos ocasión el pasado domingo en SinPermiso de publicar su interesante y, como siempre, agudamente perceptiva visión “desde dentro” del proceso negociador. Hoy publicamos este otro texto, en donde muestra, con un fino análisis textual, en qué consiste exactamente el acuerdo, y por qué buena parte de los comentaristas mediáticos habituales –incluso algunos aparentemente bien intencionados— no han sabido o querido interpetarlo correctamente.

Cuando el viernes salió la noticia del pacto en Bruselas, Alemania se presentó como ganadora y es poco sorprendente que la mayoría de la prensa comprase ese discurso. Contaban con grandes autoridades a las que citar y en las que basarse. De ahí que desde Londres The Independent declarara:

Varios analistas comparten que el resultado de las negociaciones significa una derrota humillante para Grecia.

No había más detalles y no se mencionaban ni los nombres ni las afiliaciones de los analistas – aunque más adelante citaban a dos y ambos trabajaban para bancos. Se pueden poner muchos ejemplos similares provenientes de los dos lados del Atlántico.

The New Yorker es otro tema. Es una revista independiente con mucha reputacion que escribe para un público también independiente e imparcial. John Cassidy es uno de sus analistas. Los lectores suelen tomárselo en serio, y sus errores son, por lo mismo, importantes. El análisis de Cassidy apareció en un artículo titulado “Cómo le ganaron la partida a Grecia”, y el párrafo introductorio contenía esta frase:

El nuevo gobierno de la izquierda Syriza en Grecia ha estado contando a todo el mundo durante semanas que no aceptaría una prolongación del rescate y que quería un nuevo acuerdo de crédito que le dejara las manos libres; esto sitúa el pacto como una capitulación para Syriza y una victoria para Alemania y para el resto de los dirigentes europeos.

De hecho, nunca existió la posibilidad de un acuerdo de crédito que pudiera liberar sus manos por completo. Los acuerdos de crédito vienen con condiciones. Las únicas opciones eran, o bien un acuerdo con condiciones, o bien ni acuerdo ni condiciones.

La decisición tenía que estar tomada para el 28 de febrero, porque después de esa fecha finalizaba la ayuda del BCE a los bancos griegos. Si no hubiera habido acuerdo se habrían tenido que establecer controles de capital con tal de evitar las quiebras bancarias, el impago de la deuda y una salida prematura del Euro. SYRIZA no fue elegida para sacar a Grecia de Europa. Por tanto, para poder cumplir sus promesas electorales, la relación entre Atenas y Europa tenía que “prolongarse” de algún modo que resultara aceptable para ambos.

Pero, ¿prolongar qué, exactamente? Había dos expresiones en juego y ninguna de ellas era la tan imprecisa “prolongar el rescate”. La expresión “prolongar el programa actual” aparecía en los documentos de la troika e implicaba aceptar los términos y las condiciones actuales. Para los griegos esto era inaceptable, en cambio, la expresión “prolongar el acuerdo de crédito”, más correcta técnicamente, resultaba menos problemática. En el documento final se prolonga el “Acuerdo Marco para el Mecanismo de Asistencia Financiera” [MFFA, por sus siglas eninglés], lo cual es todavía mejor. El MFFA “se basa en un conjunto de compromisos” pero estos están – técnicamente – diferenciados. En pocas palabras, se prolonga el MFFA pero sus compromisos deben ser revisados.

También aparecía la bonita palabra “acuerdo” – que el equipo griego identificó en un borrador del comunicado que ofreció el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, el lunes por la tarde, donde lo usa con desenfreno. En este sentido, el documento del viernes es una obra maestra:

El objetivo de la prórroga es superar con éxito la evaluación en base a las condiciones estipuladas en el acuerdo actual, aprovechando al máximo la flexibilidad otorgada que será medida conjuntamente entre las autoridades griegas y las instituciones. Esta extensión también reducirá el tiempo de las discusiones sobre un posible acuerdo de seguimiento entre el Eurogrupo, las instituciones y Grecia. 

Las autoridades griegas presentarán una primera lista de medidas de reforma, basadas en el acuerdo actual, antes que finalice el lunes 23 de febrero. Por su parte, las instituciones expresarán su opinión respecto a si esta es suficientemente exhaustiva como para ser un punto de partida adecuado para superar la evaluación de forma satisfactoria.

Si uno cree que puede encontrar un compromiso inequívoco con los términos y las condiciones exactos del “programa actual” en el lenguaje del texto, le deseo buena suerte. No está allí. Por tanto, no, la troika no puede ir a Atenas y quejarse de la recontratación de las trabajadoras del servicio de limpieza.

Para comprender las cuestiones que en esencia están en juego entre Grecia y Europa, uno debe indagar un poco más en el contenido del infame “Memorandum de Entendimiento” firmado por los anteriores gobiernos griegos. Un primer elemento: no todo lo que hay en ese documento es irrazonable. En gran parte refleja las leyes y regulaciones de la UE. Las cláusulas en relación a la administración fiscal, la evasión fiscal, la corrupción y la modernización de la administración pública son, en general, buenas políticas con las que SYRIZA está de acuerdo. Por tanto, para el nuevo gobierno griego no es un problema cumplir el “setenta por ciento” del memorandum.

El “treinta por ciento” restante pertenece principalmente a tres áreas: los objetivos fiscales, las privatizaciones y los cambios en la legislación laboral. El objetivo fiscal de alcanzar un “superávit primario” del 4,5 por ciento era indeseable como todo el mundo admitiría en privado. El nuevo gobierno no se opone a las privatizaciones per se; se opone a aquellas que establecen monopolios privados con capacidad de manipulación de los precios y se opone a las ventas rápidas a precio de saldo que no aportan casi dinero. 

La reforma laboral representa un desacuerdo más fundamental – pero la posición del gobierno griego está en la misma línea que los estándares de la OIT, a diferencia de lo que postula el “programa”. Estos asuntos se discutirán a partir de ahora. El objetivo fiscal ya es historia y los griegos han aceptado no adoptar medidas “unilaterales” únicamente durante los próximos cuatro meses en los que van a estar forjando acuerdos.

Cassidy reconoce parte de esto pero lo minimiza con el comentario de que el pacto “parece descartar cualquier posibilidad de aplicar estímulos Keynesianos a gran escala”. ¿En qué documento está escrita tal promesa? No hay dinero en Grecia; el gobierno está en quiebra. Las políticas keynesianas a gran escala nunca estuvieron encima de la mesa dado que, necesariamente, habrían implicado la salida [del euro] – una política expansiva en una nueva moneda, con todos los peligros habituales. Dentro del euro, los fondos para invertir solo pueden proceder de una mejor recaudación impositiva o de fuentes externas como los inversores privados o el Banco Europeo de Inversiones. El comentario de Cassidy parece caído del cielo.

Otra fantasía alejada de la realidad es la idea de que el equipo de SYRIZA quedó“abrumado” por un éxito político “aparecido de la nada”. De hecho SYRIZA sabía desde hacía meses que si podía forzar unas elecciones el diciembre pasado, las ganaría. Yo estaba allí la noche del domingo 8 de febrero cuando el Primer Ministro griego Alexis Tsipras abría el parlamento con su versión del Estado de la Unión; Tsipras no estaba eufórico. Y las primeras palabras que me dijo Yanis Varoufakis cuando llegué al ministerio de finanzas justo antes de ir a escucharle fueron: “Bienvenido al cáliz envenenado”.

En cuanto a las negociaciones diplomáticas, Cassidy concluye que Tsipras y Varoufakis “sobrevaloraron su mano”. Un observador de la escena se habría percatado de que el gobierno griego permaneció unido; los esfuerzos que en un primer momento hicieron para marginar a Varoufakis fueron en vano. Cuando prosiguieron las conversaciones, los líderes de la Comisión, Jean-Claude Juncker y Pierre Moscovici, actuaron sin reservas para resultar útiles y el lunes ofrecieron un borrador constructivo. Otros gobiernos suavizaron sus posturas. 

Al final, sorprendentemente, fue el gobierno alemán el que se dividió – en público – dado que el Vicecanciller Sigmar Gabriel se desmarcó aceptando la carta griega como una buena base sobre la que negociar poco después de que el Ministro de Finanzas, Wolfgang Schäube, la rechazara. Esto acabó provocando que la Canciller Angela Merkel llamara a Alexis Tsipras y cambiara el tono de las negociaciones. Probablemente la maniobra estuvo coordinada; aun así, fue Schäuble el que finalmente dio un paso atrás. Parece que ninguno de estos hechos llamó la atención de Cassidy.

Por último, en vísperas de estas conversaciones ¿no se dio cuenta el bando griego de que no tenía poder de negociación, y dieron – como Cassidy escribe – todas las ventajas a Schäuble una vez que éste “se percató de que Varoufakis no podía jugar la carta Grexit [salida griega del euro]”? En realidad, los griegos nunca tuvieron la más mínima intención de jugar ninguna carta, ni de marcarse un farol, tal y como Varoufakis escribió en The New York Times y como yo escribí dos días después de las elecciones, en Social Europe:

¿Qué poder de negociación tiene Grecia? Obviamente, no mucho; las armas fuertes las tiene el otro bando. Pero hay algo. El Primer Ministro Tsipras y su equipo pueden presentar los motivos de su caso sin amenazas de ningún tipo. Entonces el gesto adecuado y moral del otro lado sería … conceder espacio fiscal y garantizar la estabilidad financiera mientras progresan las conversaciones. Si esto sucede, entonces pueden realizarse las negociaciones como corresponde.

Esto es lo que parece haber ocurrido. Y ha ocurrido por la razón que di en mi disertación: al fin y al cabo, la Cancillera Merkel prefería no ser la líder responsable de la fragmentación de Europa.

Alexis Tsipras lo dijo acertadamente. Grecia ganó una batalla – quizás una escaramuza – y la guerra continua. Pero sigue en marcha el cambio político radical que la victoria de SYRIZA ha desatado. Desde un punto de vista psicológico, Grecia ya ha cambiado; el ánimo y la dignidad que hay hoy en Atenas no estaba hace seis meses. Muy pronto se abrirán nuevos frentes en España, después quizás en Irlanda, y más tarde en Portugal; en todos se acercan elecciones. 

Es poco probable que el gobierno de Grecia se desmorone, o ceda, en las conversaciones que están por delante, y con el tiempo se apreciará claramente el margen de maniobra que se ha ganado en esta primera escaramuza. En un año, el panorama político de Europa podría ser bastante diferente de lo que hoy parece.

James K. Galbraith es profesor de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas (Austin). Entre sus últimos libros, Inequality and Instability: A Study of the World Economy Just Before the Great Crisis (2012) y The End of Normal: The Great Crisis and the Future of Growth (2014). Es coautor con Yanis Varoufakis y Stuart Holland de la Modesta Proposición para la salida de la crisis de la Eurozona (2013). 

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