12/28/2014

perdimos...



Si es con Scioli, 
no cuenten conmigo
Ernesto Laclau

Como homenaje a ambos reproducimos abajo el artículo que escribiera Norberto Ivancich en la revista Unidos , luego de la derrota de Antonio Cafiero en las internas presidenciales (hoy simil PASO)  del año 1988. El Croqueta , al que en ese momento imagínábamos como "de derechas" , se la vió venir a pesar de que Menem era "el que más medía", cómo que no.

Los progres de Unidos, por caso el que esto escribe y Claudio Lozano, nos mandamos entonces un oprobioso texto, el que pueden ( no se los recomiendo) leer completo al pie de este post.

Se ubica el texto nefasto en la saga de mis análisis fallidos iniciados en el año 1974 , cuando frente al flit que nos echaba Peroncito en la plaza, le señalé cual tierno adolescente ( 18 añitos)  a Gillermo Greco, responsable de JTP :" Greco, para que nos vamos si se la estamos ganando " ... :o

Mereció este análisis flash ,como toda respuesta, apenas un frío "vamooooooooooooooooos!!" por parte del encumbrado dirigente, que continuó ordenando la retirada muy masiva ante un extravagante Líder,  que seguía puteándonos a grito pelado desde el palco. Y chucuchucuchucuchucu!.

Ahí mismo pensé "esto no va más"  y piqué en solitario de la Mayo´s square , eludiendo los múltiples palazos arrojados al zocaire por los compañeros de la derecha reaccionaria y - muchos de ellos-  en pocos meses más muerto Perón, cumpas asesinos, que como se sabe, pueblan masivamente el peronismo. Por algo somos un movimiento con  leyes muy estrictas.

Se trata en el texto de Unidos ya no de un análisis ligero en medio de la batalla , sino de un discurrir reflexivo e igualmente fallido, oportunista y francamente acomodaticio que, prueba de su fracaso teórico y político, saludaba a Menem con aire de cierta superioridad conceptual sobre el resto de los escribas. Lamentable , un asco que se patentiza en este vomitivo párrafo de mi autoría plena, asumo:

"El resultado del 9 de julio, más allá de dramas biográficos, no cambia en demasía la solución de la coyuntura abierta el 6 de setiembre. El compañero Carlos Menem, quien para el imaginario político de una indiscutible mayoría del pueblo peronista, pudo colocarse POR FUERA de esa política evidente, tiene ahora abierta la posibilidad de transformarse en referencia central de una nueva práctica política, capaz de construir otro poder en nuestra sociedad. El poder hoy ausente de quienes en medio de esta ilusión política, cada día más evidente, no han sido ni son sino un detalle"  

Igual, una verdadera ensalada de retórica gourmet al lado de las boludeces sin aderezar que hoy se dicen y escriben para justificar el eventual voto a Daniel Osvaldo Pioli onda "y que querés será un inútil, pero es el que más mide", eh! Por eso hoy, aprendida la lección, mi respuesta ante el Piolismo existencial inevitable, es más popularota , aunque puede resultar difícil de traducir al austro-húngaro: Andá a lavarte las tetas...!!

Por suerte, mientras tanto y contra corriente, como debe ser, sostenía el gran Croqueta ya en el año 1988:

Perdimos. El 9 de julio la decisión mayoritaria (poco más del 53% de los votantes) respaldó la fórmula que yo no voté. Reconozco que el triunfo fue totalmente legítimo y como miembro del P.J. acepto que la fórmula presidencial va a ser esa y lo lamento. Para mí en la interna no se dirimía solamente una candidatura, es decir, el candidato que más votos podía concitar en una elección presidencial. No era una elección entre imágenes distintas, entre figuras más o menos simpáticas que arrastraran más de las denominadas "voluntades independientes", sino que era una interna donde se definían formas distintas de construcción de un proyecto político. Ninguno de los dos homogéneos ni cerrados, ni definidos totalmente, pero con profundas diferencias entre sí.

Estas diferencias fueron jerarquizadas de maneras distintas por los adherentes de cada una de las fórmulas. Tampoco en los miembros de cada lista podíamos encontrar el mismo entusiasmo hacia sus postulados y personalidades. Existían distintas franjas de adherentes con distintas franjas de compromiso político entre los que votaron. Esto de jerarquizar el contenido del proyecto y el distinto compromiso con la política son dos elementos claves para mí, en lo que respecta a la adhesión a la fórmula que presidía Cafiero. ¿Qué quiero decir? Establecía una relación directa y entusiasmante entre las distintas concepciones que los candidatos representaban, y era esta visión ideológica la que me llevaba a sentirme más vinculado al peronismo. Como dije alguna vez, la intermediación política se convertía en algo vital para ser peronista. El marco de la renovación peronista, a pesar de todos sus problemas, y la figura de Cafiero expresaban más la posibilidad de convertir en fuerza transformadora a un movimiento político que se había resignado a ser una facción, grande pero impotente, que solamente podía balbucear contenidos de protesta social.

La necesidad de romper el ritualismo llevó a la renovación a abrir un espacio que se intentó cerrar muchas veces en aras de una nueva concepción ritualista: el posibilismo. Pero justamente Cafiero aparecía como el menos dispuesto a circunscribir la renovación a eso. Era obvio que la renovación contenía elementos heterogéneos, pero esa heterogeneidad pretendió incluir prácticas y discursos que retomaban la historia más entusiasmante del peronismo. Esto no significa que en el menemismo no existieran sectores afines a esta última concepción pero privilegiaron otros componentes: la base social, la ruptura de los marcos organizativos partidarios, es decir el rescate de una idea movimientista que en definitiva significaba recuperar una autonomía operativa que le daba sentido a su existencia. Este último aspecto también expresa la idea de la intermediación válida para pertenecer al peronismo.

En cuanto a la base social de cada corriente interna se cae en análisis simplistas e idealistas. La simplicidad aparece nítida cuando se pretende explicar el resultado electoral del 9 de julio desde un corte horizontal en la estratificación social dentro del peronismo ¡nada menos que un corte entre un 53% y un 47% de los afiliados peronistas! Mágicamente aparece un anclaje social de Menem, una figura que ha podido romper la inercia participativa que tiene vigencia en la sociedad argentina y ha convocado al "subsuelo de la patria sublevada" al centro de la escena política. La clase media, los intelectuales culposos, los sectores no vinculados a "la clase" se convertían en expresión de un racionalismo de raza blanca, que había equivocado el camino de las "verdades doctrinarias", de las "esencias revolucionarias". La "alegría de ser" peronista, tendría, según esta posición, mucha más vigencia con Menem que con Cafiero. La justificación de su posición pasa por señalar la representación "antisistema" de Menem y lo vinculan a su propia visión política. Esta sería la bisagra que articularía su ubicación dentro del espacio "movimientista". Culmina esta afirmación en que su propio crecimiento organizacional de encuadramiento sectorial garantizará que la política de Menem sea la correcta.

La idea del paraguas político que posibilite el crecimiento bajo el tibio sol "movimientista" aproxima esta concepción al oportunismo que planteó, en su momento, estar donde mejor pagan. Para esta última posición ya no tiene importancia ningún valor ideológico sino el posicionamiento grupal o personal. Esto también sucedía en el cafierismo, acentuado por el hecho de considerarlo el ganador seguro de la interna. Estas visiones de paragüería y de oportunismo excluyen, a mi entender, un aspecto fundamental: el valor político de lo que representaba cada candidato. Este valor político, excede el nivel del discurso de cada uno de ellos, apuntando más a su práctica.

Con Menem y Cafiero se expresaron dos destinos distintos del peronismo. El del ghetto y el de la invocación hacia una nueva formulación política.

En el primer caso, el ghetto, es evidente que la práctica internista del menemismo subrayó el esquema de la unidad peronista y la ortodoxia, más allá de las intenciones de algunos adherentes. El peronismo "peronista" de Rousselot sintetiza esta concepción. Significó volver a la unidad boba del 83. El movimiento "unido" aparece como el depositario natural de lo popular, la vocación de transformación quedaría reducida a sus límites, ahora amurallados (aunque con fisuras evidentes en esta coraza movimientista). El Estado, en definitiva, es el espacio donde se van a dirimir las distintas políticas que subsisten en el interior del movimiento. La heterogeneidad de componentes prefigura el dibujo de un mosaico estatal desde donde discurrirán diversidad de políticas específicas. La última voluntad la tendrá el presidente. Todo lo que dependa del decreto presidencial será pasible de recomposición y redistribución de poder interno y externo. Aquí aparecen las fisuras de la muralla. Personajes como Julio Ramos (defendiendo el salariazo), Paco Mayorga, Czyterpiller, Susana Giménez, se constituyen en posibles ampliaciones del espacio movimientista. La amplitud abarcativa es similar a la construcción personalizada, se buscan personajes que impacten a la opinión pública antes que líneas o propuestas no originariamente peronistas. La etapa fundacional que prefigura este peronismo es diametralmente distinta a la del peronismo del '45. Por su discurso parece más alimentarse en la concepción alfonsinista.

La práctica cafierista daba más cuenta de convocatoria a fuerzas políticas nacionales y populares del espacio de izquierda del país. El peronismo histórico, los "modernos" de la renovación y los grupos que reinterpretando la realidad plantean una izquierda actualizada y no ritualista ni oportunista, lograban un salto importante en la redefinición política del movimiento. No se repetía el 83 sino que se lograba poner límites, es decir más homogeneidad, a los componentes del movimiento y se lo abría a componentes de una nueva cultura política con posibilidades ciertas de incorporar a sectores más extensos de una nueva generación al conjunto del peronismo. Además el frentismo planteado tenía grandes posibilidades de superar la mera adhesión de siglas como la que aparece perfilándose ahora. Esto, a mi entender, fue el elemento decisivo para optar por Cafiero y me parece una estupidez reiterar, aún desde la derrota, el hecho cosmetológico y moderado de la renovación, ya que esto significa y significó una pretensión de poder propio que no condice con los votos alcanzados por esos discutidos referentes. A los que a los votos le responden con la ideología les queda el único camino del aislamiento y, a veces, la provocación.

Esas dos prácticas diferenciadas por su convocatoria obviamente se expresan en el discurso planteado desde estas dos fórmulas.

Mi planteo ante los discursos diferenciados es que el de Menem se aproximó enormemente al del oficialismo radical. La ambigüedad y la tradición fueron los dos valores más relevantes. La tradición fundamentalmente buscaba subrayar el contenido de justicia social histórica del peronismo; el caudillo de La Rioja aparece como la encarnación de una "revolución tradicionalista" con respecto a los que "defeccionaron" en el verbo, pero que se referían más a las actitudes. La ambigüedad se reducía a satisfacer a todos los sectores y componentes. Tener ambigüedad en la convocatoria para abarcar la mayor cantidad de sectores sociales no significa indefinición; la única definición de Menem es su pertenencia al peronismo. Es allí donde se dan los límites a esta indefinición convocante que lo caracteriza. Es en el sentido de la indefinición donde coincide con Alfonsín, el presidente de las frases huecas y de las grandes tareas republicanas, sin conflictos, sin enemigos y sin etapas, en definitiva, sin tareas. Para algunos la indefinición es positiva porque los espacios y discursos vacíos se llenan necesariamente. Mi temor reside justamente en quiénes lo pueden llenar, ya que descansar únicamente en la popularidad de la figura no alienta en cuanto definición de proyectos y ruptura de intereses consolidados, más bien preanuncia lo contrario. El bonapartismo republicano vacío puede ser reemplazado por el bonapartismo integrador vacío. En ambos terminan imponiéndose las fuerzas del establishment.

El discurso de Cafiero obviamente era contradictorio pero no indefinido, abarcaba al sector de los "modernos" como a una nueva izquierda peronista que viene de modificar su ideologismo del pasado, o la vieja convicción de crecer únicamente a partir del conflicto y la intolerancia. Obviamente con Cafiero también hubiese existido una puja sectorial en el Estado, como lo demuestra su gestión en la provincia, pero lo haría desde un nivel de coexistencia institucionalizada donde las realizaciones con sentido irían dirimiendo la marcha del gobierno. Habría habido conflicto pero dentro de fuerzas más homogéneas y limitadas por el propio discurso de la corriente. Esto también era un aspecto positivo.

Las tareas

Ante esta nueva situación del peronismo es ineludible mantener principios políticos que impidan caer en el oportunismo o en el reconocimiento ciego a lo que el pueblo elija en las elecciones nacionales del 89. Hoy más que nunca el nivel de adhesión que logre la fórmula presidencial peronista no significará mágicamente que los intereses que represente se expresen en las áreas de decisión: ésta es otra semejanza con el alfonsinismo.

Por eso es importante recuperar el marco ideológico definido que aumente las exigencias de realizaciones por parte del gobierno peronista. Este gobierno que se prefigura será legítimo si integra las demandas sociales de nuestro pueblo. Ese será, por lo tanto, el principal eje de actividad que puedan plantear los sectores peronistas que pretenden recuperar la tradición de realizaciones.

Ahora bien, esas realizaciones, además de inscribirse en las necesidades de la hora, tendrán que ir ayudando a definir el plan global que tienda a expresar a la nueva sociedad a construir, integrándose por lo tanto a un debate político–ideológico irrenunciable; de lo contrario, la unidad al estilo 83 se convertirá en una insoportable etapa a transitar que nos disperse o nos aísle políticamente.

Menem podrá realizar (o no ) gestos que avancen en este sentido. Según lo que haga hasta las elecciones nacionales contará (o no), también con mi voto.

Nota Relacionada

Turco que me hiciste mal y sin embargo te quiero

escrito por Artemio López–Claudio Lozano

A López y Lozano el resultado no los sorprende... ni siquiera les parece importante. 
No es frivolidad ni aún aislamiento; (los autores asumen la culpa de haber participado en ese erróneo juego). Apenas es corroboración de una persistente certeza: mientras no varíen los actuales modos de hacer política, de vincularla con "lo social" y de construir poder, las votaciones internas serán un mero (y altamente imprevisible) ejercicio individual, ineficaz para modelar una fuerza política popular.

Mássa

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