8/18/2014

empleo: una mirada crítica del último bienio


Después de un decenio durante el cual hubo un nutrido aumento de la dotación laboral, podría pensarse que los temas de empleo han dejado de constituir un motivo de inquietud. Lamentablemente no es así.
Sabemos que en el último decenio del siglo pasado hubo poco aumento del empleo, resultado al que se llegó por una pérdida de puestos asalariados protegidos (en blanco) y una ampliación del trabajo precario. En la década reciente, en cambio, el empleo creció mucho, siendo mayoritario el trabajo protegido. El total de asalariados aumentó 4 por ciento en los ’90 y 40 por ciento entre 2003 y 2013.
Pero dicho balance decenal encubre diferentes comportamientos temporales y sectoriales que vale la pena destacar. Las características más valoradas del decenio último se explican casi por completo por lo acontecido hasta 2007. El acumulado de los últimos seis años da cuenta de apenas el 40 por ciento de incremento ocupacional. Dicho en otros términos, entre 2007 y 2010 aumentó lo mismo que lo que crecía por año antes de esa fecha. Y desde 2011 la creación de empleo fue aún menor, apenas cubriendo el aumento de la población.
Una ilustración impactante la proporciona el empleo asalariado industrial. Hasta 2007 aumentó 37 por ciento; en el trienio siguiente, menos del 2 por ciento, y otro tanto entre 2010 y 2013. El predominio del empleo protegido se extinguió en el último trienio, durante el cual se perdieron puestos protegidos, y la pequeña mejora sólo se explica por el alza del empleo precario. El caso de la construcción es muy similar, con la salvedad de que, hasta 2007, fue la rama que más rápido creció (si bien el 40 por ciento correspondía a trabajo precario).
El empleo estatal, a su vez, crecía hasta 2007 a un ritmo que era menos de la mitad del promedio. En los dos trienios posteriores, por el contrario, sostuvo el incremento global. Su ritmo fue dos o tres veces superior al promedio de asalariados. No es, como se ha dicho, que el empleo estatal haya sido el único que aumentó en los años recientes. Pero modificó su incidencia de manera notable. Pasó de aportar apenas un 7 por ciento a significar entre un cuarto y un tercio del (magro) incremento ocupacional reciente.
Los no asalariados (patrones y cuentapropistas) aportaron hasta 2007 apenas un 4 por ciento del incremento ocupacional, pero en el último trienio decuplicaron su aporte: cuatro de cada diez nuevos empleos les correspondieron a los no asalariados.
Así, la observación más detallada arroja elementos que deben ser incorporados en la reflexión acerca del punto en el que nos encontramos. El magro desempeño durante el período intermedio puede explicarse por la sequía de 2009 y el impacto de la situación internacional desfavorable. Pero luego la persistencia y agudización de tal comportamiento del empleo sólo se entienden a partir de las crecientes dificultades económicas.
Hasta aquí, no aparece el desempleo como una amenaza muy importante, pero hay síntomas de “desaliento”, lo que se observa en la caída de las tasas de actividad y de empleo.
Debe recordarse que la creación de empleo depende en alto grado de la dinámica económica. De hecho, en los primeros años de la gestión iniciada en 2003 se consideraba que toda la gestión estatal debía reposar en preservar la dinámica ocupacional que traería, por añadidura, la superación de los graves problemas provenientes del período de la convertibilidad y de su eclosión. A tal punto que se rechazaban propuestas de política social por fuera de la creación de empleo.
El buen desempeño de aquellos primeros años fue sostenido, en alto grado, en la recuperación del dinamismo de la pequeña y mediana empresa a partir de la devaluación, en el alivio fiscal durante un trienio por el no pago de capital e intereses de la deuda pública, en la irrupción de grandes demandantes internacionales que favorecieron a toda América latina, en la introducción en 2002 de retenciones que financiaron el gasto público y luego ayudaron a captar los altos valores de las commodities regionales. Es posible que se haya creído que tal situación favorable representaba un nuevo esquema económico y ocupacional.
La sucesión de equívocos en las decisiones macroeconómicas del último bienio no ha hecho más que contribuir al deterioro económico y, por tanto, a dificultar la creación de empleo. También, hace tiempo, ha dejado de recuperarse la capacidad adquisitiva del salario y se estancó la precariedad laboral. ¿Podremos rectificar el rumbo a tiempo?
* Director del Ceped/UBA e investigador del Conicet.

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