Por Nicolás Tereschuk
“Los mercados” tienen un plan para la Argentina, que implica anular la molesta injerencia de la política y volver a poner a la deuda pública -y privada- en el centro de un multimillonario negocio similar al que ya que realizaron los mayores grupos económicos del país desde la dictadura militar hasta el año 2001.
La conclusión no resulta alocada si se leen las declaraciones de dos representantes de los mercados financieros en los últimos días, uno a un diario porteño y otro a una agencia de noticias internacional.
A principios de mes, Claudio Porcel, de Balanz Capital Sociedad de Bolsa SA, le dijo a la agencia Bloomberg: "El próximo presidente volverá a obtener acceso a los mercados y será capaz de reunir tanto como 60 mil millones de dólares en deuda para el Estado nacional, las provincias y las empresas. No me puedo imaginar un trabajo mejor".
Elecciones: un trámite
Porcel, ex director gerente de Argencard y "representante directo de una familia que ostenta más de seis décadas de intachable y privilegiada trayectoria en el mercado financiero y de capitales de nuestro país", según consta en el sitio web de su compañía, considera un mero trámite las elecciones del año próximo.
Dice que los únicos candidatos con posibilidades son Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri y vaticina que los tres aplicarán las mismas políticas.
Por ejemplo, sostiene que la próxima gestión "pondrá fin" a los subsidios, que calcula en 4,2 por ciento del producto bruto.
Más aún, este ejecutivo afirma que en su discurso inaugural ante el Congreso, el próximo presidente debería "poner fin a los controles en el mercado cambiario”.
Otro hombre de "los mercados", Joaquín Cottani, ex secretario de Financiamiento durante la gestión de Domingo Cavallo en el Palacio de Hacienda y actual economista para América latina de la calificadora de riesgo Standard & Poor\'s, dio a entender al diario La Nación que la Argentina tendría que reducir su gasto público "a la mitad".
El temible gasto público
"El problema más importante no es la capacidad de financiar los déficits, un tema que se arregla amigándose con el mundo y abriendo la frontera a los organismos de crédito, sino bajando el tamaño del gasto público, que aumentó 13 puntos porcentuales y que hay que reducirlo a la mitad, porque si no será difícil bajar la inflación”, puntualizó.
“Si hiciera ese proceso, tendría la mayor chance de recuperar el sendero de crecimiento", señaló enfáticamente Cottani.
Como arrancó en el 76
La propuesta es conocida, porque es parte de lo que hizo la Argentina entre los años 1976 y 2001 en una dinámica que suele ser poco comentada en la prensa: por un lado, el Estado se achica y recorta su gasto; al mismo tiempo, el sector privado se endeuda en el exterior no para ampliar su capacidad productiva o crear más empleo, sino para colocar esos fondos en activos financieros locales, hacerlos rendir lo más posible y volver a girar esas divisas al exterior.
Al mismo tiempo, el Estado se endeuda, más que nada para cubrir el hueco que deja la fuga de divisas -nada de mejorar la infraestructura o los servicios sociales-.
Junto con el ritmo del endeudamiento crece el peso de la mochila que implican para el Estado los intereses de esa deuda.
Los números cantan
Los números que deja una dinámica de ese tipo son sabidos:
4 En 1975, la deuda externa total era de unos 7,7 mil millones de dólares, en 2001 de unos 146,3 mil.
4 En 1975, la fuga de capitales rondaba los 6,5 mil millones de dólares, mientras que en 2001 llegó a unos 146 mil -así, lo fugado alcanza casi el mismo monto que el endeudamiento.
4 Los intereses pagados en concepto de la deuda externa en 1975 eran de 2,5 mil millones de dólares y para 2001 de 117,5 mil.
Los mercados tienen un plan y ya han hablado: ¿el sistema político querrá reaccionar o preferirá sumarse a esa "fiesta"?

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