Dura caracterización de Rovelli del actual contextos socioeconómico, con algunos presupuestos políticos que no compartimos como el de la derrota de las PASO y Octubre de 2013.
Sin embargo buena parte la discusión sobre las transformaciones en la estructura productiva es de notable interés y actualidad pues está en la base de la temible, recurrente e impiadosa "restricción externa".
Por Horacio Rovelli
Partamos que de por sí es un asunto complejo determinar un tipo de bocado o freno, y más colocárselo al caballo. Las más de las veces se le pone un bocado a un potro sin saber si es el adecuado, si está en el tiempo apropiado, sin examinar previamente la boca del animal, su dentadura, sin pasarlo por un proceso prebocado, sin tener el conocimiento pleno para distinguir un freno severo de uno más acorde y menos agresivo, desconociendo, además, que el freno está en el cerebro del noble animal, ya que su cerebro controla sus piernas, por lo que es con su cerebro con el que se debe trabajar. Jalar las riendas debe ser usado como una señal para detenerse pero no debe ser el mecanismo para parar.
Por qué decimos esto, porque asemejándolo a la economía Argentina era evidente que se estaban perdiendo reservas en el BCRA, como que se cerraba el año 2013 con un fuerte déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, así como era creciente el déficit fiscal, por lo que resultaba obvio que se necesitaba sofrenar las variables, pero el problema es el “cómo” y el “para qué” dado que no es para “cualquiera la bota e potro”, por un lado, y por el otro, quiénes son lo que van a pagar el costo del ajuste, y cómo se sigue después, esto es, se frena ante una adversidad que hay que salvar, y cuándo se alcanzó la meta.
El mérito indudable de los gobiernos kirchneristas fue generar un modelo de producción y distribución en base al mercado interno, con lo que por un lado se superaba el modelo de valorización financiera del capital e integración a los mercados internacionales (en desmedro del mercado y la producción interna), y por el otro, concebía un patrón de crecimiento a favor de las economías regionales, de las pymes, y del empleo y de los salarios. Esto era posible porque se habían creado las condiciones macroeconómicas para hacerlo, demostrando que impulsando el mercado interno, con más intervención del Estado, y recuperando la capacidad de planificación y de control, se creaban las circunstancias para cumplir con esos objetivos, lo que se logró durante diez años.
Un modelo que se retroalimentaba, incrementaba el consumo de la población (por la creación de puestos de trabajo y las paritarias libres), y al generar mayor demanda de bienes y servicios, aumentaba la oferta (producción), pero a la vez, y es el talón de Aquiles del modelo, también se acrecentaban y en forma más que proporcional las importaciones.
En una nación como la nuestra, donde los sectores dominantes permanentemente contemplan la posibilidad de que la situación se revierta, razón por la cual las inversiones están atadas fundamentalmente a la demanda de corto plazo, se torna imprescindible que para superar definitivamente dicha restricción, se consolide el modelo, y para ello era necesario que se incremente y diversifique la sustitución de importaciones y la canasta exportadora con un sesgo a favor de la producción de bienes industriales no tradicionales, con mayor contenido tecnológico local, ya sean nuevas o aquellas que surgieran de internalizar procesos de la cadena productiva que actualmente se realizan en los países destino.
Es claro que esto no lo iba a producir el mercado por su cuenta –menos aún con la herencia de desintegración y heterogeneidad industrial y con las disparidades de rentabilidad que mantienen varios de nuestros commodities de exportación actuales con el resto de las producciones locales–, tampoco lo van hacer los capitales provenientes de fondos y bancos de inversión que vienen atraídos por la depreciación de los activos y los altos rendimientos de los títulos públicos, que por definición buscan ganancias rápidas; y no hay ninguna experiencia internacional que demuestre que un país crece y se desarrolla en base a los capitales foráneos; sino que por el contrario, debe ser la Política Pública dirigida en forma directa hacia sectores seleccionados en base a criterios específicos, como lo presenta, por ejemplo, el Plan Industrial 2020 (aún con todas sus limitaciones), el Plan Agro Alimentario o el Plan Argentina de Inversión Pública, que entre paréntesis, dado el cambio de situación, todos ellos deberían reformularse.
Y allí se falló. En una economía abierta y fuertemente extranjerizada como la nuestra, donde de las 500 primeras empresas por facturación, 335 son extranjeras, con su lógica de determinación de inversión del exterior, hizo que no se planteara la sustitución de importaciones con la fuerza que debería haberse hecho, y gran parte del esfuerzo de incremento del mercado interno se filtraba por las compras al exterior, dándose la paradoja que exportábamos por U$s 500 la tonelada (de soja), contra importaciones de productos industriales de mucho mayor valor (por ejemplo, una tonelada de automóvil que vale U$s 120.000).
La situación se fue de las manos, y ante la derrota de las PASO (elecciones primarias interna de los partidos políticos) y la derrota electoral del año 2013, el Gobierno, viendo su final, prefirió desandar el camino, devaluar nuestra moneda y generar condiciones de mayor rentabilidad a las empresas; lo que permite el ingreso de capitales del exterior, dado que los activos del país comparándolos en moneda dura, son más baratos que los de la región y de gran parte del mundo (medido en dólares, nuestras empresas son más baratas y más rentables que sus homónimas de Brasil, Chile, México, etc.)
El Gobierno es consciente que hay un importante sector dentro de los empresarios de nuestro país que compraron y compran dólares buscando que derrape el tipo de cambio; esto significa una gran devaluación que los beneficie, de allí que, por ejemplo, no fue un error involuntario que el CEO de Shell, Juan José Aranguren, el mismo 23 de enero de 2014 comprara dólares por encima del valor de la plaza, ni la aceptación del economista Miguel Bein que se trató de un golpe de mercado que se pudo conjurar, principalmente a través del Comunicado A 5536 del BCRA obligándole a vender el excedente de la posición en dólares de los bancos (grandes compradores de dólares en el último año). Tengamos siempre presente el fin de los gobiernos de Raúl Alfonsín y de Fernando De la Rúa, con la brutal transferencia de recursos de la población a los que se beneficiaron con la suba sideral del dólar, para tener presente esa posibilidad.
Pero la devaluación realizada por el propio Gobierno, y la suba de las tasas de interés para permitir que sea más rentable pasarse a pesos que quedarse en dólares, impacta negativamente sobre la economía y sobre los trabajadores (Nota al pie 1).
La combinación de devaluación y suba de la tasa de interés produce de hecho un aumento de los precios, y eso implica menores ventas y menor consumo, deteriorando el círculo virtuoso de expansión del mercado interno y crecimiento de la producción, claramente demostrado que en dólares (fruto de la devaluación) el PIB del año 2014 va a ser menor que el del año 2013. Paralelamente, la suba propiciada de la tasa de interés encarece el financiamiento de la inversión y del consumo.
Él impacta sobre el empleo, porque en la Argentina la relación entre crecimiento del PIB y la creación de puestos de trabajo es de por sí muy baja (en torno del 0,22% punto de crecimiento del PIB en el año 2013); por ende, si encima el PIB se cae, arrastra con menor creación de empleo, e inclusive el riesgo cierto de una recesión importante, y con ello no sólo de que se dejen hacer horas extras, sino la de suspensión de días de trabajo, vacaciones anticipadas y hasta despidos. Eso no quita la importancia de la propuesta de ley de combatir el trabajo informal, pero sí se hace en un marco mucho menos propicio.
En lo que respecta al salario, por el teorema de Carlos Díaz Alejandro sabemos en nuestro país de la relación inversamente proporcional entre el poder adquisitivo de las remuneraciones al trabajo y el tipo de cambio, dado que consumimos el mismo bien que exportamos, no consumimos soja, pero la misma reemplazó física y geográficamente a otros cultivos, con lo que los mayores ingresos por cada dólar que traen de sus ventas afuera, implica un mayor encarecimiento de la canasta de alimentos.
La devaluación, el incremento de las tasas de interés, el aumento desmedido de precios por parte de grandes productores y los comerciantes, impactan sobre el consumo de la población, el esquema de Precios Cuidados, para limitar remarcaciones abusivas, el aumento de jubilaciones y el anuncio del plan Progresar fue la respuesta del Gobierno para moderar la caída de demanda, pero no es suficiente.
En ese marco de desandar el camino de los diez primeros años, para valorizar las empresas, es lógico y entendible el descontento de amplios sectores de la población, sobre todo los trabajadores, jubilados, productores y comerciantes ligados al mercado interno, que habían mejorado su situación con el modelo del kirchnerismo original.
El problema no sería tal, si fueran medidas transitorias, como las que se vio obligado a ejecutar el mismo peronismo en 1952, sabiendo que restablecidos algunos desequilibrios, se volvía a retomar el circuito virtuosos de consumo-producción-empleo, pero el dilema es que los posibles reemplazantes de CFK son defensores acérrimos y pagos por los que pretenden generar las condiciones para que se desarrolle el capital pero a costa del trabajo.
En suma, si bien el ajuste monetario y fiscal asegura un año recesivo y una aceleración de la inflación a corto plazo, lo cierto es también que permite sacar a la economía del sendero de una crisis segura antes del 2015, en eso no hay nada que decir, el problema es qué tipo de modelo de acumulación y distribución se genera.
Si no se cuenta con un plan de crecimiento sustentable, si no se sabe qué sectores se deben apuntalar para garantizar la producción y el trabajo nacionales, entonces se queda a merced de los grandes capitales que vuelcan las medidas en su único beneficio.
Si sólo nos quedamos en el corto plazo, morigerar un poco la tasa de interés para que no sea tan costoso el financiamiento de la producción y el consumo, y/o convalidar cierto aumento salarial, todo con el fin de no se caiga tanto la demanda, sin un mayor control de los precios, éstos vuelven a subir más todavía, retrasando el tipo de cambio, por ende éste se vuele a devaluar y entramos en una vorágine que ya hemos conocido desde la dictadura militar.
Y no hay mediano y largo plazo cuando leemos que el titular del CEA (Centro de Estudios Americanos)(Nota al pie 2) , Lic. Luis María Savino, ante 300 ceos (gerentes principales) y empresarios en una reunión realizada en el Hotel Panamericano de esta Ciudad de Buenos Aires el 14 de abril 2014, dijo con respecto a las medidas adoptadas por la nueva conducción económica que “… se está generando un shock de crecimiento que explotará cuando se den las condiciones apropiadas”. “Tendríamos que hacer las cosas muy mal para que no ocurra”. El Lic. Savino agregó que tras hablar con diferentes precandidatos presidenciales “estamos viendo que hay una concentración de sensatez parecida”, con la coincidencia que muchas de esas empresas son las mismas que habían concurrido tres días antes a la reunión con el ministro de economía argentino en la embajada de nuestro país en los Estados Unidos (Nota al pie 3).
¿Cuál es nuestro objetivo?, ¿qué ajuste hacemos para qué tipo de país?, máxime como nos enseña el negro “Cele”: “El hombre, como el caballo, cuando ha llegado a la meta, se hace manso y sobón”(Nota al pie 4)
1- El negocio de los bancos es captar a una tasa (por ejemplo la Badlar que es para depósitos de más de un millón de pesos) y prestársela al BCRA comprando letras (Lebac), ganando la diferencia entre ambas, dado que en todo el período las tasas de las Letras del BCRA fueron mayores que las tasas que pagaron los bancos a sus depositantes.
2- El CEA, organismo estadounidense, desde enero de 1990 en nuestro país lleva adelante programas que brindan información a los distintos sectores de la sociedad argentina. En sus programas se abordan temas nacionales e internacionales. En relación a éstos, se fijó como metodología de análisis el estudio de la sociedad americana y las implicancias transnacionales de su propia conformación (De su Carta Orgánica).
3 Entre las compañías presentes estuvieron Chevron, Exxon y AES, en energía; Halliburton, Helmerich & Payne y Baker Hughes, en servicios petroleros; General Motors, en la industria automotriz; Cargill, CHS, CNH, JBS, DuPont y John Deere, en la agroindustria; IBM, Dell, Oracle, Avaya y Alcatel Lucent, en el área de tecnología y comunicaciones; Coca-Cola, Pepsico, Procter & Gamble, Walmart, Kimberly-Clark, Kellogg’s y Clorox, en el consumo masivo; Nike, en indumentaria deportiva; Dow Chemical, en el sector químico, y General Electric y Boeing, entre otras.
4- Tango “Cuando me entres a fallar”, letra de Celedonio Esteban Flores.
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