12/16/2013

córdoba: una mirada sobre el calor, el fin de año y la astucia del gobernador



Marina Llaó

Hoy, en Córdoba, son preguntas obligadas las que indagan sobre los hilos tensados al punto de lo escandaloso y con efecto de crisis institucional: la narcopolicía y el acuartelamiento policial: ¿cómo un primer acto explica un segundo acto de una misma obra interpretada por un mismo cuerpo actoral?

Aunque no sea momento para ahondar, porque todavía hay que estar pendiente de tener provisiones en la alacena hasta que el resguardo cese, opino que hay en juego concepciones democráticas, y sería interesante que la discusión gire en torno al rol que merecen en la actualidad las fuerzas de seguridad como garantes de la democracia.

Me interesan los movimientos de la policía cordobesa, que se muestra “vencida”, acuartelada, mal paga e incomprendida. Viste con cinismo un supuesto de ingenuidad, usa el disfraz de un gremio en defensiva; y borronea, confunde, niega en ese movimiento su completa pertenencia al sedimento violento que configura parte de las subjetividades urbanas.

En esta apuesta cínica, los jefes de policía detrás de esta iniciativa de acuartelamiento gremial no dejan de lado el cálculo sobre lo irremediable: es un capítulo más en el ciclo de desgaste de la figura de José Manuel De la Sota, una mancha más al impoluto tigre.

La policía se comporta como un brazo anestesiado de la política que le dio su formato actual, un brazo sobre el que estuvo sentada la gestión y que ahora hormiguea y da manotazos como órgano desmembrado y no propio.

Irresponsable pero obsecuente a su sedimento, la policía niega y negará la evidencia de que alcanzó autonomía y poder suficientes como para provocar eventos sociales como los vividos anoche, y que aún siguen. Un mensaje de “liberación de zonas”, un guiño delincuencial en el código que ellos mismos crearon, y que finalmente resultará una trampa para legitimar más alternativas clasificatorias en el espectro de la peligrosidad civil. Será más difícil la lucha contra el Código de Faltas después de unos días en el que todos fuimos simétricamente sospechosos de algún saqueo.

Es cierto, los valores democráticos circunscriptos al campo de la seguridad ciudadana están en crisis, pero el peligro son las instituciones de seguridad que se erigen como protectores falsos de esos valores; y los responsables son los gobiernos necios que se van de boca, ofertan una “nueva” política de mano dura y se echan atrás en el propósito de profesionalizar y modernizar en términos democráticos a la policía.

Es que la astucia del gobernador no es suficiente para gestionar en los tiempos que corren, las viejas recetas de la política que ofrece sólo son funcionales a la decadencia y serviles a la necesidad de caos. Necesidad de caos porque hace calor, nos sentimos mal, tenemos que hacer las compras de fin de año, las cloacas explotaron por todos lados, Julio Chiarini en Instituto es más hambre para mañana… y mi matrimonio está más jodido que el matrimonio entre el capitalismo y la democracia.

La lucha ahora es por la energía de los saqueos, ¿será mayormente endosado a una problemática moral para desvestirla de causantes institucionales y políticos? ¿Será la oportunidad para que le den el micrófono nuevamente a los eticólogos de la ilusión pura, los mismos de siempre, los que sólo hacen su apuesta por la utopía de una provincia (un mundo) sin política? Será, y será funcional a más noches como la de anoche, porque la salida que le queda al gobernador es que el responsable sea el hijo de Rosa… o sea yo… o sea vos… pero nunca él, ni mucho menos el monstruo que ha creado y que ahora va por el redoblamiento del gasto en “seguridad interna”.

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