9/30/2013

todos y todas: hoy la "mami" merkel



Los preceptos del consenso de washington siguen vivitos y coleando


Las elecciones en Alemania mostraron que más allá de la crisis financiera internacional de 2008 y sus terribles consecuencias en términos de crecimiento y empleo en el Viejo Continente, los preceptos del Consenso de Washington siguen vivitos y coleando. Como una sombra del pasado, el fantasma que recorría Europa en 1848 ha dado paso a un presente donde el neoliberalismo –la noción moderna de lo que Marx y Engels llamaron las fuerzas de la vieja Europa unidas en santa cruzada para combatir al comunismo– se pasea triunfante por todos sus países.


El aplastante triunfo de Angela “Mami” Merkel (sí, sus seguidores la apodan “Mutti”, que significa mami) por casi el 42% de los votos, ratifica y le proporciona nuevos bríos a la política económica germana impuesta en los últimos años tanto en la esfera nacional como regional.

Al igual que en el resto de los países, la socialdemocracia –el principal partido heredero de las luchas proletarias del siglo XIX– ha sido la fuerza política que, defeccionando de todos sus principios y en alianza con la derecha, comenzó a destruir uno a uno todos los ladrillos de su joya más preciada: el llamado “Estado del Bienestar”. Bajo la zanahoria de ingresar al primer mundo de la Unión Europea y de poner la banderita azul profundo con la corona de estrellas amarillas al lado de la enseña nacional, los países comenzaron a desarmar su red de protección social, aquella que siempre fuera vista como una anhelada meta desde este lado del Atlántico. 

El primer antecedente lo encontramos –vaya paradoja– en la Alemania de Bismarck en 1883 que, bajo la tradición prusiana, consideraba al Estado eficiente a la hora de compensar los estragos del naciente capitalismo industrial. Otto, que es Bismarck, y que de zonzo no tenía un pelo, por temor a los levantamientos obreros que eran ya un clásico de la época, instauró un conjunto de leyes que otorgaban una protección básica bajo la forma de seguros en previsión de accidentes, enfermedades, ancianidad e invalidez. No obstante, el Estado del Bienestar moderno comenzó a levantarse después de la Segunda Guerra Mundial al calor de las políticas keynesianas y –al igual que en la Alemania de finales del siglo XIX– para frenar las ideas y planes que la imparable Unión Soviética –que en paz descanse– volcaba sobre sus vecinos europeos. 

Sin la amenaza estalinista, y con la complicidad de la socialdemocracia, la derecha europea agarró la calculadora y, con el fin de no perder la carrera por el liderazgo con los EE UU, comenzó a desarmar los cimientos del Estado del Bienestar en pos de una supuesta competitividad internacional basada en costos laborales bajos, endeudamiento estatal y los bancos como actores principales de este modelo neoliberal. En el año 2003, el socialdemócrata Gerhard Schröder dio lugar a una serie de reformas sociales siendo la ley Hartz IV la más emblemática porque flexibilizó profundamente el derecho laboral.

Montada sobre esas nuevas leyes, Merkel asume por primera vez en 2005 (2013 es su Re-Re) y sin tener que soportar el costo político de haberlas implementado, aplica un plan conservador de bajo crecimiento, financiarización de la economía y donde las leyes impuestas por Schröder sirvieron para que el excedente económico se reparta cada vez más desigualmente. Diez años después de las reformas, las pasantías, los “acuerdos” entre trabajadores y empresarios para bajar horas trabajadas y los contratos temporarios son más habituales que la cerveza y el chucrut. Por el lado de la política externa, la amplia victoria de Mami se hará sentir a lo largo y ancho de la región en la forma de mayor austeridad (ergo, ajuste fiscal) y refuerzo de todas las auditorías llevadas adelante sobre los países más vulnerables de la región que impone rampante la Troika formada por el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. 

En este sentido, se conoció recientemente la negativa de la burocracia de Bruselas para flexibilizar los requisitos en la medición de los déficits fiscales de los países, lo que lleva aparejado –en especial para España– mayores recortes y seguramente más impuestos. El caso griego es aún más preocupante. La estrategia de la troika ha sido la de plantear un plan de salida de la crisis conducido por las exportaciones (Export-led). Es decir aplicar una “devaluación interna” en términos de costos sin tocar el tipo de cambio (el euro lo maneja sólo el Banco Central Europeo) para hacer más competitivos sus productos y, de esta forma, comenzar a crecer de la mano de más exportaciones.Un estudio publicado este mes por el Levy Economics Institute concluye, a través de un modelo macroeconómico construido para Grecia, que estos planes “toman muchos años en madurar, y en el medio pasan años de pauperización y desintegración social”. 

El estudio afirma que lo peor todavía está por venir y estima un desempleo que saltará del 27% actual al 34% para 2016. Con el fantasma de la Troika recorriendo la Eurozona e inoculando sus políticas de austeridad y de devaluación interna, esa región parece estar condenada a ser el, cada vez más, Viejo ContinenteLa rotunda victoria de Merkel profundizará la mirada germana de la vida, con un euro que seguirá imponiendo las reglas del juego y enviando al desempleo a una gran parte de su población, en particular en los eslabones más débiles de la cadena: la Europeriferia formada por Grecia, Portugal, España, Italia, Irlanda y algunos países del Este. Como en esas películas de Woody Allen donde la figura materna es inconmensurable, el protagonista –europeo él– podría mirar a la cámara y decir: “Con una mamá así, preferible ser huérfano”.

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