9/06/2013

dinosaurios judiciales



Estamos llenos de indignación, hoy vimos por qué es necesaria una reforma judicial profunda y democrática. 
¡Basta de jueces que discriminan al pueblo y garantizan la impunidad de asesinos que cobran su sueldo para cuidarnos! 

¡Exigimos cárcel a Valente, castigo ejemplar al fiscal Marazzi!


El 15 de febrero de 2012, el oficial Rodrigo Valente llegaba a una casita del Barrio Mitre con un objetivo concreto: arrestar a Vitorio Tapia, de 17 años. Avanzó por la puerta, escoltado por 30 oficiales del Grupo Especial de Operaciones de la Policía Federal (GEOF), sin orden de allanamiento y violando todos los principios legales. Cuando entró en una habitación donde había un pibe durmiendo disparó sin piedad. La víctima resultó ser Alan, hermano de Vitorio, que recibió el impacto de bala que terminó con su vida mientras dormía.



En el piso de arriba el resto de la familia fue reducida e incomunicada y pasaron 40 minutos sin explicaciones sobre el disparo que vino de abajo, tiempo suficiente para armar un escenario. Un oficial subió y dio la noticia. La madre, el padre y los hermanos indignados arremetieron contra los policías. El barrio harto del abuso policial empezó a tirar piedras, hubo represión y gases lacrimógenos del otro lado, decenas de efectivos cercaron el lugar hasta que llegó una ambulancia que se llevó a Alan envuelto en una sábana.

(Claudia, madre de Alan, después de oír el veredicto)

El asesino Valente estuvo prófugo varios meses hasta que se presentó ante la justicia. Según dijo en el juicio, le disparó a Alan en el estómago porque “el chico me iba a disparar con un arma tumbera”. Durante 40 minutos quedó tirado desangrándose hasta que lo trasladaron al Hospital Pirovano, donde falleció. “La tumbera” que encontraron al lado de la cama consistía en dos fierros pegados, inútil para matar a un miembro del GEOF. El relato de los testigos y la deducción de la familia, que permaneció atada con precintos en el piso superior sin saber que Alan estaba desangrándose abajo, concluyen que los 40 minutos sobraron para plantar “el arma”.

En casos como éste es donde vemos y repudiamos a violencia institucional que impera en nuestro país, desde el uso de una policía de élite para detener a un menor, pasando por el hecho de que el allanamiento se hizo en horario nocturno -cuando no está permitido realizar este tipo de procedimientos- hasta el caso de gatillo fácil que terminó con la vida de Alan. Pero no termina ahí.

La familia optó por hacer justica y chocaron con la cruda realidad de una corporación que responde a los intereses de unos pocos: en las cuatro audiencias del juicio oral, por un lado estaba el público del acusado (familiares conchetos, policías de élite musculosos y bronceados) y por el otro la querella, los damnificados (vecinos del Barrio Mitre). En todas las audiencias la familia tuvo que soportar que la parte del acusado entre sin problema al salón, mientras que a la parte de la querella se le pedía una lista con los nombres y el DNI de los ingresantes, de la misma manera el cacheo era para una sola de las partes. ¿Es justo que la justicia discrimine y humille a personas de barrios humildes? 

Todas las veces los jueces llegaron dos horas tarde y cuando entraban la gente cansada de esperar tenía que ponerse de pie y rendir pleitesía. El colmo de la humillación fue cuando el fiscal que debería representar los intereses de los damnificados solicitó la absolución de Valente, pidiendo que se tome en consideración que el homicidio “no fue en Puerto Madero o las Islas Seychelles, sino en la Villa Mitre”. La querella pidió 35 años de cárcel. Los jueces decidieron absolverlo confirmando que la justicia sigue siendo corporativa, clasista, racista y antidemocrática.

Al escuchar el veredicto el padre a viva voz gritó: “Si ustedes matan los condecoran, si nosotros matamos nos comemos una cadena perpetua”. Lamentablemente hoy la justicia valora más la propiedad privada que la vida, si un pibe del barrio roba una cartera se come ocho años, si un policía especial fusila a un pibe lo absuelven. 

No hay que perder las esperanzas, todavía queda casación, crucemos los dedos para que en el sorteo toquen jueces menos retrógrados porque como dijo Milton, el hermano de Alan: “La justicia esta llena de dinosaurios educados en la dictadura”.

¡Justicia por Alan!

¡Ni un pibe menos!

Juventud Kirchnerista de Izquierda
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