7/22/2013

la compleja situación de la economía brasileña

Variación del real



Por Eduardo Curia

Semanas atrás aludimos a cierta problematicidad que presenta el rumbo de la economía brasileña, fenómeno que no nos resulta totalmente ajeno. En rigor, se agregan nuevos elementos a ese cuadro.

Así es que, en ocasión de la última reunión del Comité de Política Monetaria, el Banco Central de Brasil decidió elevar en 50 puntos básicos la tasa de interés referencial -SELIC-, llevándola al nivel de 8,50%, el más elevado desde mayo de 2012. No es una medida aislada; más bien, se inscribe en una saga adoptada por la autoridad monetaria que arranca el pasado mes de abril. Es la tercera movida alcista.

Uno de los aspectos que “pesan” detrás de las decisiones del Banco Central brasileño es la cuestión de la inflación; ésta, de 6,7% en junio, rebasa bastante la meta oficial de 4,5%, pero también lo hace con el máximo nivel de tolerancia, de 6,5 por ciento. Luego, el discurso del titular de la citada entidad monetaria se ha endurecido, reforzando la centralidad del combate de la inflación. Hasta tal punto, que los pronósticos descuentan más alzas; algunos llegan a hablar de una tasa SELIC de 10% a finales de año.

Sin duda, aun siendo relevante el tópico inflacionario según los criterios brasileños, no cabe olvidar que están operando otras cuitas no desestimables: la actividad económica aún se muestra débil y el real se halla sufriendo presiones de depreciación importantes.

La desvalorización del real

El tema de la desvalorización del real tiene una especial gravitación. Se podría afirmar que anda “coqueteando” con la paridad de reales 2,30 por dólar. En el año, la moneda arrastraría una depreciación de alrededor de 10 por ciento. Naturalmente, en base a otras referencias, habría una depreciación aun más marcada. En este fenómeno correspondería puntualizar dos tipos de fenómenos, uno de tenor endógeno y otro más exógeno.

Tiempo atrás se advertía la influencia de resortes endógenos que alcanzan una especial incidencia. Asociados en gran medida, como lo marcamos reiteradamente en esta columna, con la “saturación” provocada por el “modelo económico lulista” en cuanto a su formato de apalancamiento militante en el ingreso de capitales externos –más el aporte de los commodities– y su contracara del real apreciado.

Dicho modelo se erigió en un arquetipo de expresión de la llamada “enfermedad holandesa”, con el real convertido en una carry currency; naturalmente, una secuela importante del asunto fue la desindustrialización relativa, sobre todo abarcando los rubros de mayor transformación.

Por momentos, la demanda interna alcanzó impulsos fuertes –siempre dentro del formato de la enfermedad holandesa– y talló la política de promoción social a favor de las “nuevas” clases medias.

De todas maneras, esto coexistía con los claros signos de desintegración de la matriz productiva. En algún momento, dicho sea de paso, dada la situación manufacturera, se dispuso que Petrobras vendiera gasolina y diésel a precios más bajos como resorte de compensación, pero a la postre, y sumando otros factores, se derivó en pérdidas para la empresa, la que incluso debió vender activos externos para atender su déficit.

Oscilaciones internas y factores exógenos

En la última fase del gobierno de Lula, y ya empezado el de Rousseff, se pasó a una política de tenor restrictivo, apelando a una ruta alcista de las tasas de interés, con lo cual se pretendía reencuadrar a la inflación de entonces. Mientras se avanzaba en esto, fue cobrando espacio el desmejoramiento de la economía mundial.

Con el tiempo, las autoridades, adoptando cierto giro endógeno, comenzaron a rever el alza de las tasas, a la vez que el real tendía a depreciarse, lo que se vio positivamente en función del mencionado proceso de desindustrialización relativa. Asimismo, se aplicaban estímulos tributarios y se decidía la protección vía la política comercial externa de determinados rubros de la producción nacional. De cualquier manera, cuando dio la sensación de que la depreciación del real, traspasando hacia arriba la relación de “2x1” frente al dólar, “se salía de cuajo”, el Banco Central eligió intervenir en el mercado de cambios vendiendo divisas, con lo cual, aparentemente, se buscaba poner un tope a la depreciación.

El dólar retrocedió algo y se renovaron las dudas sobre la dirección de la política.

El hecho es que los “combos” de políticas –se deberían incluir los altibajos que se suscitan en materia fiscal– que se suceden no logran hasta el momento “energizar” claramente la dinámica económica. Las previsiones de crecimiento se han ido reviendo hacia abajo, con un mes de mayo en el que la actividad cae (respecto de abril), siendo, asimismo, que el primer trimestre sólo registra una tenue expansión de 0,6 por ciento. Mientras en el frente de la actividad económica, tal como se advierte, los resultados en general son magros (es verdad, sí, que algunos rubros lucen más robustos por ahora), avanza una política antiinflacionaria que perfila la ruta alcista de tasas a la que se hizo mención al comienzo de esta nota. Luego hay tensiones entre objetivos que parecen insinuarse.

Adicionalmente, hay que estar computando algunos nuevos datos de fuente exógena, aunque las modalidades de desarrollo involucradas también se entienden por la especial articulación de la economía brasileña. En ese orden, los aspectos ambiguos que están rodeando las definiciones sobre el rumbo de la política monetaria americana en lo relativo a la posibilidad de moderar la quantitative easing, generan escozores en los movimientos de capitales mundiales, algo que no deja de afectar a una economía como la brasileña, tan ligada a esos movimientos, incluida una moneda, como se dijo, de tipo carry currency. Las derivas de todo esto convergen en presiones adicionales sobre el real arrastrándolo en dirección a su perceptible desvalorización, proceso que, por ahora, resiste la dinámica de las sucesivas subas de las tasas de interés. A no dudar, los capitales externos también se sensibilizan por las propias señales de fragilidad que depara el andar de la economía de nuestro vecino.

En definitiva, son varios los frentes abiertos –sin olvidar las manifestaciones recientes de sectores sociales– y los distintos objetivos económicos se hallan bastante tensionados entre sí, tornando ardua su ordenación.

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