1/07/2013

aprendizaje colectivo



Leemos en Télam: 

Fierros mediáticos y fierros judiciales

Lejos de la ilusión jurídica de poder autónomo “ajeno a todo”, hoy el Judicial comienza a ser visualizado por el hombre común como un poder del Estado que defiende intereses corporativos propios y sectoriales, y lo hace con una tenacidad digna de mejores causas.


    Así como el conflicto por la resolución 125 dio visibilidad para el ciudadano común la defensa tenaz de intereses sectoriales que realizan los medios de difusión, descubrimiento que transformó el modo de interpretar y hacer política hasta entonces existente, con las dilaciones que parte del poder judicial impuso al efectivo cumplimiento de la ley de medios, se ha comenzado a transformar de manera drástica y con efecto cascada la perspectiva comunitaria sobre el funcionamiento de la justicia en el país.


    La semana que culminó estuvo dominada nuevamente por la defensa de intereses ilegítimos por parte del poder judicial mediante la inefable Cámara en lo Civil y Comercial Federal (el mismo organismo que prorrogó una cautelar en favor del Grupo Clarín) que ahora dictó una medida cautelar y frenó esta vez la estatización del predio de Palermo de la Sociedad Rural Argentina, adquirido de manera fraudulenta, a precio vil e impago, que había dispuesto la presidenta el 19 de diciembre último.

    Este comportamiento de defensa corporativa de medios y justicia tuvo su mejor definición para el imaginario popular en la metáfora presidencial de “fierros mediáticos” y su complementaria que nos permitimos parangonar de  “fierros judiciales”, emparentando el comportamiento de ambos poderes, capaces de enfrentar gobiernos y leyes de la democracia como en décadas anteriores lo hacía el partido militar mediante el uso de los “fierros”  y sus secuelas de muertos y desaparecidos.

    Pero esta semana pasada agregó otra novedad  de notable importancia: La articulación explicita existente entre poder mediático y judicial. La materialización de este accionar conjunto se mostró transparente en la campaña mediática de descrédito emprendida contra el ministro Julio Alak, por ser la figura del gabinete de mayor visibilidad en la impugnación del comportamiento del sistema de  medios opositores  y parte del poder judicial, en palabras de Cristina Kirchner,  por ser el Ministro de Justicia y Derechos Humanos “ el comunicador institucional judicial del Gobierno y por su impugnación a la Cámara Cautelar en lo Clarín y lo Rural”

    La materialización de este accionar conjunto se mostró transparente en la campaña mediática de descrédito emprendida contra el ministro Alak



    La visualización del comportamiento del poder judicial y el sistema de medios y su articulación en defensa de intereses sectoriales de corporaciones poderosas, resulta un proceso de aprendizaje colectivo sostenido en y por la autoridad de la palabra presidencial, cuyas consecuencias son aún difíciles de precisar, pero sin duda serán de enorme peso en las más diversas prácticas sociales, incluida la práctica política y obviamente en el sistema de preferencias electorales.

    En rigor, efectos de este lento pero inexorable proceso de aprendizaje colectivo ya hubo. Tras soportar cientos de tapas adversas desplegadas por el sistema de medios escritos opositores y sus agotadoras réplicas en radio, televisión e internet, Cristina Kirchner  construyo la elección de mayor fortaleza relativa de un oficialismo respecto a la oposición de que se tenga memoria estadística , con casi 12 millones de votos propios y una diferencia respecto al segundo equivalente al 80% de todos los votos opositores sumados. Abrumador  se lo mire por donde se lo mire.

    Al parecer entonces y dado el proceso de aprendizaje de la opinión pública sobre el funcionamiento de medios y poder judicial, hoy pareciera que el gran proyecto de Néstor Kirchner, antes que cualquier otro en materia socioeconómica,  que fue el de restaurar la autonomía y supremacía de la política por sobre los intereses de  las corporaciones (asuman estos intereses las formas que asumieran, incluidas las de insospechados jueces de la nación) es la realidad efectiva que debemos a Cristina.

    Este solo logro, en cuya consecución fracasaran una y otra vez varios presidentes democráticos, basta para incorporar a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner junto con los de Juan Domingo Perón, en la mejor tradición popular-democrática de la Argentina.  

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