Ya señalamos en Ramble como problema en la relación bilateral el apego notable a las metas inflacionarias por parte de Dilma Rousseff . Leíamos hace un trimestre :
La presidente de Brasil,
Dilma Rousseff, señaló que la Argentina "está con veinte por ciento de
inflación" anual, en respuesta a reclamos de sindicalistas que le pedían
la adopción de medidas similares a la de su colega Cristina Fernández.
"Ustedes hablan de la Argentina, pero la Argentina está con 20 por
ciento de inflación, mis amigos", dijo Rousseff en un encuentro con
sindicalistas, de acuerdo con lo consignado por el diario O Estado de
Sao Paulo.
El economista Miguel Bein se pregunta en su último reporte “por qué
una economía como la de Brasil, que viene haciendo ‘todo bien’ en
términos de contener la tasa de inflación a partir de políticas
prudentes monetarias y fiscales y que dejó deslizar el tipo de cambio 25
por ciento frente a la reversión de los capitales, evidencia un freno
similar al de la economía argentina”. La respuesta se encuentra,
precisamente, en las características de la elogiada política económica
brasileña. Esta es una mezcla de ortodoxia, con Metas de Inflación
orientadas desde el Banco Central, con heterodoxia conservadora, con
medidas para evitar el supuesto recalentamiento por miedo a la inflación
desde el Ministerio de Hacienda. Es un combo especial que provoca la
aceptación del establishment de economistas, ortodoxos y parte de
heterodoxos.
El último informe “Coyuntura y Desarrollo” de FIDE lo advierte y
menciona el impacto adverso que viene teniendo para la economía
argentina la desaceleración industrial de Brasil. Afirma, a la vez, que
“no es menos grave la incidencia de las asimetrías evidentes que existen
entre las políticas económicas” de ambos países. “No es una tarea
sencilla, más allá de la evidente empatía que existe entre ambas
presidentas, compatibilizar una gestión que prioriza el cumplimiento de
las metas de inflación, al cual queda su-bordinado el crecimiento del
PBI, con otra cuyo objetivo principal es el desarrollo productivo con
equidad”, afirma el documento de FIDE, conducido por Héctor Valle.
Esa mezcla de ortodoxia y heterodoxia conservadora provocó que la
economía brasileña comenzara a desacelerarse antes que el impacto pleno
en el comercio internacional provocado por la profundización de la
crisis europea. Eso sucedió porque cuando Brasil crecía a un ritmo del
7,5 por ciento anual en 2010 no fue la ortodoxia del Banco Central que
propuso el freno, sino la heterodoxia de Hacienda. El argentino Eduardo
Crespo, profesor universitario en Río de Janeiro, lo explicó en un
reciente seminario del Cefid-Ar. “Brasil venía creciendo con tasas de
interés muy altas, entonces recomendaron bajarla y devaluar el real.
Pero hicieron la advertencia de que esa modificación de variables podía
provocar un impacto en los precios, un golpe inflacionario. ¿Qué
propusieron?
Cambiar el ancla cambiaria por el ancla fiscal; frenar el
gasto”, señaló. Para Crespo los efectos empezaron a verse reflejados
antes de que aparecieran las primeras sombras de la crisis mundial en la
región. “La causa del retroceso de los indicadores no fue la crisis,
sino que la crisis fue la excusa para justificar el ahorro fiscal que
impusieron. Son los responsables del estancamiento por sus propuestas de
enfriamiento de la economía”, apunta. Para sugerir que “hay que tener
cuidado con los amigos heterodoxos”.
El economista Matías Vernengo, profesor de la Universidad de Utah,
también es crítico por el tipo de liderazgo económico que tiene Brasil
en la región. Señala que en el contexto de la crisis internacional
Brasil no ayuda mucho sino que, al contrario, tiene superávit comercial
con la región. Lo mismo que sucede con Alemania, que es superavitaria
con Grecia, y por ello es en gran medida responsable de los problemas de
Europa. “Es contradictorio que una potencia hegemónica tenga superávit
comercial con sus socios, además tampoco ofrece el financiamiento del
Bndes para una política fuerte de inversiones en los países vecinos, ni
está dispuesto a ceder mucho en las negociaciones comerciales”, concluye
Vernengo.
En varios discursos, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner
señaló para justificar el menor crecimiento de la economía que “el mundo
se nos cayó encima” sin detallar el origen, dejando abierta la
interpretación a que apuntaba a países europeos por sus insistentes
comentarios a las medidas de ajuste recesivas aplicadas por esos
gobiernos. Puede ser que sea por prudencia eludir mencionar la política
económica del socio estratégico en la región, pero sería más preciso
indicar que “Brasil se nos cayó encima” para encontrar una de las
fuentes principales, no única, de la desaceleración del crecimiento de
la economía local...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario