7/04/2012

max weber sobre el futuro o cómo ver televisión , escuchar radio y leer diarios y revistas...

Max Weber: Máscara Mortuoria
El futuro

Y bien, estimados asistentes, les propongo que volvamos a encontrarnos para hablar otra vez sobre este asunto dentro de diez años. Cuando, como por toda una serie de razones lamentablemente debo temer, la era de los reaccionarios ya haya comenzado hace rato. Cuando se haya concretado poco, quizás no precisamente nada pero al menos aparentemente muy poco, de aquello que seguramente muchos de ustedes y francamente yo mismo hemos deseado y esperado. Ese resultado es muy probable. No me destruirá, pero obviamente pesa mucho en mi interior el saberlo. Entonces, dentro de diez años, desearía ver qué es lo que “se hizo” – en el sentido íntimamente propio de la expresión – de aquellos entre ustedes que hoy se sienten auténticos “políticos convencidos” y participan del vértigo que ha significado la revolución actual. Sería hermoso que, en ese momento, fuese aplicable lo que dice el soneto 102 de Shakespeare:

Nueva era la primavera y nuevo era nuestro amor
cuando solía celebrarlo con mi canto.
Suelta sus trinos cuando nace el verano
pero al llegar los días maduros, calla el ruiseñor.

Pero la actualidad no es así. Lo que nos espera no son los brotes del verano sino, por de pronto, una noche polar con su helada oscuridad, sea cual fuera el grupo que ahora triunfe en apariencia. Porque en dónde nada queda, no sólo el Káiser, también el proletariado ha perdido sus derechos. Cuando esta noche se disipe lentamente, ¿quién vivirá aun de aquellos cuya primavera ahora parece florecer con tanto esplendor? ¿Y qué se habrá hecho íntimamente de todos ellos? ¿Habrá amargura o superficialidad; simple e insensible aceptación del mundo y de la profesión; o lo tercero y nada infrecuente: una huida mística del mundo por parte de quienes tienen el don para ello; o bien – lo más usual y peor – la moda de una evasión sufridamente aceptada? Ante cualquiera de esos casos mi conclusión será que los involucrados no han estado a la altura de sus propios actos; que tampoco han estado a la altura del mundo tal cual éste es con su realidad cotidiana; que objetivamente y de hecho, en el sentido más profundo del concepto, no han tenido la vocación política que creían poseer. Que hubieran hecho mejor en cultivar simple y sencillamente la hermandad entre ser humano y ser humano, dedicándose por lo demás a cumplir en forma totalmente prosaica con su trabajo de todos los días.

La política implica un fuerte y lento perforar de duras tablas con pasión y buen criterio al mismo tiempo. Es completamente cierto, y toda la experiencia histórica lo confirma, que no se hubiera logrado lo posible si en el mundo una y otra vez no se hubiese intentado lo imposible. Pero el que puede hacer eso tiene que ser un líder, y no sólo eso sino – en un sentido muy llano de la palabra – también un héroe. Y también aquellos que no son ni lo uno ni lo otro, deben armarse con esa fortaleza de ánimo que nace del fracaso de todas las esperanzas, y hacerlo ahora mismo, porque de otro modo no estarán en condiciones de prevalecer ni siquiera por sobre lo que ya hoy es posible. Sólo el que está seguro de no quebrarse cuando el mundo, visto desde su propio punto de vista, es demasiado estúpido o demasiado perverso para lo que él desea ofrecerle; sólo aquél que frente a todo ello es capaz de decir: “¡aun así!”, sólo ése tiene “vocación” para la política.

1 comentario:

Maria dijo...

Y sin embargo, te quiero. Eres lo máximo cuando escribes así, me hiciste suspirar, lo oiste? digo, el suspiro saludos