EL DRAMA DEL HOMBRE INVISIBLE

Ya concluída la etapa de Enero de los Wacky Races porteños, desde boxes recibimos esta crónica del muy instalado reportero especializado en Wackys , Esteban Schmidt acerca de uno de los competidores que muestra un mayor distancia entre expectativas y resultados: Horacio Rodriguez Larreta, The Joker y su destartalado Sierramovil. Dice el áspero Schmidt: "Horacio Rodríguez Larreta, -de aquí en más Horacio-, habla en la pantalla de los televisores de los andenes de los subtes y los pasajeros con sus caras engomadas por el calor no alcanzan a definir qué es lo que los irrita más del tipo que habla. Piensan que es feo pero enseguida piensan más fuerte que está loco, en particular por el énfasis que le pone “a los problemas de la Ciudad” y por sus remates sanmartinianos, salvadores de la humanidad. Luego llega la tira de vagones antes que termine la publicidad y no pudiendo la mente determinar si feo o loco le queda mejor, tampoco puede dar lugar a la operación mental de retener nombre, cargo, aspiraciones y sus para qué tantos movimientos raros de las manos cuando habla. ¡Oh!, el arte de la representación es dificilísimo. Entender por qué las masas quieren un día a un general, otro día a un abogado radical, otro día a un contador riojano y otro a un economista con ojos saltones es misterioso y no hay sociología que dé razones exactas. Como sabe que eso no se sabe, Horacio no se compró el yo no puedo ser que puede asaltar a cualquier hombre con el uno por ciento de intención de voto y fue por todo, puso entero el recurso partidario que administra --no el humano que siempre es rebelde, sino el material--, para encauzar su imagen pública, para lograr que ésta afine con el electorado porteño, que la gente suspenda el zapping cuando vea su cara en un canal de televisión cualquiera y diga: “¡No!, si cambiás te mato. Veamos qué dice Rodríguez Larreta sobre el Riachuelo”. Ay. Un año después de haber comenzado su raid electoral, Horacio concentra un desconocimiento (atención se repite: desconocimiento) de entre el 85 y el 93 por ciento de los porteños. Un verdadero drama humano por donde se lo mire, por cuanto el esfuerzo fue notorio y lo sigue siendo. Cada día, Horacio tiene una opinión sobre el tema de la agenda periodística y sus empleados de prensa se ponen las pilas para que las radios lo llamen y le pregunten pero, ay de nuevo, los conductores de las radios lo bochan siempre porque les enferma el tono solemne, el hacer de político y el no ser persona que siempre queda mejor en radio aunque sea para contar chistes como Luis Juez. Horacio eso no lo entiende o, en el mejor de los casos, cree que no debe ser así, que hay que ponerse la careta del hombre de estado y morir con ella y quien lo quiera oír que lo oiga. No está mal si es una convicción en un mundo donde pocos tienen una. Pero si no, puede que estemos hablando de ceguera absoluta en el nombre de una perseverancia egoísta e infantil. Perseverar es père -sévère (padre severo) y a veces los mandatos paternos conspiran contra nuestras posibilidades. A lo mejor Horacio no quería ser político sino cocinero, pero ¡super ay!, en casa se hablaba tanto de política... Bueh, es su asunto con su analista. En su partido ven que el armado de una candidatura con su nombre cabe en un Ford K, o sea cuatro apretaditos. Y nadie quiere inmolarse personalmente ni inmolar a sus empleados, a su lista de contratados y favorecidos. Los encuestadores no ven soluciones para Horacio, sus amigos no tienen soluciones para él, Macri mismo no lo quiere desalentar, su hermano calla y su padre ya no está. Yo tampoco tengo soluciones pero sí un consejo: resignación y rumbo al bar del viejo hasta vaciar uno de esos malta single añejados en el Livet de Escocia." Esteban Schmidt